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Soy juez, una gran profesión

Soy juez, una gran profesión
Manuel Ruiz de Lara, titular del Juzgado de lo Mercantil 10 de Barcelona y portavoz de la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial (PCIJ).
29/4/2018 06:00
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Actualizado: 29/4/2018 12:51
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Soy Juez, junto a más de cinco mil juezas y jueces ejercemos una función esencial en el Estado de Derecho, juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, aplicar e interpretar la ley.

Elegimos esta profesión por idealismo, por una vocación de servicio público y por la firme convicción de que resulta posible cambiar las cosas y mejorar España. Ante nosotros un reto mayúsculo, el noble y difícil arte de hacer justicia, la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho.

Nadie nos colocó aquí, no debemos nuestra condición de servidores públicos a ninguna suerte de carrera política sin formación, tampoco a currículum maquillados o falsificados, mucho menos aún a la reverencia y silencio ante el líder de un partido u organización política para no perder el puesto en la foto ni por supuesto a mensajes demagógicos ni a cloacas del Estado dispuestas a herir la dignidad del ser humano para hacer realidad sus aspiraciones de poder.

Esos no somos nosotros.

Accedimos al cargo por una de las cuatro oposiciones más duras del Estado, tras años en los que sin perder el contacto con la realidad sacrificamos el valor más preciado de un ser humano, nuestro tiempo y juventud, y nos sometimos de manera voluntaria e idealista a una rígida disciplina para alcanzar una formación jurídica completa a partir de un conocimiento exhaustivo de la jurisprudencia y de las normas jurídicas en una formación permanente que se desarrolla a lo largo de toda nuestra vida profesional frente al océano que es en esencia el conocimiento jurídico.

Nuestro premio a esa disciplina fue alcanzar la condición de mileuristas en la escuela judicial, tras años sin retribución económica alguna y posteriormente un destino en algún juzgado de la geografía nacional sin medios, colapsado de trabajo y con múltiples disfunciones ante la falta de voluntad política de acometer inversiones y reformas en la administración de justicia.

Y afrontamos aún así el reto con ilusión bajo la convicción que el servicio al ciudadano es lo prioritario, supliendo con nuestro esfuerzo y tiempo personal las carencias y ataques con los que algunos obsequian a la labor jurisdiccional.

Un Poder del Estado limpio

Somos por otro lado un Poder del Estado limpio, aquí no hay casos de corrupción, aquí no se reciben comisiones ni tampoco sobres con ninguna letra.

Nuestro trabajo no se circunscribe a un mensaje simplista electoralista sino a horas que no terminan en el juzgado que continúan en casa y fines de semana para ofrecer el mejor servicio posible a España y al ciudadano.

Y no, no somos ricos, ni tenemos un futuro en consejos de administración sin curriculum que lo justifique, más bien tenemos un régimen de incompatibilidades estricto, también hacemos equilibrios para llegar a fin de mes y en la actualidad ante la falta de creación de plazas judiciales nuestras perspectivas profesionales dentro de la propia carrera judicial aparecen petrificadas.

No somos una justicia patriarcal ni matriarcal como determinados políticos o incluso determinados abogados con responsabilidades institucionales han vociferado en redes sociales de manera falaz y conscientes de su demagogia.

Simplemente aplicamos el derecho de manera imparcial.

Vivimos tiempos difíciles, huérfanos de referencias y de liderazgos ideológicos, asistimos día sí y día también a espectáculos vergonzantes y denigrantes para la democracia donde masas teledirigidas por la irresponsabilidad demagógica en unos casos o por el golpismo institucional, vociferan de manera irreflexiva sobre decisiones judiciales llegando incluso a sitiar las instituciones judiciales o algunos grupos a perseguir y señalar públicamente a Magistrados a partir de notorios ejercicios de violencia o intimidación.

Sometidos a las críticas

Nuestras decisiones deben estar sometidas a críticas jurídicas fundamentadas. S

on necesarias en un Estado de Derecho y además están sometidas a recurso. No somos héroes infalibles ni estamos investidos por ninguna aura de divinidad, sólo valoramos los hechos, los calificamos jurídicamente y resolvemos de manera imparcial e independiente a partir de una sólida formación jurídica.

A raíz de determinados casos mediáticos hemos comprobado la podredumbre en la que viven determinadas personas con responsabilidades, que no han dudado a través de redes sociales o mensajes públicos en señalar e insultar a magistrados/as y a la carrera judicial, con el único sustrato intelectual del eslogan fácil y barato.

Han llegado a cuestionar la independencia de magistrados , utilizando casos mediáticos haciendo una interpretación espúrea y genérica de un mecanismo (la recusación) que nosotros mismos aplicamos y que salvaguarda también la transparencia de nuestra función,  utilizando incluso episodios de la vida personal de miembros de la carrera judicial.

Todo vale para atacar al Poder Judicial, todo vale a partir de la falta de escrúpulos.

Lo anterior no es sólo un ejercicio de inanición intelectual, bien por mala fe o bien por evidente incapacidad, sino que además es la consagración del cinismo. Tratan de confundir la Independencia de los jueces y magistrados en el ejercicio de su jurisdicción con la politización del CGPJ, de la que ellos son responsables y cuya elección han convertido en una farsa institucional repartiéndose el pastel.

Tampoco en esto la carrera judicial actúa igual.

Reivindicamos las reformas legales necesarias para erradicar cualquier posibilidad de injerencia en el Poder Judicial, mostramos una visión crítica sobre determinados nombramientos del CGPJ para reclamar que se mejore la motivación de los mismos y la adecuación a los principios de mayor mérito y capacidad.

Poder judicial como baluarte

La Judicatura es un cuerpo limpio y valiente, independiente y además muchos de nosotros partimos de una visión crítica de nuestra función y de la organización de la carrera judicial. Denunciamos públicamente en base a informes motivados si el CGPJ no ajusta la elección de los escasos cargos discrecionales que existen en la carrera a la necesaria transparencia y motivación.

Y lo hacemos aún a costa de sufrir represalias disciplinarias surrealistas o ataques infundados.

No somos corporativos sino que muy al contrario esa denuncia por mejorar el sistema nos cuesta a veces los inertes ataques de quienes desde dentro de la propia carrera siembran dudas de manera deshonesta sobre nuestras intenciones o actividades altruistas privadas, ya sea por meros celos profesionales o por evidentes complejos.

El Poder Judicial se ha erigido como el verdadero baluarte que ha sostenido el Estado de Derecho en España frente a los intentos de golpes de estado institucionales que se han perpetrado recientemente.

La ciudadanía debe sentirse orgullosa de la carrera judicial por su ejercicio jurisdiccional y también por su labor reivindicativa de mejoras y reformas legales para preservar nuestra independencia.

La ciudadanía debe salir a la calle sí, pero a arropar las concentraciones y reivindicaciones promovidas por la valiente labor de las asociaciones judiciales y de jueces no asociados, que tendrán lugar las próximas semanas y a oponerse a los intentos de interferencia que desde el poder político se dirigen contra la Independencia del Poder Judicial, que no es sino la garantía de los derechos de los ciudadanos.

Los ciudadanos deben estar muy orgullosos de su Poder Judicial por la honestidad, independencia e imparcialidad sobradamente demostrada.

Su único patrimonio radica en el honor, en la libertad de expresión y en una vocación infinita por la profesión que amamos y ejercemos con absoluta independencia.

En esos postulados radicará nuestra vida y los defenderemos en un firme servicio a España, le pese a quien le pese y nos cueste lo que nos cueste.

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