Consuelo Ordóñez: ‘En el País Vasco y en Navarra, aunque ya no nos matan, siguen secuestrando nuestra libertad’
Consuelo Ordoñez (COVITE), en una manifestación en Alsasua que calificaba de "montaje mediático y policial" la "versión oficial" respecto a la agresión a dos guardias civiles en la localidad, en la que se plantó junto a otras tres víctimas con carteles en los que se leía 'Odio fuera', 'Guardia Civil. Seguid aquí', 'Sólo sobran los violentos' y 'Sin pistolas no sois nadie'. Foto: EP

Consuelo Ordóñez: ‘En el País Vasco y en Navarra, aunque ya no nos matan, siguen secuestrando nuestra libertad’

La presidenta de COVITE y la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa han sido premiadas esta semana por su lucha contra ETA
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28/10/2018 06:16
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Actualizado: 28/10/2018 11:24
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Consuelo Ordóñez, hermana del concejal del PP vasco Gregorio Ordóñez asesinado por ETA en 1995, y presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite), ha recibido esta semana el premio Eugenio Ruano Casanova pro Derechos Humanos en reconocimiento a sus 23 años de activismo contra ETA y su entorno, y la defensa de la dignidad de las víctimas del terrorismo.

Este pasado jueves, la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid ha otorgado a la presidenta de Covite y a la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa este destacado galardón que lleva el nombre de un estudiante de Derecho de esa universidad que murió con 25 años víctima de la Brigada Político Social en enero de 1969.

La entrega del X Premio Enrique Ruano Casanova a la presidenta de COVITE, Consuelo Ordóñez (a la derecha), y a la europarlamentaria Maite Pagazaurtundúa. / Covite

Lo entrega anualmente a personalidades que han tenido un papel significativo en la lucha por los derechos humanos. Este año es la décima edición. En la anterior, el premio recayó en el opositor venezolano Leopoldo López, que no pudo acudir a recogerlo por encontrarse privado de libertad en su país. En representación suya fue su padre, Leopoldo López Gil, que recibió el galardón de manos del expresidente del Gobierno Felipe González.

El filósofo guipuzcoano Fernando Savater ha sido el encargado de realizar la ‘laudatio’ de Ordóñez y Pagazaurtundúa. Ha destacado que ambas “han abanderado la lucha contra el terrorismo de ETA en el País Vasco. Han sido, y siguen siendo, muy necesarias”.

Savater ha abogado porque se siga manteniendo el discurso frente a la violencia, frente al terrorismo, las consecuencias de éste, y frente a los que han sacado beneficio, porque el terrorismo es malo, pero también la rentabilización que otros hacen después.

Un ejemplo reciente de la batalla de Consuelo Ordóñez y Maite Pagazaurtundúa. Así reaccionaron después de que el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, hiciera un alegato por el regreso de los «presos políticos» de ETA a las cárceles del País Vasco:

Consuelo Ordóñez ha manifestado en este acto que el hecho de que colectivos víctimas del terrorismo, como Covite, sigan existiendo dos décadas después de fundarse pone de manifiesto que aún “hay tareas pendientes” que merecen el compromiso de todos.

“En el País Vasco y en Navarra, aunque ya no nos matan, siguen secuestrando nuestra libertad”, ha denunciado Ordóñez, y ha criticado que “una parte de la sociedad, radicalizada, ha asumido los postulados de la banda terrorista y llega, incluso, a rendir honores a los terroristas excarcelados”.

Además, ha acusado a «otra parte, bastante amplia», de participar «de esa equidistancia, de esa falsa gramática del conflicto y del impúdico reparto de responsabilidades», y mientras tanto, «el nacionalismo vasco dominante y gobernante se afana en lograr la exculpación en torno a los antiguos miembros de ETA frente al resto de la sociedad”.

Ordóñez ha denunciado que para ello, el nacionalismo “promueve una visión del pasado donde todos fuimos culpables, -y entonces, parafraseando a Hana Arendt, “nadie lo es”-, y “todos fuimos víctimas, porque todos sufrimos, con independencia de los motivos”.

También ha destacado “la importancia de la deslegitimación social de ETA, tarea pendiente en los tiempos actuales, en los que el entorno radical reivindica sus postulados en calles e instituciones”.

Ordóñez ha asegurado que si han dejado de matar «no es porque hayan renunciado a su ideología o proyecto político», sino «por razones estratégicas», porque «ahora les es más rentable perseguir sus fines por medios no violentos”.

Ante esta situación, la presidenta del Covite ha afirmado que “para los militantes de la libertad, solo hay una opción: continuar”, y ha instado a seguir luchando contra los objetivos de ETA, y dar la batalla.

Ordóñez ha recordado en su discurso a los primeros activistas que iniciaron la rebelión cívica contra ETA, por los años 90, y ha dicho que el premio no hubiera sido posible sin la inspiración que le transmitieron esos compañeros de la plataforma ¡Basta ya!, algunos de los cuales fueron después asesinados por la banda terrorista.

Ha contado que ella no supo lo que era el activismo hasta que ETA mató a su hermano. “Desde entonces, salir a la calle, codearme con la primera línea del activismo, se convirtió en mi vía de escape, en mi mejor estrategia para sobrellevar el duelo. Tenía que recoger el testigo de mi hermano en su lucha por los derechos más básicos. Se lo debía”, ha explicado.

Según ha relatado, unos meses después de su asesinato, comenzó a ir a las concentraciones que pedían la liberación del secuestrado de turno, que se celebraban muy cerca de su casa, en la Paloma de la Paz, e iba sola.

“Yo estaba en pleno duelo y aquellas tardes parecían ahondar en el horror. Cuando salíamos a la calle, los proetarras convocaban una contramanifestación: a un lado, nosotros, en silencio; al otro, una jauría gritando: ETA mátalos. Y justo después, comenzaba la lluvia de piedras, tornillos y hasta tapas de alcantarillas”, ha rememorado.

También ha contado que en esa batalla cívica que hubo un día clave: el 7 de septiembre de 1995, cuando una de esas piedras le abrió la cabeza. “Esa piedra significó el comienzo mi trayectoria de activista, ya que me convirtió en una persona pública, dio el pistoletazo de salida de una campaña de acoso del entorno de ETA hacia mi persona”, ha explicado.

Ordóñez ha reconocido que en la adversidad, se curtió y se creció. “Que los radicales me odiaran significaba que les recordaba a mi hermano”, ha manifestado, al tiempo que ha destacado que “él sí fue un luchador incansable por la democracia y la pluralidad ideológica en el País Vasco y estaba contagiando su valentía a miles de vascos”por eso precisamente ETA lo asesinó, porque “no podían permitirse que estuviera transformando esa sociedad que ellos dominaban por completo”.

Consuelo Ordóñez ha dicho que durante muchos años, en el País Vasco, donde muchos optaron por llevar una vida tranquila y llena de comodidades simplemente guardando silencio, hubo quienes «optaron por colocar su dignidad por encima de su miedo», y se posicionaron del lado de las víctimas del terrorismo «en un momento y en un lugar en el que hacerlo significaba poner en riesgo su propia vida».

Ha rememorado emocionada cómo en esas manifestaciones conoció a «los mejores ciudadanos del País Vasco: a los más valientes, a los más íntegros y a los más dignos”, con los que se ha movilizado en la calle y en foros clamando contra el terrorismo, reivindicando las libertades y defendiendo el Estado de derecho “frente al nacionalismo obligatorio que se pretendía imponer en el País Vasco”.

Y ha subrayado que “la cobardía es contagiosa, pero la valentía también lo es” y que con este grupo de ciudadanos «valientes y dignos» formó parte de un colectivo al que llamaron ¡Basta ya!

Según ha contado, era un grito dirigido a los terroristas de ETA, con el que pedían que dejaran de matarlos, de herirlos, de perseguirlos, de amenazarlos y de secuestrarlos, pero también se lo lanzaban al resto de ciudadanos que miraban hacia otro lado ante el terrorismo.

“Les queríamos recordar que, en ese pequeño rincón del norte de España, una banda terrorista arropada por una red de organizaciones sociales y políticas estaba infundiendo el terror. Que ahí se estaban cometiendo verdaderos ataques a los derechos humanos”, ha explicado.

También ha recordado que el hecho de atreverse a fundar y a pertenecer a esta asociación les convirtió casi inmediatamente en objetivos de ETA, y que compañeros activistas y miembros del colectivo fueron asesinados.

La presidenta de Covite ha recordado a Fernando Buesa, José Luis López de Lacalle, y a Joseba Pagazaurtundúa -hermano de Maite- de quien ha dicho que “encarnaba la definición de hombre bueno y comprometido, de alguien que sabía que lo iban a matar y ni siquiera por eso dio un paso atrás”.

Además, ha señalado que otros miembros de la plataforma resultaron heridos, como José Ramón Recalde, y otros se convirtieron en desterrados forzosos de su propia tierra, como es el caso de Cristina Cuesta, Fernando Savater o de ella misma.

Ordóñez ha narrado que unos años antes del destierro, en 1998, tres mujeres familiares de víctimas del terrorismo, Teresa Díaz Bada, Cristina Cuesta y ella fundaron COVITE y que el hecho de que dos décadas después sigan existiendo y trabajando con todas sus fuerzas solo puede implicar que hay tareas pendientes que merecen su compromiso.

“Y desde hoy me empuja también esa lucha este premio con el nombre de Enrique Ruano”, ha sentenciado.

Para terminar, ha hecho hincapié en que los principios democráticos son los únicos que nos garantizan la libertad y, mientras se sigan defendiendo valores antidemocráticos en las instituciones y en las calles, “nuestra libertad seguirá secuestrada”.

“Mientras no hayamos ganado la batalla de la libertad, ¿quién nos garantiza que la historia no se repita?”, ha expresado.

Por ello, ha insistido en que hay todavía mucho por lo que luchar, pero, afortunadamente, también hay muchas personas dispuestas a hacerlo.

Consuelo Ordóñez ha dedicado su premio a los activistas que ha conocido a lo largo de su vida, “incansables en la defensa de su causa, incorruptibles hasta en las más difíciles de las circunstancias y firmes en su compromiso con la libertad”./ Covite

“Hace 23 años recogí el testigo de mi hermano. Hoy recojo el de Enrique Ruano y los valores asociados al galardón que lleva su nombre. Hoy me comprometo a mirarme en sus respectivos espejos. De ellos, y de los activistas que me topé en el momento más duro, he aprendido que la defensa de la libertad es, más que una causa, una forma de vida. Hoy os digo que continuaré en la lucha. Cuento con vosotros”, ha concluido diciendo.

El decano de la facultad de Derecho, Faustino Martínez, ha clausurado el acto advirtiendo que “para que el mal triunfe, solo hace falta que los buenos callen”, y ha destacado que tanto Consuelo Ordóñez como Maite Pagazaurtundúa “combaten el mal con su palabra, rompiendo el silencio y desenmascarando las mentiras”.

Tras el premio, Consuelo Ordóñez prosigue con su lucha. Lo último de lo que ha advertido ha sido que quiénes quieren despenalizar el delito de enaltecimiento del terrorismo, sólo puede ser “porque quieren enaltecerlo impunemente”.

Fue el 23 de enero de hace 23 años cuando ETA asesinó a su hermano en San Sebastián.

Un encapuchado se acercó por detrás mientras almorzaba en un bar de la capital donostiarra (La Cepa) con varios compañeros del partido, María San Gil, Enrique Villar e Iciar Urtasun. El asesino le atravesó la cabeza de un disparo.

Gregorio Ordóñez era teniente de alcalde del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián, tenía 36 años, estaba casado con Ana Iríbar y tenía un hijo de 14 meses.

Los etarras Francisco Javier García Gaztelu, Juan Ramón Carasatorre Aldaz y Valentín Lasarte Oliden, del llamado Comando Donosti, fueron condenados por su asesinato. En marzo de 2015 quedó libre Lasarte, tras cumplir 18 años.

Un repaso a la vida política y personal de Gregorio Ordóñez, en un vídeo homenaje elaborado por Iñaki Arteta en el que Javier Ordóñez, único hijo del político asesinado, narra en voz en off cómo fue su padre y la influencia que sigue teniendo sobre él, pese a que la banda terrorista ETA le privó de su presencia y de la posibilidad de «tener recuerdos de una vida con él»:

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