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La batalla de Madrid

La batalla de Madrid
Ángel Gabilondo, a quien se refiere el profesor Tomás Merina Ortega en su columna. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
03/9/2019 06:15
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Actualizado: 03/9/2019 21:03
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La izquierda de la Comunidad de Madrid no ha conseguido apartar al PP del gobierno tras una legislatura, absolutamente desquiciante para el partido de Génova, en la que se sucedieron tres presidentes populares.

La primera (Cristina Cifuentes) se vio obligada a dimitir tras el escándalo de la falsificación de su expediente académico y el segundo dimitió para pasarse al enemigo (Ciudadanos).

Entre tanto ingresaron en prisión el anterior presidente (Ignacio González) y el vicepresidente (Francisco Granados). Los otros dos ex presidentes (Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón) se han paseado por los telediarios y juzgados, ora como investigados, ora como procesados.

Todo el PP de Madrid ha despedido un tremendo hedor a cleptocracia y espionaje traicionero de unos a otros. A pesar de todo ello, una candidata poco conocida ha conseguido mantener el puesto en la presidencia de mayor relumbrón del PP (junto con la presidencia de Andalucía).

Los líderes de la izquierda, Ángel Gabilondo e Íñigo Errejón, no han realizado (públicamente) el más mínimo análisis de las causas de ese fracaso. En el debate de investidura han continuado con idénticos argumentos a los que reiteradamente el electorado no ha escuchado.

Tanto Gabilondo como Errejón eran buenos candidatos.

Los dos muy conocidos, con años de televisión y portadas de prensa a sus espaldas.

Ambos con un elevado nivel intelectual; el primero con experiencia de gobierno con Rodríguez Zapatero, el segundo con bastante tirón entre los votantes más jóvenes.

Pero no fue suficiente que dos buenos políticos, frente a un PP tremendamente desgastado y derrotado en las generales, unas semanas antes, para obtener el gobierno de la Comunidad.

Aunque la actualidad política española es más sorprendente que la imaginación más fértil, no parece fácil que se vuelvan a presentar tan buenas condiciones para la victoria.

Si no fue un error la elección de los candidatos, ni se  enfrentaron a un rival fuerte y ascendente; a esa silla solo le falta una pata, ha tenido que ser el programa (que diría Julio Anguita).

Las propuestas que hacen los candidatos de izquierdas a los madrileños obtienen muchos votos, pero insuficientes para formar gobierno después de más de dos décadas en la oposición.

Uno de los argumentos preferidos de los líderes izquierdistas madrileños se refiere al deterioro de los servicios públicos a causa de los recortes o la mala gestión.

Pero la realidad es tozuda y Madrid tiene los mejores servicios de educación y sanidad (pública y privada) de todo el país.

Los madrileños saben que son muchos los españoles que se desplazan a la capital para tratarse en algún centro sanitario o para estudiar en alguna de sus universidades o colegios.

Por el contrario son muy pocos los que abandonan el territorio para buscar, en el resto de las Comunidades Autónomas, una mejora en sanidad o en educación.

La izquierda se ha empeñado en defender que las lavanderías de los hospitales deberían estar atendidas por personal propio de la Consejería; la mayoría de los madrileños, parecen entender que la calidad de los hospitales no viene dada por la vinculación laboral del personal de limpieza, lavandería o cafetería.

A Madrid se quieren trasladar los mejores especialistas del país, en otras Comunidades tienen problemas graves de falta de personal facultativo.

Las universidades madrileñas están repletas de estudiantes de todas las latitudes, tanto en áreas de humanidades, como en áreas sociales o científicas.

Vuelven a ser muy minoritarios los que se desplazan a otras ciudades buscando una mejor calidad.

La realidad es tozuda. Otra cosa es que se quiera ver.

Después están los impuestos.

Gabilondo se ha esforzado en convencer a los madrileños de la bondad del impuesto de sucesiones.

Ruiz-Jarabo (ex director de la Agencia Tributaria) explica que este tributo tiene su origen en una época de hacienda raquítica en la que se aprovechaba la defunción para cobrar sí o sí.

En su opinión hoy cuando se grava, a valores reales, la compra, la posesión y cualquier transmisión, es desmesurado continuar cobrando después de fallecer.

Por último, el partido socialista obtiene tradicionalmente buenos resultados en Andalucía, Extremadura o Castilla la Mancha, comunidades con un porcentaje importante en poblaciones rurales y quizá arrastre equipos y hábitos de estos territorios, pero la izquierda parece olvidar que Madrid no tiene población rural, o es muy reducida.

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