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Por el derecho humano a ser escuchados

Por el derecho humano a ser escuchados
El abogado Jesús Seligrat en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que es académico de número. Foto: Confilegal.
26/11/2020 06:44
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Actualizado: 26/11/2020 07:59
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En el actual mundo, envuelto y revuelto en guerras de diversa índole, de sexos, víricas, económicas, ideológicas…colmado de conflictos, crispaciones, enfrentamientos, difamaciones, ingenierías mediáticas, utopías, sofismas, tergiversaciones, manipulaciones, derrotas, grandes triunfos, grandes éxitos económicos de determinadas multinacionales y determinados silencios frente a la libertad de la verdad, los pueblos, las mujeres y los hombres en esta palpitante sociedad internacional, necesitamos que se garantice internacionalmente el derecho humano universal a ser escuchados.

Desde lo más sublime, loable e idílico, hasta lo más tétrico, oscuro y vulgar, se encuentran necesitados de la voz, de la palabra del sentimiento universal, traducido en la obligación social, vivencial e imprescindible de que los pueblos sean escuchados, desde la libertad de sus verdades, de sus raíces, de su esencia, de su autenticidad real con sus problemas, sus conflictos, sus sufrimientos, sus errores, sus aciertos, sus tragedias y sus triunfos.

El Derecho Humano a Ser Escuchados, el derecho humano a que las mujeres y los hombres de la Tierra, seamos auténtica y verazmente escuchados, sintiendo en nuestro ser y estar, que la sociedad internacional, integralmente nos escucha, resultando una legítima y justa necesidad natural, que los pueblos sean abiertamente escuchados, siendo nocivo, letal y corrosivo, el silencio en múltiples supuestos que afectan a la vida, a los derechos, a las libertades, a los problemas y a los sueños de la Humanidad, en aras de una protectora y tutelar conciencia social internacional, como salvaguarda de seguridad, garantía y total ejercicio de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos.

Callar, silenciar, puede llegar a significar la prohibición encubierta de la “no comunicación”, el aislamiento, la confiscación sentimental del corazón social de los pueblos, que deben trasmitir sus latidos, como ejercicio de entendimiento hacia la concordia internacional, por la mejor y mayor cercanía de los pueblos con sus mandatarios, con sus gobernantes, con los grandes y entrañables líderes que rijan, y legislen la vida, verdad, trabajo, salud, cultura, economía y sueños en la Humanidad.

Una sociedad internacional escuchada, siempre será una consolidada “familia internacional”, integrada por todos y cada uno de los seres humanos que la constituyen, la crean, la estructuran, la viven, la sienten y la disfrutan con la conjunción del humano y necesario verbo socio-sentimental de compartir.

Nuestro mundo, troceado injustamente en mundos de primera y de segunda, partido en múltiples supuestos, por ambiciones desmesuradas, por discriminaciones, por abismales desigualdades económicas, sociales, asistenciales, culturales y ambientales, con desgraciada habitualidad, se encuentra cercano a la caída, a la pérdida de rumbo, al descontrol, sin lograr prevenir, sanar ni erradicar determinadas situaciones que dañan la vida, la salud, la libertad y las ilusiones de gran parte de la Humanidad.

Desde la libertad del pensamiento, desde la libertad de la expresión, desde la libertad de la comunicación, las mujeres y los hombres en la Tierra, somos lo que decimos, lo que sentimos y lo que añoramos, viviendo en la denominada “era de la comunicación”, en aras de lograr todo aquello que necesitamos, que soñamos, que anhelamos y que amamos.

Callar por no ser escuchados, constituye el silencio de los súbditos, el silencio de los olvidados, el silencio de los sin esperanza, sin sueños de lograr hacer de nuestras vidas, manantial de progreso, avance y prosperidad.

Qué el silencio de los callados, no haga morir la vida de la verdad, aniquilando la necesidad natural en los seres humanos de expresar lo que auténticamente sentimos, lo que integralmente necesitamos, lo que solidariamente añoramos, lo que justamente condenamos y lo que lícitamente ensalzamos.

Si la palabra es vida, que el silencio jamás sea la muerte de la comunicación, nacimiento del aislamiento, cuando la palabra como comunicación universal de los pueblos es y será, conjunción de verdades, sentimientos, derechos y libertades en la vida y sueños de la Humanidad.

Con supremo respeto, hago votos, por que El Derecho Humano Universal a Ser Escuchados, jamás muera, jamás sea silenciado, para que la voz, la palabra y la libertad de la verdad sean siempre patrimonio en el sentimiento universal de la Humanidad.

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