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En custodia compartida un padre no es una madre 2.0

En custodia compartida un padre no es una madre 2.0
El abogado José Luis Sariego Morillo, autor de esta columna.
30/5/2020 06:45
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Actualizado: 29/5/2020 23:30
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Si te esfuerzas, podrás ser lo que tú quieras. Si te esfuerzas, podrás lograr lo que te propongas. Pero debes saber que, si te esfuerzas, a veces la vida, te da una patada en el culo.

Esto me dijo una vez mi padre

A veces, sólo un padre puede enseñarte cosas como estas. Porque la visión del mundo de un padre no es igual a la de una madre.

He comprobado que demasiados juristas, e incluso los psicólogos de los Juzgados, juzgan a los padres, bajo patrones femeninos. Esto es, se les exige a los padres que tengan cualidades maternales, cuando no son madres, sino padres.

En cada demanda y en cada resolución judicial de custodia, incluso en las leyes, no hay un solo dato sobre el valor que aporta a la vida de un niño la presencia, la educación, los valores, la seguridad, etcétera, que aporta un padre en su vida.

Cuando se otorga una custodia compartida, es como si se otorgasen dos custodias maternas. Lo que se valora en nombre del interés del menor, casi siempre tiene mucho que ver con la existencia de valores femeninos o cualidades maternales.

Así la famosa sentencia del Tribunal Supremo 5710/2013 de 25 de noviembre de 2013 [i] nos dice que: «Con reiteración ha señalado esta Sala, tales como la práctica anterior de los progenitores en sus relaciones con el menor y sus aptitudes personales; los deseos manifestados por los menores competentes; el número de hijos; el cumplimiento por parte de los progenitores de sus deberes en relación con los hijos y el respeto mutuo en sus relaciones personales».

Se habla de los deberes de los progenitores para con los hijos y las prácticas anteriores, e incluso el deseo de los hijos, pero nunca se valora por ejemplo que el padre trabaja muchas horas más fuera de casa, para ofrecer a sus hijos una mejor educación (actividades extras) o una mejor calidad de vida.

Siempre se valora a los padres, bajo un prisma que no deja de ser muy sexista, como es el hecho de que el padre cumpla con roles tradicionalmente maternos, pero a las madres nunca se les exige que cumplan con roles tradicionalmente paternos.

Por ejemplo, se exige que los padres tengan un permiso de paternidad igual al de las madres, cuando son las madres las que necesitan más tiempo para recuperarse del parto, y de la tarea inicial de la lactancia.

O se valora que un padre haya pedido un permiso parental.

¿Cómo sustituye un padre a una madre en el puerperio o en la lactancia?

Pero voy más allá: ¿Por qué no se exige cubrir las necesidades que tiene un hijo de su figura paterna?

Por ejemplo, esa necesidad de tener una figura paterna en la vida de los hijos de la que hablan los psicólogos que han estudiado sobre ello. Los padres no son madres 2.0. Son padres.

Los niños necesitan tanto a un padre como a una madre, presentes ambos en sus vidas.

La psicología nos explica que hay diferencias entre lo que un niño necesita de su padre o de su madre. Los que son padres o madres saben de lo que hablo.

Es fácil comprobar en nuestra vida diaria que cada rol parental aporta cosas diferentes a los hijos. Incluso cuando aportan la misma cosa, como trasmitir seguridad por ejemplo, lo hacemos de forma diferente, según seas padre o madre.

La influencia de una figura materna y de una figura paterna en la vida de un niño, le ofrece a este un equilibrio que nunca puede ofrecer una paternidad o maternidad en solitario.

Son más de 1.000 los estudios científicos que lo afirman.

En los juicios y por los psicólogos judiciales se suele preguntar a los padres por el nombre del médico de su hijo, o cuándo fue la última vez que fue al dentista.

Incluso el nombre de los profesores, asistencia a tutorías y las calificaciones de los hijos.

Pero, ¿realmente este tipo de datos aporta información para saber si es un buen padre?

¿O una buena madre?

LO QUE LE PREGUNTO A LOS PADRES 

Yo suelo preguntar a padres y madres, cuando el juez me lo permite, cosas tales como:

¿Qué superpoder tiene su hijo/a?

¿Cuál es la canción preferida de su hijo/a?

¿A qué le tiene miedo su hijo/a?

¿Qué columpio le gusta más?

¿Cuál es su color preferido?

¿Qué hace Ud. cuando su hijo/a está triste?

Cuando pinta ¿Qué le gusta pintar?

¿Qué cosa le gusta hacer con Ud.?

¿Cuál es la última cosa que le ha enseñado a su hijo?

Y cosas por el estilo

Con este tipo de preguntas, uno puede ver la inseguridad que sentimos todos los padres y madres, cuando nos hacen este tipo de preguntas sobre nuestros hijos.

Las respuestas a este tipo de preguntas, en un juicio, nos dan una idea muy clara de quién es quién para la vida del niño cuya custodia se discute.

Compruebo con asombro que, cuando algunos jueces me han dejado ir por ese camino, los padres y las madres contestan de forma muy diferente a las mismas preguntas.

Pero lo más mágico de todo eso es descubrir que todas las respuestas son necesarias para la vida de un niño.

Las que da el padre y las que da la madre. Porque un niño necesita no sólo a su padre y a su madre, sino que necesita la diferente visión que ambos tienen del mundo.

SER PADRE ES SER DIFERENTE DE SER MADRE 

Esta es la magia del complemento que produce ese equilibrio que tienen los niños que crecen con un padre y una madre (o dos padres del mismo sexo).

Si existe una forma de ser padre, es muy diferente a la de ser madre.

Un niño no necesita dos madres iguales, ya que incluso en las parejas de dos mamás, hemos comprobado que se reparten roles de cuidado y educación de los hijos de forma asimétrica y diferenciada.

Los niños, no solo necesitan a ambos progenitores, sino que necesitan ambos vínculos afectivos y un reparto equilibrado de dichos vínculos. El reparto de tareas no significa necesariamente que los padres deben hacer todo lo que hace una madre y viceversa.

El reparto de tareas es algo mucho más complejo, pero que aún ni los legisladores ni los jueces han sabido dar una respuesta que sirva para que los niños vivan en un entorno más sano.

Los niños, para crecer sanos y seguros, necesitan a sus figuras de apego cerca y con tiempo para ello. Los regímenes de visitas estándar no garantizan en absoluto que estos apegos se desarrollen con normalidad.

Se nota mucho cuando me encuentro a operadores jurídicos que han tenido una infancia sana de los que no la han tenido. Incluso se nota mucho más en aquellos que no han terminado de superar traumas de sus infancias.

Muchos juristas dejan traslucir qué infancia han tenido y qué piensan de la paternidad y de la maternidad, a la hora de redactar una ley, una demanda o una sentencia judicial.

Jueces a los que se les nota demasiado que su padre estuvo ausente en sus vidas y que el rol materno era el del cuidador principal. Abogadas que crecieron sin padre o con un padre poco afectivo, a la hora de plantear la custodia exclusiva materna.

De alguna forma, todos los juristas tenemos nuestros propios fantasmas de la infancia, pero en los casos de custodia, aquellos salen a la luz más a menudo de lo necesario.

Pero también los hay que han tenido una infancia feliz o que han madurado de forma sana y que tienen una idea más clara de lo que necesita un niño cuando sus padres se divorcian.

Estos últimos son de los míos. Los que priman las necesidades de los niños, sin proyectar sus fantasmas en los progenitores que van a su despacho o juzgado.

Me congratula que cada vez haya más operadores jurídicos a favor de la custodia compartida, como modelo preferente para garantizar una infancia más feliz a los niños cuyos padres se separan y/o divorcian.

Y todo esto es porque no puedo dejar de pensar en esos niños y niñas que abandonan los estudios, o los que se drogan, o los que beben alcohol precozmente, o los que acosan a otros niños en el colegio, o los que se suicidan en la adolescencia, o los que deliquen.

Como digo, no puedo dejar de pensar en que la inmensa mayoría de estos niños y niñas tienen una cosa en común: Han crecido sin padre.

No dejo de pensar que en España, se estima que 2 de cada 5 niños está creciendo sin padre.

Tampoco puedo dejar de pensar en esos niños cuyas madres lucharon fervientemente por sus custodias exclusivas de sus hijos, y que cuando estos son adolescentes, los mandan con el padre, porque no pueden con ellos.

Precisamente, porque crecieron en un entorno sin el equilibrio necesario que necesita todo niño en una custodia compartida, paritaria y complementaria.

[i] http://www.poderjudicial.es/search/AN/openCDocument/f9caf3b37c843044fadcefafce9bcf43f0e54dcd770e3813

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