Solicita el indulto tras ser acusado falsamente de maltrato y de ser víctima de un asesinato frustrado
Luis Hiniesto, el vendedor de cupones de la ONCE, al que trató de asesinar su esposa, María del Carmen Hormigos, en la foto pequeña, sobre la moto en la que solía desplazarse por Valdemorillo, cuando eran matrimonio. Confilegal/Luis Hiniesto.

Solicita el indulto tras ser acusado falsamente de maltrato y de ser víctima de un asesinato frustrado

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22/10/2016 06:59
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Actualizado: 28/5/2021 13:23
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A Luis Hiniesto lo trató de asesinar a tiros su esposa, María del Carmen Hormigos, disfrazada de «ninja». Hiniesto, discapacitado, se defendió a la desesperada y la desarmó. Para no ir a la cárcel, la mujer lo acusó después de haberla maltratado psicológicamente, siendo mentira. A pesar de todo, el Tribunal Supremo lo ha condenado a tres años y medio de prisión por un delito de tentativa de homicidio al tratar de salvar su vida.

Ahora Luis solicita un indulto para evitar entrar en la cárcel. Es una petición cargada de justicia.

Hiniesto tiene 52 años y es cojo desde los 10 años, cuando un cáncer se llevó su pierna derecha. Se gana la vida vendiendo cupones de la ONCE en el mercado del barrio Salamanca donde es apreciado y querido por todos.

El próximo 28 de octubre, sin embargo, su vida sufrirá un nuevo vuelco. En esa fecha le comunicarán cuando tendrá que entrar en prisión, si su petición de indulto no es aceptada por el Gobierno.

Sobre Luis pesa esa condena, que es como una maldición, por hacer lo único que podía hacer: defenderse.

Su columna vertebral todavía guarda, como un recuerdo doloroso, la bala que le impactó la madrugada del 30 de marzo de 2011 en el garaje de su chalet de Valdemorillo, al oeste de Madrid. Los médicos decidieron dejarla donde estaba porque si intentaban extraerla podía quedar tetrapléjico.

Ese 30 de marzo de 2011 comenzó una pesadilla que ha durado hasta hoy. Una pesadilla en la que pasó de ser víctima a convertirse en imputado y, posteriormente, en procesado y condenado.

Sin entender por qué, fue catalogado de maltratador y tratado como tal por el sistema judicial. No importa que jamás hubiera faltado ni de palabra ni de obra a su esposa.

Su mujer, María del Carmen Hormigos, de 56 años, reconoció abiertamente, y sin coacción de ningún tipo, que todo era mentira.

Lo hizo en el juicio que se celebró contra ella y contra Luis Hiniesto, su víctima, el hombre al que había tratado de asesinar por la espalda.

«No, lo dije porque la abogada que me pusieron en ese momento, me dijo que lo dijera porque si no iba a entrar en prisión», afirmó Hormigos con toda claridad ante el tribunal, respondiendo a la pregunta del abogado de su hoy exesposo.

Acuciada por deudas con entidades como Cofidis, Mediatis, Banco Sigma y Cetelem -debía más de 18.000 euros-, y pensando en los seguros y en el valor inmobiliario del chalet, que en aquel momento alcanzaba los 500.000 euros, Hormigos trató de tomar un atajo quitando la vida al hombre con el que había tenido dos hijos y por el que ya no parecía sentir nada.

ASÍ FUE EL ASESINATO FRUSTRADO

Luis Hiniesto no comprende muy bien como ha llegado a esta situación, de tener una vida normal con una casa y una familia, Luis tiene dos hijos de 25 y 30 años, a vivir en casa de su hermano, con la familia de éste, «aunque he llegado a vivir en mi coche. Esto mi hermano no lo sabe”, asegura.

Su vida dio un giro de 180 grados cuando aquella mañana del 30 de marzo de 2011, a las 7, bajó al garaje de su chalet para coger su coche y dirigirse a su trabajo diario como vendedor de cupones de la ONCE «en la puerta del Mercado, del barrio de Salamanca, donde soy muy querido”, afirma Luis.

Al dar al interruptor de la luz comprobó que no funcionaba. Tampoco el mando para accionar la puerta del garaje, por lo que se dispuso a abrirla manualmente.

En ese momento notó un tremendo golpe en la espalda y un estampido. Luego escuchó otro. Una segunda bala le agujereó su bufanda. Otra dio en su Smart. Hubo, incluso, tres más, cuyas balas no se pudieron recuperar.

«Luis se dio la vuelta y vio un ‘ninja’, a una persona pequeñita, totalmente tapada, como se reconoce en todas las sentencias. En ese momento no supo quién era su agresor. Sólo que le habían pegado un tiro y que seguían disparando contra él. Otra bala le pasa a milímetros de la mejilla”, explica su abogado, Fernando Gómez-Chaparro.

“El primer tiro es como un descabello. Un tiro en mitad de la espalda que queda entre dos vértebras (aún lo tiene alojado allí, el riesgo de quedarse tetrapléjico si se lo sacan es altísimo)», añade.

Ante esa agresión Luis se giró sobre su única pierna, apoyado en la prótesis de 5 kilos que ocupa la otra, y forcejeó con su agresor. Tiene una discapacidad del 65 por ciento. No podía huir, como hubiera hecho cualquier otra persona. Le hizo frente. Sus brazos eran fuertes, lleva años usando muletas.

«Le agarré la pistola por el cañón, tratando de desviarlo de mi cuerpo y me quemé. Le sujeté las manos para quitársela, porque seguía disparando», explica Luis.

Se produjo un forcejeo -y aquí está el meollo de la cuestión de su condena- en el que uno de los disparos  terminó en el estómago del agresor, que cayó al suelo.

El primer impulso de Luis Hiniesto fue quitarle la máscara. Saber quién había querido matarle por la espalda.

Lo que descubrió le horrorizó desde el primer segundo.

Porque era María del Carmen Hormigos.

Su esposa.

Sin recuperarse del susto y de la sorpresa, Luis corrió escaleras arriba, «más de 20 peldaños», herido y sintiendo el dolor en la espalda, para llamar al 112 y denunciar los hechos, solo 5 minutos después de producirse.

«No podía realizar la llamada desde mi móvil porque es de la ONCE y solo podía recibir llamadas, no hacerlas. Por eso tuve que subir a la casa», sostiene Luis.

El agredido despertó a su madre, de 81 años, enferma de cáncer terminal, que vivía con ellos, y le contó lo ocurrido.

Poco después, cuando bajaron al garaje se encontraron con que la Guardia Civil y los servicios de emergencias ya habían llegado.

Habían pasado apenas 15 minutos.

El dolor apenas le dejaba respirar. A pesar de todo, pidió que atendieran primero a su mujer, sin todavía poder dar crédito a lo sucedido.

Ambos fueron trasladados al hospital para ser atendidos de sus lesiones. La bala, en su espalda, había quedado milagrosamente alojada entre sus vértebras de una forma que no le impedía moverse, pero era de difícil extracción.

Luis decidió dejarla donde estaba y pedir el alta voluntaria para cuidar a su madre, enferma con cáncer terminal -ya ha fallecido- y regresó a su casa.

A los cuatro días, ya estaba trabajando. “Me llegaba la sangre a hasta los pies”.

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UNA DENUNCIA FALSA QUE CAMBIA EL CURSO DEL PROCESO

El caso, se llevó, en un principio, en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de San Lorenzo de El Escorial. A los diez días, cuando María del Carmen Hormigos salió del hospital, recuperada del balazo en el estómago, fue citada a declarar por la juez del caso. Tenía que decidir si enviarla a prisión.

A Hormigos le asignaron una abogada de oficio que basó toda su defensa en una fábula, una mentira: Luis Hiniesto era un maltratador psicológico.

«Así se afirmó ante la juez de instrucción. Este señor es un demonio, es un maltratador. Tira las cosas por el suelo. Sus hijos viven aterrorizados. No les da ningún dinero. Se echa unas siestas tremendas.  Cuenta una historia que le describe como un maltratador absoluto», asegura Gómez-Chaparro.

Pese a todo, y ante  las pruebas que había, la fiscal iba a pedir prisión incondicional y la juez iba a decidirla, pero Luis decidió no solicitarla porque que “era la madre de mis hijos y prefería que no fuera a prisión en ese momento”.

Sin embargo, a los dos días, María del Carmen Hormigos cambió de abogada.

Asumió su defensa la vicepresidenta la Asociación de Mujeres Juristas Themis, María Ángeles Jaime de Pablo.

Y aquí «comienza una auténtica locura. Aseguran que en uno de los guantes de Luis, concretamente en el izquierdo, hay unos restos de pólvora. Luis es diestro. Y esto unido a las declaraciones de María del Carmen, asegurando que Luis es un maltratador bastan para que el Juzgado se inhiba a favor de un Juzgado especializado en Violencia de Género. Nosotros nos oponemos, pero al final sucede», relata Gómez-Chaparro. «Se impone el discurso contra la violencia de género, aunque no existiera prueba alguna».

La mujer de Luis Hiniesto mintió durante los cinco años que duró el proceso, y logró su objetivo: llevar un delito de asesinato en grado de tentativa como si fuera un asunto de violencia de género para que recayese en la sección de la Audiencia Provincial de Madrid, especializada en esa materia. Como así ocurrió.

A la abogada de Themis, diez  días antes del juicio cedió el testigo al abogado Carlos Rodríguez Arias, quien defendió a María del Carmen Hormigos en la vista en la Audiencia Provincial.

En ese preciso momento, justo al comenzar la vista, la propia María del Carmen Hormigos cambió de estrategia afirmando que nunca habían existido malos tratos en su matrimonio.

«No, lo dije porque la abogada que me pusieron en ese momento, me dijo que lo dijera porque si no iba a entrar en prisión», sostuvo en el plenario.

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“Aquí ha habido una denuncia falsa, reconocida por ella en el plenario, que puede ser verdad o no que se lo haya aconsejado su abogada, pero que las dos abogadas que han llevado el caso han mantenido durante toda la instrucción”.

“Sus mentiras han condicionado el curso de este caso. No es una mentira de defensa, exculpatoria, sino de que es una mentira de ataque”, subraya Gómez-Chaparro.

Pese a sus mentiras, la Audiencia dio credibilidad al testimonio de María del Carmen Hormigos y al de un testigo sorpresa: Julio Serrano Orihuela.

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Julio Serrano Orihuela, supuesto amigo de la familia y testigo clave del juicio.

UN TESTIGO SOSPECHOSO

Julio Serrano Orihuela se presentó a los 8 días de los hechos ante la Guardia Civil para prestar declaración voluntaria afirmando ser amigo de la familia.

Aseguró que era amigo de la pareja y que quedaba con María del Carmen y Luis una o dos veces por semana, algo que Luis negó en redondo.

En el juicio los dos hijos de Luis y María del Carmen afirmaron que prácticamente no lo conocían y que no tenían ninguna amistad con él. El hijo había trabajado para él como jardinero. «Yo no crucé más que algún hola o adiós», según Luis Hiniesto.

Serrano Orihuela se convirtió en el testigo clave del procedimiento. Aseguró ante el tribunal que Luis era un déspota con su mujer y que era perfecto conocedor de que Luis Hiniesto tenía armas.

Este hombre aseguró al tribunal, bajo juramento, que «Luis tenía tres armas. Sabía que tenía armas porque me ofreció un trabajo para su protección personal por mi fortaleza física». «Llevaba el revolver en una cartera con los cupones. Hubo unos días que la llevaba en el trabajo porque estaba amenazado».

También aseguró al tribunal que Luis Hiniesto había tenido problemas con los vecinos porque se lo había comentado la Policía Local.

Nada de eso era cierto. Ni fue contratado por Hiniesto ni tenía «armas» ni la Policía Local tenía denuncia alguna.

La defensa de Hiniesto también pudo demostrar que no existía denuncia alguna contra él.

«En el juicio acreditamos, porque nos dio un certificado la Policía, que nadie había puesto jamás una denuncia por disparos contra Luis, ni éste había tenido incidentes con los vecinos”, cuenta el abogado.

Las únicas «armas» en la casa de Hiniesto eran una pistola balines del hijo y una pistola de fogueo que se había comprado su entonces mujer.

EL ARMA UTILIZADA

El arma utilizada en el intento de asesinato, un revolver detonador marca Foch, modelo 0220, de calibre 22, había sido modificado para poder dispararlo con balas reales, era desconocida para Luis Hiniesto. El único testimonio que vinculó a Hiniesto con el arma fue el de Serrano Orihuela.

Ni él ni ninguno de sus hijos habían visto antes ese arma modificada.

Lo que si era «vox populi» en Valdemorillo -que Luis desconocía- era la «amistad personal» que mantenían Serrano Orihuela y su entonces esposa. Todo el mundo daba por hecho que María del Carmen y el testigo sorpresa, Julio Serrano, al parecer, mantenían una relación sentimental.

“Después de estos hechos me acerqué por el pueblo para ver qué opinión tenía la gente sobre mí, yo tengo un cierto honor, que he perdido -dice totalmente destrozado-. Todo el mundo me comentó que mi ex mujer y ese señor estaban todo el día juntos. Llegaron a decirme que pensaban que era el marido de ella”, asegura Luis.

Para este vendedor cojo de la ONCE y para su abogado el móvil del intento de asesinato es evidente: es un móvil económico.

«Yo nunca he tenido problemas económicos como se afirmó en el juicio. Lo que sí hemos podido acreditar es que esta señora se gastó un montón de dinero en créditos de Cofidis, Mediatis, Banco Sigma y Cetelem, entre otros, alrededor de unos 18.000 euros, aproximadamente”, asegura Luis.

¿Quién administraba la cuestión económica en casa? «Ella lo manejaba todo. Cobraba en el banco y me daba el dinero que necesitaba. De las deudas me enteré después de lo sucedido», cuenta a Confilegal.

Para él está claro que “El hecho de estar en el Juzgado de Violencia de Género me condenó de antemano. La fiscal no consideró en ningún momento mi presunción de inocencia. Se creyeron la historia del maltrato. Por eso pidió para mí, que era la víctima, nueve años y pico de prisión. Los guardias civiles que declararon en el juicio se quedaron alucinados al enterarse de que yo estaba imputado. No daban crédito».

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María del Carmen Hormigos tenía una moto en la que desplazaba por el pueblo.

UNA PARRICIDA FRUSTADA

El crimen de Luis podría haber sido el crimen perfecto. Su mujer lo tenía todo pensado.

El móvil del crimen tenía una evidente base económica. Luis tenía a su nombre varios seguros de vida, el de la casa y el de la ONCE, que podían cubrirlas, además del valor de la casa, si se hubiera puesto en venta.

La conducta de María del Carmen Hormigos ya era errática las semanas precedentes a lo sucedido.

«Empezó a gastar dinero y a estar todo el día por ahí. Los fines de semana se arreglaba y se largaba con su moto o con su coche. Yo iba a misa y ella no me acompañaba. Es cierto que yo tenía alguna sospecha, pero no le di mayor importancia», sostiene Luis.

«Lo cierto es que desde hacía varios años María del Carmen salía mucho con su moto. Yo soy una persona que voy de mi casa al trabajo. Trabajo ocho horas seguidas en la calle, en el Mercado de Diego de León y cuando llego a casa estoy cansado, no me apetece salir de casa. No soy una persona de bares”, nos dice Luis.

EL SUPREMO CONFIRMÓ LA SENTENCIA

Pese a la declaración de los hijos, y de la propia agresora, negando los malos tratos.

Pese a la falta de pruebas de que en la casa hubiese ningún revolver, salvo por la declaración de María del Carmen y del testigo sorpresa.

Pese al informe de los médicos forenses, Ovidio Fernández Martín y Elisa Hernández que afirman que, desde sus respectivos puntos de vista, el disparo en el estomago de la parricida frustrada pudo deberse a un forcejeo, y no a un deseo de venganza de este vendedor de la ONCE, el tribunal de la Sección 26 de la Audiencia Provincial de Madrid, lo condenó a 8 años y medio de prisión.

Una condena que el Tribunal Supremo recientemente redujo a 3 años y medio de cárcel, al apreciar una eximente incompleta de legítima defensa y tenencia ilícita de armas y retirar la agravante de parentesco.

«Yo lo único que hice fue defenderme para salvar mi vida. Querían matarme. Ella llevaba el arma, traté de desviarla para que no me volviera a disparar. ¿Qué debería haber hecho? ¿Dejar que me matara? La pistola se disparó en el forcejeo. ¡Por Dios, yo fui la víctima! ¿Y ahora tengo que entrar en la cárcel por eso? De verdad que no lo entiendo», reflexiona Luis.

Para Gómez-Chaparro la condena de Luis Hiniesto es una gran injusticia. “Yo me acuesto todos los días preguntándome cómo es posible que a mi cliente, a Luis, con todos estos hechos y pruebas, le hayan condenado. Y no encuentro la respuesta”.

«Luis no disparó contra su esposa, que trataba de matarlo. El disparo en el estómago fue fruto del forcejeo, como han admitido los forenses que pudo ocurrir. Debería haberse aplicado el principio de ‘in dubio pro reo’, en caso de duda a favor del reo, y no lo contrario. Nos perjudicó que se le considerara, desde el principio, un maltratador y desde ahí todo se torció. Pero todavía queda una oportunidad para hacer justicia concediendo el indulto a Luis. Porque si se permite que entre en la cárcel esto podrá llamarse cualquier cosa menos justicia».

SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO:

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