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El dilema del abogado del «Chicle»

El dilema del abogado del «Chicle»
Ramón Sierra, abogado defensor de José Enrique Abuín Gey, conocido como 'el Chicle', acusado del asesinato de Diana Quer, declarando a la puerta de los juzgados de Ribeira, A Coruña. EP.
11/1/2018 06:15
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Actualizado: 11/1/2018 11:08
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Ramón Sierra, el abogado defensor de José Enrique Abuín Gey, alias «el Chicle», autor de la muerte de la joven Diana Quer, es una buena persona y un magnífico profesional que tuvo que hacer frente a un gran dilema: ¿Fue una muerte accidental, un atropello fortuito, un error? o fue una violación seguida de homicidio o asesinato. O sólo asesinato.

El dilema lo resolvió creyendo la versión de su cliente. La del atropello fortuito.

Un dilema que jugó un papel crucial en el interrogatorio que el equipo de la UCO, con su capitán al frente, realizó al «Chicle». Porque terminó conduciéndoles hasta el pozo en el había ocultado el cadáver de la joven 494 días atrás, que estaba a 200 metros de la casa de sus padres.

Sierra hubiera podido aconsejar a su cliente que no contestara a ninguna de las preguntas.

Con dos simples palabras -«no conteste»-, el «Chicle» se habría cerrado en banda tanto ante la policía judicial de la Benemérita como ante titular del Juzgado de Instrucción nº1 de Ribeira, Félix Isaac Alonso Peláez. 

Abuín Gey habría tenido que responder, como mucho, por el intento de secuestro de la joven de Boiro, el día de la pasada Nochebuena, pero nada más.

No importaba que su esposa, Rosario Rodríguez, y sus cuñados hubieran hecho trizas su coartada diciendo que habían mentido y que esa noche no había estado con ellos. Tenían que demostrar que él la había quitado la vida.

Y eso solo se podía hacer mediante la recuperación del cadáver.

Esa era la clave.

Sierra lo facilitó, sabedor de que con ello se acabaría con la angustia de unos padres que han sufrido lo que no estaba escrito con la desaparición su ser querido.

La reforma del artículo 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, llevada a cabo a través de la Ley Orgánica 41/2015 -una transposición de la Directiva Europea 2013/48 sobre el derecho el derecho a la asistencia de letrado en los procesos penales-, le confería ese poder.

Un poder decisivo que los abogados no han tenido más que en los últimos dos años.

Porque hasta la citada reforma de la Lecrim de 2015, los abogados defensores eran meros convidados de piedra.

Durante las 72 horas en las que el sospechoso es sometido a interrogatorio en las dependencias policiales ellos meramente cumplían un papel pasivo. No podían intervenir en ningún momento.

Ni advertir a su cliente que lo que podía estar declarando podía llevarle a su ruina.

Ahora la cosa se asemeja mucho a lo que vemos en los interrogatorios de las películas estadounidenses.

«No conteste a esa pregunta», puede aconsejar.

Y se acabó.

La pantalla a negro.

LA AUTOPSIA 

Hoy jueves, el juez instructor entregará el informe de la autopsia realizada a Diana Quer.

Para Sierra habrá llegado la hora de la verdad. De su contenido dependerá que continúe al frente de la defensa del «Chicle» o que lo abandone.

Si los indicios son concluyentes, en el sentido de que no hubo agresión sexual, como le aseguró el «Chicle», Sierra continuará con él.

Si, por el contrario, las pruebas científicas demuestran que sí que fue violada, entonces el abogado abandonará su defensa.

Así de simple. Porque entenderá que el «Chicle» le había mentido desde el minuto uno.

Es cierto que los abogados no suelen preguntar a sus clientes si les están contando la verdad. Muchos asumen que lo que les cuentan es «su verdad», una versión edulcorada de lo sucedido, o que directamente les mienten.

Pero son profesionales y tienen que cumplir con su función.

Sin embargo, el caso de la muerte de la joven Diana Quer es muy especial.

El abogado defensor puede entender el error, porque entiende que el ser humano es falible. Pero no la maldad. Con eso es muy difícil trabajar y, mucho menos, convivir.

Por eso, cuando mire a los ojos a Abuín, durante la visita que realice el próximo viernes en la prisión de A Lama, en Pontevedra, donde ha sido trasladado desde la de Teixeiro, habrá llegado la hora de la verdad.

Sea la que sea, hasta ahora ha hecho un buen trabajo. El caso ha sido resuelto.

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