Firmas
Tiene mucha suerte, juez Moreno Gordillo
25/4/2015 12:21
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Actualizado: 02/3/2016 12:26
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Don Juan Carlos Moreno Gordillo, Señoría, tiene usted mucha suerte. Seguro que no se lo han dicho.
Y también es muy osado. O muy inconsciente.
Se lo digo como ciudadano y como contribuyente. Soy de los que le pagan el sueldo que recibe a final de mes. Puntual y religiosamente.
Es lo que me da el derecho de dirigirle estas letras personales.
No sé si usted se ha dado cuenta de un hecho: Si hubiera estado trabajando para la empresa privada habría sido despedido.
Sin contemplaciones.
Fulminantemente.
Y nadie hubiera movido un dedo por usted. Por falta de productividad evidente.
Pero gracias a la oposición a juez, que usted aprobó hace ocho años y seis meses, la vara con que se le mide le permite mantener su puesto de trabajo. Su «régimen especial». El de todos los jueces.
Recordemos los hechos: Usted, juez Moreno Gordillo, fue suspendido de sus funciones por un año por el Pleno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) del 15 de octubre de 2013.
Por cometer “una falta muy grave del artículo 417.9” de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
¡Un año!
“Retraso injustificado y resolución de procesos y causas”, es lo que dice el artículo de marras.
Mira que al órgano de gobierno de los jueces le cuesta tomar este tipo de decisiones. Usted y sus compañeros lo saben muy bien.
Los veinte vocales y el presidente de entonces tuvieron que verlo muy claro para “empurarlo” –si me permite la palabra, ya sé que duele- de la forma que lo hicieron.
Los datos que tenían ante sí hablaban por sí mismos: Durante el año 2012 usted redactó 107 sentencias, lo que hace una media de 9,7 sentencias mensuales.
Estamos hablando de su destino en el Juzgado de lo Penal 4 de Tarragona, que ocupó entre el 9 de noviembre de 2011 y el 22 de julio de 2013.
Ese año, de todos los Juzgados Penales de España, el que menos sentencias puso fue el suyo, el Penal 4 de Tarragona.
La media de sentencias resueltas en la Comunidad Autónoma de Cataluña, en ese 2012, fue de 451.
La media nacional fue sensiblemente superior: 464 sentencias.
En 2011, el año anterior a que usted llegara, juez Moreno Gordillo, en el Penal 4 entraron 379 asuntos y se dictaron 396 sentencias.
En 2012, vuelvo a recordárselo –ya sé que duele, ya lo sé- ingresaron 418 asuntos y usted dictó sólo 107 sentencias.
“Siendo este número consecuencia de celebrar muy pocos juicios y mantener un porcentaje de suspensiones escandalosamente alto”, dice el acuerdo del CGPJ.
Me pregunto, ¿qué le pasó?
¿Qué le sucedió para casi ni hacer «el huevo»?
Quiero comprender sus razones.
Y como yo, las más de 300 personas, que están detrás de todos esos juicios que usted no celebró y que necesitaban su respuesta como profesional de la justicia. Porque eso se esperaba de usted. Que hiciera su trabajo.
No me diga que los asuntos eran muy difíciles. Usted y yo y muchos compañeros suyos que se dedican al noble oficio de administrar justicia en nombre del pueblo sabemos que el 85 por ciento de los casos son repetitivos. Diferentes caras, diferentes nombres, diferentes lugares, pero hechos parecidos.
Sólo el 15 por ciento de los casos requieren un esfuerzo especial adicional.
Además, usted cuenta con bases de datos en red, con el CENDOJ y con la bendita tecnología. No es como antes, que todas las sentencias se hacían a mano.
Es cuestión de dedicación y organización. Y de responsabilidad.
Le juro que por más que lo busco, no puedo encontrar justificación alguna.
La sanción que le impuso el CGPJ no sólo le afecta sólo a usted, quiero recordárselo. Afecta, sobre todo, a la imagen y a la reputación de todos sus compañeros, hombres y mujeres justos que se dejan la piel todos los días.
¿Por qué? Porque da munición y metralla a sus enemigos. A los de usted y a los de los 5.300 jueces y magistrados españoles.
“Es que los jueces no hacen ni ‘el huevo’”, “¿cómo se puede controlar a los jueces indolentes y perezosos como ese? ¡Con mano dura!’”, “¿qué se puede esperar de jueces así?”, “Claro, como tienen el puesto fijo pueden y no lo pueden despedir hacen lo que quieren, si es que la justicia es un cachondeo”.
Estas frases y muchas otras las he escuchado personalmente a lo largo de esta semana cuando salía su tema. Esto es lo que me ha empujado a escribirle.
La frase más común, sin embargo, ha sido otra: “¡Vaya caradura!”.
Porque nadie comprende que usted haya recurrido la sanción del CGPJ ante el Tribunal Supremo con esos datos –y muchos más- sobre la mesa.
Pedía usted, recordemos, juez Moreno Gordillo, varias cosas al Alto Tribunal:
- Que anularan la sanción de suspensión de sus funciones como juez durante el año reseñado;
- Que le pagaran los salarios no recibidos durante ese tiempo, con intereses;
- Que le devolvieran al destino que ocupaba cuando le llegó la sanción –el Juzgado de lo Social 1 de Guadalajara-;
- Que cancelaran estos “antecedentes” en su expediente judicial;
y 5. Que le indemnizaran con 18.000 euros, más intereses de demora, por los perjuicios sufridos.
Estaba en su derecho, nadie se lo niega. Yo, el primero.
Respeto sus argumentaciones jurídicas.
Pero el revolcón que le han dado en la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Supremo ha sido de los que hacen historia.
De los que duelen aunque hayan pasado mil años.
Porque no han sido unos mindundis los que han desestimado su recurso contencioso-administrativo sino siete de las cabezas pensantes más brillantes de la Sala.
Permítame que recuerde sus nombres, que figuran en la sentencia: José Manuel Sieira Míguez –presidente del tribunal y de la Sala-, Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, Pedro José Yágüe Gil, Rafael Fernández Montalvo, Segundo Menéndez Pérez, Octavio Juan Herrero Pina y Octavio Juan Herrero Pina, quien fue, además, el ponente.
Una especie de “dream team” de lo contencioso-administrativo, que mira que es difícil sintetizar algo tan complicado como esto.
Pero es una buena definición.
Un “dream team” del Supremo desestima el recurso del juez Moreno Gordillo, podría ser un titular.
Ellos, como el Pleno del CGPJ, lo han visto igual de claro. Diáfano.
Lo que me preocupa es que usted no lo hubiera visto antes así de claro y por eso se atrevió a recurrir, pensando en que usted era una víctima y que el Supremo le daría finalmente la razón.
Si es así, ha sido usted protagonista de un ejercicio de autoengaño de proporciones monumentales.
Suele ocurrir. Seguro que ha tenido que ver mucho en el enfoque y la redacción del recurso; como jurista y como juez es casi inevitable. Sin hacer caso al conocido aforismo estadounidense, «el que se defiende a sí mismo tiene un tonto por cliente».
Pero lo peor no ha sido el revolcón sino que toda España se ha enterado.
Un «efecto Streissand» a la española. ¿Se acuerda?
La cantante Barbra Streissand puso una demanda para evitar que su casa de California apareciera en una web y al hacerlo llamó la atención de todos los medios de comunicación.
Consecuencia: Consiguió el efecto contrario. Todo el mundo se enteró de dónde vivía.
Si hubiera aceptado su destino, el caso habría pasado desapercibido, el Supremo no habría emitido este sentencia y yo no habría escrito esta columna.
Por eso me preocupa, sobre todo y de un modo especial -se lo digo en confidencia-, que ahora no se de cuenta, a sus 42 años, de es un tipo con suerte.
Quizá con demasiada suerte.
Y la suerte también se acaba cuando se la tienta mucho. Téngalo presente.
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