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El ministro Grande-Marlaska ha hecho lo mismo que el coronel Saito en «El puente sobre el río Kwai»

El ministro Grande-Marlaska ha hecho lo mismo que el coronel Saito en «El puente sobre el río Kwai»
El profesor Felicísimo Valbuena, uno de los grandes analistas de comunicación y catedrático emérito de Periodismo, analiza a Grande-Marlaska y lo sucedido con el cese del coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, comparándola con la estrategia del coronel Saito, en la película "El puente sobre el río Kwai", sobre la que él trata en su curso Estrategias y Tácticas de Negociación.
27/5/2020 14:54
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Actualizado: 27/5/2020 14:54
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Estaba siguiendo la rueda del ministro Fernando Grande-Marlaska de ayer e iba insertando sus afirmaciones en una técnica que he explicado durante años en mi curso cuatrimestral de Estrategias y Tácticas de Negociación.

Y durante muchos más años, en Empresas e Instituciones.

Después, un amigo me ha escrito un «WhatsaApp» diciendo: “No te pierdas esta noche «El puente sobre el río Kwai», en La 2.

Quien haya leído hasta aquí, se preguntará: “El comienzo suena pretencioso y la continuación, desconcertante. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?”.

Sencillamente, que no todos los días se nos presenta una coincidencia.

Y escribo esta columna para explicar la que viví ayer.

LA TÉCNICA DE LA RETIRADA SUAVE 

Resulta que he ilustrado, y sigo ilustrando, la Negociación con escenas y secuencias de muchas películas. Entre ellas, «El puente sobre el río Kwai».

Más en concreto, para explicar la técnica de presión denominada “Retirada suave”.

En resumen, esta técnica consiste en que, si a un negociador le sorprenden en una situación muy difícil e, incluso, en una derrota, lo mejor que puede hacer es retroceder para estudiar cómo conseguir una situación más favorable.

Pondré un ejemplo:

Estaba yo un día cenando en el restaurante de un hotel cuando en la mesa de al lado el padre y la madre de dos niños pidieron como postre fresas con nata: ellos, helado.

Cuando el camarero trajo las fresas con nata, ellos le volvieron a llamar al cabo de unos minutos, mostrándoles que la nata no estaba en buenas condiciones. El camarero les respondió que él no veía nada malo en la nata.

Se enzarzaron en una discusión y pidieron el libro de reclamaciones.

Acudió el maître con el libro y empezó dándoles las gracias, porque clientes como ellos eran los ojos y los oídos del Hotel. Después, les dijo que el Hotel estaba encantado en no pasarles el cargo de la cena; es más, les dijo que la directora del Hotel estaba encantada en no pasarles los gastos de los dos días que les faltaba para abandonar el Hotel.

Cuando acabaron de hablar, él les pidió que escribieran su opinión en el libro de reclamaciones. Ellos dijeron que no hacía falta.

Si el maître no se hubiera presentado, los clientes se hubieran desahogado por escrito, la nota hubiera ido a la central de esos hoteles, la directora tendría una falta en su expediente,,, y así sucesivamente.

EL CORONEL SAITO Y SU OBLIGADA CLEMENCIA 

En la película «El puente sobre el río Kwai», el coronel Saito está al mando de un campo de concentración de prisioneros ingleses. Se enfrenta a un gran problema: sus superiores le han ordenado que construya un puente sobre el río Kwai y le han fijado una fecha.

El coronel Nicholson, que manda sobre los soldados ingleses, se niega a que los oficiales realicen trabajos manuales porque lo prohíbe la Convención de Ginebra.

Su técnica de hechos consumados le llevan a él y a sus oficiales a celdas de castigo, en unas condiciones penosas.

Los días avanzan y los soldados ingleses boicotean la construcción del puente. El coronel Saito invita a cenar al coronel Nicholson y está muy amable con él.

Sin embargo, cuando parece que van a llegar a un acuerdo, Saito no logra dominar su ira y la negociación acaba mal.

Por fin, como la situación se está volviendo imposible para Saito, éste convoca de nuevo a Nicholson,

– Saito. Por favor, ¿sabe usted qué fecha es hoy, coronel?

– Nicholson. He perdido la noción del tiempo.

– Saito. Es el aniversario de nuestra gran victoria sobre los rusos, en 1905.

– Nicholson. ¡Ah!

– Saito. En todo el Este de Asia celebramos este día. En conmemoración de aquella victoria he concedido a los hombres un día de descanso.

– Nicholson. Muchas gracias.

– Saito. Y he concedido también una amnistía general. Usted y sus oficiales pueden volver a sus pabellones. Como complemento de la amnistía, le comunico que no será imprescindible que los oficiales efectúen trabajos manuales.

La música aumenta la euforia de los ingleses en el campo. Pero cuando la música cesa, vemos a Saito, solo en su habitación, golpeándose la cabeza con las manos.

A pesar de su desesperación, Saito ha sabido transformar una derrota en un acto de generosidad, aludiendo a una victoria del pasado.

Ha concedido la amnistía porque no le quedaba más remedio y seguramente porque sus superiores se la han indicado o autorizado. Y a partir de ese momento, avanza la construcción del puente y se produce lo que años después se denominaría «coexistencia pacífica».

LA RUEDA DE PRENSA DE GRANDE-MARLASKA: MILLONES PARA GUARDIAS CIVILES Y POLICÍAS 

Entonces, ¿qué ocurrió ayer en la rueda de prensa? Que el ministro Grande-Marlaska no se refirió al gran problema que tenía: un clima hostil.

Desde que llegó al Ministerio, él ha protagonizado una serie de incidentes muy variados que le han  llevado a estar en malas relaciones con los policías, los guardias civiles, los partidos de la oposición, la magistrada que lleva un caso políticamente muy sensible sobre la responsabilidad del delegado del Gobierno en Madrid en la marcha del 8 de marzo y hasta Marlaska ha sido cuestionado, en todo o en parte, por las cuatro asociaciones judiciales.

El director de Confilegal, Carlos Berbell, explicó ayer los detalles de este caso, y a su columna me remito.

Prefiero comparar la situación de Grande-Marlaska con la del coronel Saito.

Éste, con su voz tan obsequiosa; Marlaska, como Johan Cruyff, que parecía dotado del don de la clarividencia. Recibía un gol el Barcelona y le acercaban los micrófonos. “Sí, lo tenía previsto”.

Le marcaban el segundo y repetía que lo tenía previsto. También, que su equipo empatase o, incluso que perdiese.

Él sabía lo que iba a ocurrir. Marlaska quiere que los españoles crean que él ya tenía previsto la gran medida gubernamental de los cientos de millones.

Marlaska no tiene la total seguridad en sí mismo que derrochaba Cruyff. Entre otras cosas, porque el entrenador holandés se atrevía a criticar una y otra vez a la directiva, para dejar claro quién mandaba en el club.

EL GOBIERNO, DE MOMENTO, SALVA UNA CRISIS. EL SINDICATO JUPOL, GRAN VENCEDOR DEL ESCÁNDALO MARLASKA 

El ministro del Interior ha tenido la gran suerte, la inmensa suerte, de que el Gobierno no podía seguir encadenando más escándalos.

Y eso ha tenido un precio que sólo el presidente Sánchez puede permitirse: Varios cientos de millones de euros para la equiparación salarial de la Guardia Civil y de la Policía con las policías autónomas.

Ni los presidentes autonómicos han conseguido lo que los guardias civiles y los policías.

¿Cuántos meses llevan reclamando que el Gobierno les pague lo que les debe? La ministra de Hacienda sostiene que es el Ministerio el que sabe mejor administrar ese dinero. Policías y guardias civiles llevaban años reclamando esa equiparación.

Incluso, han llegado a manifestarse ante el chalé de Pablo Iglesias.

Al final, el coronel Nicholson de Grande-Marlaska-Saito ha sido el sindicato Jupol (antes llamado Jusapol) y, en consecuencia, todos los policías y guardias civiles.

Hizo una campaña intensiva a favor de la equiparación salarial, incluso con manifestaciones en Barcelona. Se presentó a las elecciones sindicales y, como suele decirse, barrió.

Ahora, con la victoria que le ha otorgado el Gobierno y si sabe administrar el éxito, le espera un gran futuro. Este sindicato necesita dirigentes que tengan la cabeza fría. Las emociones desatadas son perjudiciales en políticas.

EL GRAN PROBLEMA DE GRANDE-MARLASKA: HACE DEMASIADO RUIDO; PARECE QUE NO SABE MUY BIEN QUIÉN ES 

El gran problema de Grande-Marlaska es que él se piensa que los contribuyentes se van a creer lo que él dice.

Lo tiene muy difícil. Mucho.

Algunos periodistas que asisten a una rueda de prensa pueden reproducir después lo que ha dicho el ministro.

Es decir, pueden limitarse a transmitir la información.  Otros pueden tomar pocas notas y dedicarse a observar la conducta no verbal del ministro y captar las inconsecuencias de sus respuestas.

Llegarán muy lejos en periodismo.

Sencillamente, porque cumplen con su vocación de periodistas: Captan el ruido que produce el ministro y transforman ese ruido en información para los contribuyentes.

En la vida, hay muchas veces en que el ruido es mucho más importante que la información.

¿Cuándo aprendemos algo sobre cómo funcionan los aparatos que tenemos en casa? Cuando se averían.

Entonces, viene el técnico y le preguntamos por qué el aparato ha dejado de funcionar.

Él nos lo explica, y nosotros aprendemos.

Normalmente, mientras los aparatos funcionan, aprendemos poco, porque no los vemos desmontados.

El comportamiento errático de Grande-Marlaska puede hundir sus raíces en algo tan simple como esto: Siendo juez, levantaba el teléfono y se le ponía, con voz educada, desde un general a un alcalde.

DOMINAR LA IRA 

Como hay médicos que se acostumbran a que muchos pacientes estén asustados ante el doctor porque saben que el médico conoce el remedio de sus males.

Los pacientes no se dan cuenta del tremendo detalle de que médicos que saben todo sobre las enfermedades, acaban criando malvas, como todos los humanos.

Los contribuyentes también saben que un/a juez/a puede mandarte a la cárcel.

Después, puedes salir de la cárcel porque se demuestra que el juez ha cometido un error, aunque nadie le haga pagar las consecuencias.

Ese saborear el poder en sus aspectos más toscos, parece que ha causado el tremendo detalle de que el ministro Grande-Marlaska no domine su ira. Convendría que tomase un curso para controlarla y para saber quién es realmente él mismo.

Un ministro del Interior debe ser prudente, y Grande-Marlaska no lo es.

Por mucho que luego hable y lea unos papeles que lleva escritos.

Quizá unos cientos de millones hayan cerrado, de momento, el boquete que, al no dominar su ira o su concepción tan somera sobre el poder, Grande-Marlaska ha abierto al Gobierno.

Lo peor es la imagen borrosa que él proyecta.

Como si fuera un reloj sin manecillas.

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