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La guerra de los sexos no es amor, es violencia

La guerra de los sexos no es amor, es violencia
El abogado Jesús Seligrat en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que es académico de número. Foto: Confilegal.
20/9/2020 06:40
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Actualizado: 20/9/2020 12:25
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Tristemente, las guerras jamás fomentan la paz, así como la violencia gesta miedo, inseguridad, criminalidad e indefensión.

Como jurista vocacional, defensor de los derechos de la mujer desde épocas muy difíciles en este país, sangrado por rasgos criminalmente machistas, con la lealtad del servicio y con el amor por defender la libertad, honestamente considero que no se ha logrado solventar, no sólo la violencia de género, sino tampoco los distintos géneros de violencias que empañan la actual sociedad internacional, vulnerándose gravemente las libertades y los derechos humanos de las mujeres.

La violencia existe desde que el mundo fue creado, resultando justo, lícito y necesario erradicarla integralmente.

Superar la violencia no es tarea fácil y menos aún, si se utiliza la violencia como caldo de cultivo, gestando innecesarios enfrentamientos entre determinados colectivos sociales, políticos e institucionales.

Sin demagogias, sin sofismas y con palabra del corazón de la verdad, todas y todos conocemos la existencia de graves enfrentamientos verbales, económicos, sociales, particulares y públicos en distintas y distantes áreas en la sociedad internacional, no resultando por ello honesto negar que la agresividad engendra violencia, expandiéndose con nocividad en múltiples sectores y círculos, penetrando también en las familias, como núcleos básicos de libertad y convivencia, con criminógenos resultados en los distintos componentes del ámbito socio-familiar, siendo la mujer, la más grave víctima de la violencia de género, habiendo aumentado de forma alarmante los conyugicidios, no sólo en nuestro país, sino también a nivel internacional.

Resulta imprescindible un unitivo, eficaz y justo ¡basta ya!

Lamentable, en gran parte de lo que nos rodea padecemos aires de agresividad, de crispación, de enfrentamientos, de insolidaridad y de enraizada y letal violencia.

SOBRAN LEYES-PODER Y CARECEMOS DE LEYES-SERVICIOS

A mi leal entender y desde una perspectiva internacional, considero que determinadas instituciones no resultan eficaces y faltan razones, coherencia, conocimientos específicos y rigor jurídico-social.

Sobran leyes-poder y carecemos de leyes-servicios, exceso de cargos públicos y carecemos de justicia social, sobran edificios suntuosos y aumentan los sintecho, sobran hablantes a golpe de improvisación y faltan institucionalmente brillantes especialistas capaces de solventar el terrorismo de la violencia de género en el mundo.

El miedo siempre gesta inseguridad, indefensión y falta de rigor, debiendo ser tarea de todas y de todos erradicar el miedo a la verdad, llamando a los hechos por su nombre, conociendo lo que en verdad está sucediendo en el mundo, invadido por el terror, por la imposición, por callar bocas vulnerando la libertad de la palabra, vulnerando derechos íntimos.

Resulta urgente escuchar a los seres humanos, para resolver sus auténticos problemas con justicia, con realismo y con la sabiduría de la libertad y del conocimiento, en aras de lograr soluciones eficaces frente a la violencia de género, que sangra los derechos de las mujeres y frente a los demás géneros de violencias que han convertido al mundo en víctima del terrorismo internacional, con mortales lacras de muerte.

Siento dolor ante la actual sociedad de los sin escuchar, sin razonar, sin pensar, sin solventar y sin servir al interés común, habiéndose gestado una digitalizada y mediática violencia de imponer, dictar, mandar, ordenar y hacer callar a quienes más tienen que decir.

¡El miedo engendra violencia y la guerra de miedos es terror!, por ello, pido la palabra en defensa de los derechos humanos, de las libertades y de la dignidad, para que en verdad sean escuchados los seres humanos, en el corazón social de sus gobernantes, de sus instituciones y de sus leyes.

¡Aquellos efectos criminales del desamor, que sangran odios, vidas, libertades y traiciones, deben ser evitados en toda sociedad democrática y de derecho, garantizando la vida, la integridad y la dignidad de todos los seres humanos en la Tierra.

¡¡Qué donde nació un “sí quiero del amor” nunca jamás brote un “sí, sangre del horror”!

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