Opinión | Querido amigo Joaquín García-Romanillos

Pensaba conversar contigo en esa comida acordada en nuestro casual encuentro en el congreso nacional del CGAE. Fue en aquel camino campestre. Yo iba hacia el edificio principal. Tú a descansar.

Igual que cuando coincidimos de camino al congreso internacional de Valencia en aquel vagón; conversación con un grande del derecho.

Me animabas mientras no podía dejar de reconocer mi admiración hacia ti.

He sabido de tu ausencia y no me la creo, tus lecciones serenas desde la vasta experiencia, siendo tú uno de nuestros más ilustres representantes, la abogacía te añora, la abogacía te adora.

Tu sabia quietud, tu saber estar, tus ricas aportaciones a nuestra profesión, tu exquisita educación, tu permanente disposición de un maestro egregio en este difícil oficio, nos han enriquecido a muchos que ahora te recordamos agradecidos.

Siempre tenías unas delicadas palabras para mis artículos, unos confortables comentarios para mis líneas, que me ayudaban a continuar.

Recuerdos de aquellos días en el Club Financiero donde, desde las alturas, hablábamos de lo divino y de lo humano, de lo intrascendente y de lo eminente.

Impagable aportación la tuya a nuestra carrera, secretario general, consejero permanente, sabio colega, amigo entrañable. Te recordaremos. En nuestra memoria te tendremos.

Otras Columnas por Luis Romero Santos:

Opinión | La comunicación y el Gobierno: Milei, el conato de dimisión presidencial y el novio de Ayuso

Opinión | Anoche tuve un sueño: me llamó el presidente…  

Opinión | Un abogado civil en la corte militar: el caso de Cerro Muriano

Opinión | Las puertas giratorias entre la judicatura, la fiscalía y la abogacía

Opinión | El abogado y los medios de comunicación: A propósito del caso Cerro Muriano

Opinión | La espada de Damocles: El insólito juicio y el irascible e ingenioso juez (tercer acto)