En el juicio repetido, Rodrigo Lanza declarado culpable de asesinato en el caso del crimen de los tirantes
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18/9/2020 06:50
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Actualizado: 18/9/2020 02:12
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El pasado mes de abril la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA), en funciones de apelación, declaró nulo el juicio del caso denominado ‘crimen de los tirantes’ en el que un tribunal popular había condenado, seis meses antes, a Rodrigo Lanza a cinco años de prisión como autor responsable de un delito de lesiones dolosas con alevosía, en concurso ideal con un delito de homicidio imprudente, con la agravante de cometer el delito por discriminación referente a la ideología y con la atenuante de arrebato.
El TSJA afirmó existía falta de motivación –de explicación– en el veredicto del jurado. Y que esa ausencia de motivación, denunciada por las partes en sendos recursos, suponía la vulneración del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, garantiza por el artículo 24 de la Constitución.
En esta repetición del juicio, con otro jurado popular, el resultado ha sido diametralmente opuesto. Por 8 votos a 1, después de dos días deliberando, Rodrigo Lanza ha sido declarado culpable del delito de asesinato de Víctor Laínez, con las agravantes de dolo eventual y motivos ideológicos, y la atenuante de embriaguez.
«Aunque no tuviera intención de causarle la muerte, al menos era probable que esta se produjera, dada la contundencia de los golpes. Asumió dicha probabilidad y debe responder por ello», concluyó el tribunal popular.
Sus nueve miembros consideraron probado que Lanza entró en el bar Tocadiscos de Zaragoza, en compañía de sus amigos Pablo, Marta y Blanca. Fue en torno a las 3 de la madrugada del 8 de diciembre de 2017.
En su interior se encontraba sentado en un taburete con otros amigos Víctor Laínez.
Una vez en su interior, Pablo le dijo a Lanza que Laínez era de extrema derecha o neonazi y que en ocasiones llevaba tirantes con los colores de la bandera española; no esa noche.
En un determinado momento, Lanza se acercó a Laínez y mantuvo una conversación cuyo contenido ninguno de los presentes escuchó. Luego regresó con sus amigos y les contó que Laínez le había llamado sudaca y le había dicho debía volver a su país, por ser extranjero.
Laínez había nacido en Chile y era nieto del almirante golpista chileno Sergio Huidobro.
Lanza también les contó a sus amigos que él le había respondido llamándolo facha y fascista, que le advirtió que aquél era un barrio de antifascistas, que allí no querían nazis y que no era bienvenido.
Un rato después, Rodrigo Lanza y todos sus amigos, tras tomarse sus respectivas consumiciones, salieron del bar. Al pasar junto a Laínez observaron que éste no paraba de escribir algo en su móvil y dedujeron que estaría contactando con otras personas; podía haber problemas.
Víctor Laínez, por su parte, se levantó y les siguió hasta el exterior donde los dos hombres volvieron a intercambiar palabras, tras lo cuál éste regresó al interior.
Cuando había avanzado unos metros y se encontraba a la altura de la mitad de la barra, Rodrigo Lanza, que había dejado en el suelo su mochila y su abrigo y había entrado en el local, se abalanzó por la espalda contra Laínez, quien no tuvo ocasión defenderse.
Décimas de segundos antes, el dueño del bar, Ángel Aznar, trató de avisar a Laínez. «Víctor, que viene detrás», le advirtió. Pero a éste no le dio tiempo de volverse.
El jurado consideró probado que Rodrigo Lanza golpeó fuertemente con el puño la parte inferior trasera de la cabeza de Víctor Laínez, quien, como consecuencia del golpe recibido, dio media vuelta tambaleándose. Cayó al suelo, desplomado, semiinconsciente.
En esa situación, Lanza le dio una patada en la cabeza y luego se colocó encima, propinándole puñetazos en la cara y múltiples golpes. El dueño del local trató de pararlo.
«Para, para, que lo vas a matar», le dijo.
Después Lanza, de pie otra vez, le dio una patada final muy fuerte en la cabeza, salió del local, cogió su mochila y su abrigo, se montó en su bicicleta y se marchó.
Víctor Laínez comenzó a sangrar por la cabeza, nariz y oído. Por detrás de la cabeza le salió un líquido viscoso, «produciéndole deformidad en la cara y en la cabeza un edema cerebral, teniendo convulsiones, ya que apenas podía respirar».
La víctima falleció cuatro días después en el Hospital Clínico de Zaragoza.
«El jurado considera probado que la causa de la muerte de Víctor Laínez, fueron severos traumatismos craneoencefálicos que provocaron una parada cardiorespiratoria compatibles con contusión de fuerte intensidad en la región temporoparietal derecha y frontal derecha izquierda».
No existieron lesiones en las extremidades superiores que indicaran la existencia de defensa o lucha.
No se pudo demostrar que Lanza viera navaja alguna en manos de Laínez ni que éste escuchara a ningún amigo advirtiéndole a gritos que la víctima poseyera ninguna. La Policía tampoco encontró ninguna arma blanca en el lugar de los hechos.
Un punto fundamental porque en su estrategia de defensa, el abogado de Lanza, Endika Zulueta, argumentó legítima defensa.
El jurado tampoco consideró probada la versión de Lanza, de que había actuado movido por el pánico y que le dio el primer golpe en la frente.
Zueleta pidió una condena por «un delito de lesiones con resultado de muerte, cuyo marco de pena es de dos a cinco años, con la atenuante de la influencia del alcohol» y estimó que no se le podía condenar por asesinato.
Por ello, es probable que presente un recurso de apelación. En especial porque en la pregunta 27 de veredicto, que se saldó con un «no» por 5 votos contra cuatro, en la que se hace referencia a si Rodrigo Lanza escuchó al amigo que lo acompañaba advertirle de que Laínez se acercaba a él con una navaja.
«Tendría que haber sido por 7 votos a 2», dijo Zulueta.
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