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Opinión | Hacia un lenguaje claro en la Justicia

Opinión | Hacia un lenguaje claro en la Justicia
Vicente Magro Servet, magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, aboga en su columna porque el ciudadano pueda comprender las sentencias. Para ello, considera que la Administración de Justicia debe hacer un esfuerzo para que eso suceda. La imagen corresponde a una reciente intervención del magistrado en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Foto: Carlos Berbell/Confillegal.
25/5/2025 05:40
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Actualizado: 25/5/2025 01:17
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Una de las exigencias más importantes que se requiere, hoy en día y siempre, cuando se escribe un libro, una novela, un discurso, un artículo científico o de opinión, o, en definitiva, cuando se transmiten ideas o pensamientos por una persona al público que le va a leer es que se emplee un lenguaje claro, sencillo y perfectamente entendible que no requiera del lector tener que estar acudiendo al diccionario para poder entender lo que quiere decir el escritor.

Y esto ocurre, o debe hacerse en la Administración de Justicia donde debe existir en las resoluciones judiciales un lenguaje claro, entendible, con una respuesta clara al caso suscitado y con fijación de unos criterios claros, uniformes y que sirvan para conocer la doctrina que se aplica a este caso y a otros similares que vayan a ocurrir.

Por regla general hay que tener en cuenta que cuando alguien escribe un pensamiento, técnico o no, siempre debe ser divulgativo para su expansión al mayor número de personas, porque el escritor no escribe para sí mismo, sino “para los demás”.

Y cuando se escribe no se tiene como objetivo que el lector se dé cuenta del alto grado de nivel cultural que tiene el escritor, sino para que sea entendido por todo el mundo sin excepción.

Escribir no consiste en una demostración del alto nivel intelectual del lector, sino de la capacidad que tiene el escritor de transmitir al resto el mensaje que tiene por objetivo trasladar. No consiste en una “oposición”, como examen que debe superar el escritor ante su público lector, sino que es transmitir ideas y pensamientos que sean del interés de éste.

Escribir tampoco consiste en una “exhibición” del escritor para demostrar todo lo que sabe, porque lo importante es “llegar” al público lector que se entretenga y aprenda de las ideas reflejadas en ese escrito que se ha publicado.

Escribir de forma clara es hacerlo de forma eficiente

El problema es, pues, cuando se escribe elevando al máximo posible la dificultad de las palabras que se emplean, lo que hace el discurso absolutamente ininteligible, y hasta los hay que por querer demostrar su alto nivel cultural utilizan palabras que no están ni en el diccionario de la Real Academia Española, por lo que puede que el texto del artículo esté dirigido solo a esta última por si las incorpora a nuestro diccionario, que ya es de por sí lo suficientemente rico como para que tengan que emplearse palabras “inexistentes”.

Escribir de forma clara es hacerlo de forma eficiente, porque con el esfuerzo que se emplea se consiguen resultados altamente satisfactorios, al poder llegar al máximo público posible, que, con poco esfuerzo, entienden el mensaje, la idea, o el pensamiento que el escritor quiere ofrecer al público lector.

«Es necesario extremar los esfuerzos para que el lenguaje empleado por la Administración sea claro y entendible».

Es cierto que el “folio en blanco” es un buen enemigo del escritor y que, en ocasiones, cuesta encontrar las frases y/o palabras idóneas que se necesitan para que el mensaje se entienda, pero de nada servirá el esfuerzo empleado por el escritor si, al final, el lector no acaba de entender lo que ha querido reflejar aquél en esa página. Bien porque no entienda el trasfondo de la frase, o porque se utilicen palabras complejas de entender.

Y es que escribir no supone una enseñanza de palabras difíciles de saber su significado con la pretensión de enriquecer el vocabulario del lector. Para ello existen otros sitios más apropiados como los centros de enseñanza, o los libros destinados específicamente a cumplir este objetivo.

Pero un libro, novela, discurso, o artículo de opinión en un medio de comunicación lo que transmite, o tiene por objetivo, es hacer llegar un pensamiento y que sea “cogido” a la primera por el lector; es decir, que éste se dé cuenta de lo que ha querido transmitir el escritor con las frases y palabras que emplea.

Evitar la oscuridad al escribir

De lo que se trata, por ello, es de evitar la oscuridad al escribir, y apostar por la claridad en las ideas y palabras que las reflejan, porque ocurre a veces que cuando lees algo consideras que es tan enrevesado lo escrito que parece dar a entenderse que lleva detrás un mensaje en clave solo entendible desde el sector del “espionaje”.

Y esto no quiere decir que se empleen palabras banales, sino que el vocabulario castellano es ya rico en palabras y expresiones sin tener que recurrir a las más rebuscadas, y que dificultan la comprensión global del texto. Por ello, lo importante de lo expuesto es que el lector pueda comprender lo escrito la primera vez que lo lee.

En este contexto, es importante que esta aspiración se consiga, además, en la Administración Pública a la hora de comunicarse con los ciudadanos, y, sobre todo, en la Administración de Justicia, para que los ciudadanos que acuden a ella entiendan a la perfección una resolución judicial en el pleito en el que son parte.

Y sin que ello suponga prescindir de términos técnicos necesarios, también, en cualquier procedimiento. Pero es necesario extremar los esfuerzos para que el lenguaje empleado por la Administración sea claro y entendible.

El lenguaje en la justicia debe ser entendido y entendible. Debe llegar con inmediatez al ciudadano que lee en una sentencia. Y ello no supone prescindir de tecnicismos jurídicos indispensables en la argumentación jurídica.

Pero los ciudadanos deben poder entender una sentencia cuando la lean sin ser preciso que se les “traduzca” por un experto en derecho, que es su abogado/a. Si la justicia se acerca al ciudadano por el lenguaje lo hará más en términos generales.  

Porque una justicia con un lenguaje claro en sus resoluciones es una justicia más próxima y más cercana a quien la recibe que son los ciudadanos.

Por ello, hay frases célebres dirigidas a este objetivo, como la de Ludwig Wittgenstein que decía que: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente. Sólo conozco aquello para lo que tengo palabras.”, o cuando Antoine de Saint-Exupéry dijo: “El lenguaje es fuente de malos entendidos”. Y no debería serlo… Y en justicia menos.

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