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Opinión | Deontología para principiantes (IX)

Opinión | Deontología para principiantes (IX)
Albino Escribano, abogado, decano del Colegio de Abogados de Albacete, avanza en esta novena entrega sobre la deontología profesional sobre la base de los mandamientos del abogados de Eduardo Couture. Foto: AE.
16/6/2025 05:35
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Actualizado: 15/6/2025 19:11
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 Couture. Mandamientos del Abogado.

Eduardo Couture fue un abogado y profesor uruguayo, con una importante obra en derecho procesal. Sin embargo, quizá sea más conocido por los llamados Mandamientos del Abogado, una breve obra de enorme contenido ético, en la que reseña un decálogo de actitudes esenciales en el ejercicio de la profesión, y cuya trascendencia normativa, deontológica, examinamos como parte básica de la deontología.

“9º. OLVIDA: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

Recuerda este mandamiento de Couture al célebre poema “IF” de Rudyart Kipling escrito a finales del siglo XIX: “Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso, y tratar a esos dos impostores de la misma manera”.

Este poema recoge máximas de vida plenamente aplicables al ejercicio de nuestra profesión que Couture centra en la necesidad, a lo largo de muchos años de ejercicio, de no ensoberbecerse con las sentencias favorables ni hundirse con las desfavorables; esto no es sino una conclusión lógica derivada de nuestra obligación fundamental, que asumimos y debemos trasladar al cliente: la obligación de medios y no de resultados. También integra la idea de lealtad hacia el compañero y de respeto al adversario.

Y todo ello en beneficio propio, como forma de sobrellevar las dificultades que el día a día nos presenta.

Recordando a Dante, reserva Couture el infierno a los abogados que nos alzan la voz como si fuéramos el adversario (incluso a veces el enemigo), el purgatorio a los que rememoran sus casos pasados, y el paraíso a los que rechazan convertir el comentario posterior al asunto terminado en una nueva instancia.

Esa enfermedad común en los abogados que hablan constantemente de los casos pasados, supone olvidar las reglas del juego, el «fair play» de nuestra profesión, en particular el respeto y lealtad en la disputa, pero también el acatamiento respetuoso de la decisión del árbitro.

La pasión en la defensa, necesaria, debe conciliarse con la aceptación, imprescindible, de la decisión en derecho. Los pleitos se defienden como propios y se pierden como ajenos, y concluyen con la sentencia definitiva. Todo lo demás son excusas.

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