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Opinión | El último golpe de un «buen ladron»: el asalto al cielo

Opinión | El último golpe de un «buen ladron»: el asalto al cielo
Javier Nistal Burón, jurista del Cuerpo Superior de Instituciones Penitenciarias y exdirector general de Ejecución Penal y Reinserción Social de Instituciones Penitenciarias, explica en su columna la historia de los dos ladrones crucificados con Jesús y el enigma del perdón divino al "buen ladrón". Imagen: "Crucifixión", de Jan Snellinc.
18/4/2025 00:45
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Actualizado: 19/4/2025 01:02
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Por los Evangelios, sabemos que Jesús no fue llevado al Gólgota solo, le acompañaron dos malhechores que fueron crucificados con él ese mismo día, uno a su izquierda, llamado Gestas y, el otro a su derecha, de nombre Dimas, conocido en la tradición cristiana como el “buen ladrón”, un malhechor que, a pesar de ello, fue premiado con el cielo.

EL HISTORIAL CRIMINAL DE LOS DOS BANDIDOS CRUCIFICADOS CON JESUS

No sabemos mucho sobre estos dos malhechores crucificados en el Calvario con Jesús, aunque intuimos que debieron de ser delincuentes de cierta entidad, pues la muerte por crucifixión en el imperio romano (Judea era una provincia romana en tiempos de Jesús) estaba destinada a los agitadores políticos y a los declarados culpables de crímenes aberrantes.

Por el Evangelio apócrifo de Nicodemo conocemos que Gestas era un merodeador y un asesino, que masacraba a los viajeros, torturaba a las mujeres cortándoles los pechos y se complacía en el mal que hacía, sin respeto por los hombres ni por Dios.

En el mismo evangelio apócrifo, se describe a Dimas como un nativo de Galilea, donde era dueño de una posada, que robaba a los ricos, pero a menudo también daba limosna y ayudaba a los necesitados, aunque según algunos exegetas, Dimas formaba parte de una banda de agitadores políticos que hacían la guerra a los romanos, robando, saqueando y matando; lo cual es más creíble, teniendo en cuenta la pena que le impusieron.

Además de Gestas y Dimas en el proceso en el que fue enjuiciado y condenado a muerte Jesús estaba presente un tercer bandido, muy conocido en la tradición cristiana, de nombre Barrabás, que se libró de hacer el “paseillo” con la cruz a cuestas hasta el Gólgota ese viernes fatídico, que ha pasado a la historia en el mundo occidental cristiano con el calificativo de santo (“viernes santo”), porque fue indultado por Poncio Pilatos, dada la preferencia manifestada por una chusma enfervorecida por este bandido sobre Jesús.

EL PORQUÉ DE LA EMPATÍA DE UN CRIMINAL COMO DIMAS CON JESÚS

No sabemos muy bien lo que Dimas pudo ver en Jesús para simpatizar con él de la forma en que lo hizo. Es posible que Dimas, así como los otros dos malhechores (Gestas y Barrabás) acompañaran a Jesús en todas sus declaraciones en el Pretorio (sede del Tribunal) según era costumbre en los procesos penales romanos, donde todos los reos escuchaban las declaraciones de los demás, antes de oír la sentencia propia.

Posiblemente, Dimas quedara perplejo al oír las acusaciones que se hacían contra Jesús, a quien no se le acusaba de matar, saquear, o sublevarse contra los romanos, simplemente, se le acusaba de ir diciendo por ahí que él era el Mesías, el Hijo de Dios, autoproclamándose “rey de los judíos”.

Pero más sorprendido debió de quedar este criminal viendo la mansedumbre con la que Jesús soportaba la brutal flagelación que le propinaron los soldados romanos y, también, el cruel vilipendio al que los judíos le sometieron durante el camino al Calvario, “como cordero llevado al matadero” (Isaías 53, 7) algo nunca visto en casos parecidos, donde los reos mostraban su odio y su desesperación, maldiciendo a sus verdugos.

No menos desconcertado debió quedar Dimas cuando escuchó que Jesús desde la cruz disculpaba a sus enemigos y suplicaba el perdón para éstos “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).

Sin duda, todo esto debió de llegar al endurecido corazón de un criminal como era Dimas, provocando en su interior un rotundo cambio de actitud hacia Jesús, y colmándolo del deseo de estar con él en su Reino.

Y es que posiblemente Dimas oyera que Jesús contestaba a Pilatos en el interrogatorio diciendo aquello de “Mi reino no es de este mundo”, por lo que es entendible que este malhechor le dijese a Jesús, aquello deacuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

POR QUÉ JESÚS FUE TAN INDULGENTE CON UN BANDIDO COMO DIMAS

Hemos expuesto lo que Dimas pudo ver en Jesús para empatizar con él de la forma en la que lo hizo, pero no sabemos muy bien lo que pudo ver Jesús en un ladrón, asesino y agitador político como era Dimas para llevárselo con él al cielo, si ese lugar está reservado solamente para los buenos y los virtuosos.

Y es que Dimas nunca hizo manifestación alguna de arrepentimiento por el daño causado con sus crímenes, tampoco pidió perdón por ellos, simplemente, reprendió a su colega Gestas que se burlaba de Jesús al que pedía que, como Mesías que era, se salvara él y les salvara a ellos (Lucas 23, 39-43).

Es cierto que Dimas reconoció su culpa y aceptó el castigo impuesto por sus crímenes, cuando colgado en la cruz se expresó en estos términos: “Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo”, a continuación añadió “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar”, a lo que Jesús le contestó “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23, 39-43), pero este reconociendo de la culpa y la aceptación del castigo por parte de Dimas no conllevó ningún acto de arrepentimiento de éste, de tal forma que la compasión y el perdón de Jesús con el “buen ladrón” parecen, aparentemente, incompatibles con la idea humana de justicia.

REFLEXIÓN FINAL

Que un malhechor como Dimas fuera premiado con el cielo cuando este lugar está reservado a personas virtuosas fue un acto de misericordia de Jesús que solamente es explicable si tenemos en cuenta que la idea de justicia divina y humana no son equivalentes y que, por otra parte, la misericordia de Dios es infinita, por lo que ese simple reconocimiento que el “buen ladrón” hizo de sus faltas le abrió a éste las puertas del cielo, resultando condenado por sus delitos, pero absuelto de sus pecados.

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