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Justicia en España: ¿Ensimismamiento o milenarismo?

Justicia en España: ¿Ensimismamiento o milenarismo?
El columnista, Antonio Abellán, es abogado del turno de oficio y miembro del Consejo Asesor de ALTODO.
22/10/2020 06:46
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Actualizado: 21/10/2020 23:20
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Ha diagnosticado recientemente el ministro de Justicia que el problema actual que tiene la Justicia en España no se deriva de una falta de recursos económicos ni personales, sino más bien de un ensimismamiento y una falta de una mirada más atenta a la sociedad.

No haría falta, por notorio, recurrir a estadísticas para contradecir la disparatada, pero al menos, cabe recordar las cifras oficiales del último anuario publicado: 11,6 jueces por cada 100.000 habitantes, muy inferior a la media europea. Muchas oficinas judiciales aún con el uso del fax y con los paquetes de folios amontonados en el suelo, junto a una única fotocopiadora agónica.

No es la primera reflexión vivamente poseída de lirismo que nos regala este ministro, que ya había dejado dicho que “antes de entrar en el templo de la Justicia, se ha de pasar por el templo de la concordia”.

Hay que reconocer que dentro de sus capacidades protoministeriales no nos arreglará la Justicia, lo cual tendrá lugar, fijo, en 2030, pero al menos su ojo acrítico dejará esa impronta de acicate despertador de conciencias, aunque de difícil decantado.

Y ello, pues esta acción y efecto de ensimismarse que el ministro entiende explica toda la problemática en Justicia es algo que, lamentablemente, también sufrimos en los ámbitos que circundan por dicha Administración.

«La abogacía institucional sigue en la zona de confort»

En la abogacía, por ejemplo, padecemos una verdadera ‘overdose’ de ensimismados/as. Permanecen nuestros excelsos togados concentrados en sí mismos y tampoco conectan con sus representados ni con la sociedad.

Así, a modo ilustrativo, se ha tenido que denunciar ante el Defensor del Pueblo, en este caso por ALTODO, que los ciudadanos que tan solo perciben ingresos SMI no pueden acceder a la Asistencia Jurídica Gratuita por superar desde 2019 el umbral previsto legalmente para su concesión; que la defensa imperativa de las personas a las que no se reconoce o deniega tal derecho se salda a costa del peculio del abogado que se designe; que no se está verificando un adecuado Servicio de Orientación Jurídica en esta era Covid-19 por carecerse de medios tecnológicos básicos ni tampoco se cuenta con un protocolo de seguridad y salud en el ejercicio.

Se han organizado en 2020 y hasta que ha sido posible concentraciones reivindicativas de algunos de estos derechos básicos, incluso ante las puertas del Congreso, pero el Consejo General de la Abogacía Española prefirió quedar bajo cubierta, inane.

Problemas acuciantes siguen sin atenderse pero la abogacía institucional sigue instalada en la zona confort de la realpolitik y la reconvertida moqueta zoom, con entrega estos días de las rituarias memorias anuales para la foto.

Ahora con mascarilla que uno se imagina maliciosamente porque huele, y ello lleva a pensar si no solo estamos ante ensimismados, al igual que el ministro profiere para los propietarios de la plaza judicial, sino ante auténticos milenaristas, egos sublimados que en pleno ‘Arrabalazo’ profesan que el milenarismo ha llegado y su mandato durará mil años, cual si un gobierno del Consejo General del Poder Judicial se tratara.

«Esperábamos soluciones de los poderes públicos, no lo que ha pasado»

La impresión es que ni el confinamiento ni la situación actual parece haber calado en la psique de estos mandos.

Uno se pregunta si en los meses de sujeción domiciliaria estas personas han sufrido como el común. Si han ido a la compra en los estrictos horarios establecidos, si han mirado entre el recelo y la pena al resto de las personas, diciéndose este no lleva guantes e incluso si en algún momento salieron de sus casas a tirar la basura con sensación de cometer acto criminal.

También cabe la duda de si se han sentido raros al estar en la calle cuando lo normal sería poder estar en la calle, y si no es más cierto que esta gente igual nunca han estado en la calle salvo a la que les lleva el coche oficial.

De esta vivencia de peligro y soledad, de calle desangelada y síndrome de la cabaña, esperábamos soluciones de los poderes públicos, no lo que ha pasado y está pasando. Todos tenemos que arrimar el hombro pero a algunos se les presupone más que a otros. Hoy más que nunca, ‘memento mori, recuerda que eres mortal.

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