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Opinión | Conocer el riesgo para prevenirlo y asegurarlo

Opinión | Conocer el riesgo para prevenirlo y asegurarlo
Vicente Magro, magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, aborda en su columna la necesidad de afrontar los riesgos a los que hacemos frente en nuestra vida cotidiana respondiendo con medidas que los puedan evitar o aminorar. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
06/6/2025 05:40
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Actualizado: 06/6/2025 00:58
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El riesgo es la posibilidad de que suceda un daño o perjuicio a una persona y sus posibles consecuencias. Es una palabra que donde más se suele utilizar es en el sector de los seguros, ya que las primas que se cobran a quien contrata un seguro están supeditadas, en cuanto al coste, en función del riesgo de que ocurra el posible hecho que es objeto de cobertura en la póliza de seguro.

Lo curioso es que algunos riesgos se pueden prever por las circunstancias que en un caso concreto han ocurrido con antelación, pero en otras es muy difícil preverlo.

Pero lo importante es que en el propio orden de la vida de cada uno se suscriban las pólizas de seguro que se estimen que puedan cubrir las consecuencias de que ocurra un hecho que puede ser previsible, como sucede, por ejemplo, con la póliza de accidentes de circulación, que, además, es de suscripción obligatoria.

Los seguros se contratan para evitar que si sucede un determinado hecho la persona que la ha contratado pueda tener cubierto el riesgo de que ocurra el hecho que se quiere cubrir, ya sea para cubrir daños propios o los que se puedan causar a un tercero, como pueden ser los seguros que cubren los ataques de perros propios, que es aconsejable que se suscriban a raíz de la Ley 7/2023, de 28 de Marzo, en cuyo artículo 30.3 señala que “En el caso de la tenencia de perros y durante toda la vida del animal, la persona titular deberá contratar y mantener en vigor un seguro de responsabilidad civil por daños a terceros, que incluya en su cobertura a las personas responsables del animal, por un importe de cuantía suficiente para sufragar los posibles gastos derivados, que se establecerá reglamentariamente”.

Y hay muchas personas que no tienen cubierto este riesgo ignorando que si ataca a otra persona tendrá que pagar de su bolsillo los daños que le cause, que en muchos casos pueden ser elevados con un importante coste económico que en el caso de no tener la póliza contratada podría acabar hasta con el embargo de su propia casa.

Resulta curioso, por ello, que muchas personas no sean conscientes, o lo son y miran para otro lado, del riesgo en el que se encuentran ante situaciones concretas de su vida.

CONOCER LO QUE NOS PUEDE CAUSAR UN DAÑO

Y ello no solo afecta a cuestiones que sean asegurables, sino que, también se dan casos en donde algunas personas siguen su rutina de vida, asumiendo el riesgo en el que viven, pero sin tomar decisiones, lo que sucede, por ejemplo, en el caso de la violencia en el hogar, o fuera de él, en los casos de parejas o familiares, como la de género y la doméstica.

«No es lo mismo el peligro que el riesgo. El primero es un suceso o hecho concreto que tiene potencial para causar un daño y el riesgo es la posibilidad de que ese suceso o hecho ocurra».

Lo que ocurre es que en estos casos ya se tocan con componentes de sentimientos y emociones privadas que surgen y que paran reacciones que es preciso adoptar ante la necesidad de rupturas para evitar que se sigan produciendo situaciones de maltrato que acaben en episodios más graves.

Pero aquí hay que darse cuenta de que muchas víctimas no pueden salir de esa situación y aunque asumen el riesgo en el que viven no encuentran la forma de salir del pozo en el que se encuentran; de ahí que la Administración Pública tenga que llevar a cabo políticas de ayuda a quien es consciente del riesgo que asume en una relación de pareja de que le sigan maltratando, o cualquier familiar que vive en su hogar, y que no sepan cómo acabar con esa situación, porque no encuentran ayudas o una mano tendida que les ayude a salir de una situación de riesgo que asumen, conocen y que saben ese riesgo de que la situación se agrave.

Los riesgos ante determinadas situaciones que pueden ocurrir en la vida se clasifican según su intensidad (alto, moderado o bajo), y ante ello es preciso esmerar las medidas de prevención para que si se presenta ese hecho que puede ser dañoso estemos en situación adecuada de responder para evitar que ocurra ese evento dañoso, o para tratar de aminorar los daños si se actúa a prevención ante la previsibilidad de que ese hecho ocurra.

Por ello, estaríamos preparados porque conocemos que existe el riesgo de que ese daño pueda ocurrir y aminoraremos las consecuencias del hecho si llega a ocurrir.

Por otro lado, no es lo mismo el peligro que el riesgo. El primero es un suceso o hecho concreto que tiene potencial para causar un daño y el riesgo es la posibilidad de que ese suceso o hecho ocurra.

Así, no siempre un hecho o suceso peligroso es de riesgo, porque, además, conociendo las fuentes de peligro se puede reducir, mitigar o anular el riesgo de que ese suceso o fuente de peligro ocurra.

En fin, que lo importante es conocer qué es lo que nos puede causar un daño y buscar como evitarlo; es decir, estar en condiciones de actuar siempre antes de que algo nos pueda dañar.

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