«Vergonzosa arbitrariedad»: El magistrado José Ramón Chaves arremete contra el CGPJ por descartar su nombramiento

«Vergonzosa arbitrariedad»: El magistrado José Ramón Chaves arremete contra el CGPJ por descartar su nombramiento

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17/12/2020 19:58
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Actualizado: 17/12/2020 21:08
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El  Pleno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) optó hoy por nombrar presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) a David Ordóñez Solís, titular del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 4 de Oviedo.

Un juez unipersonal que no es especialista en esta jurisdicción y que está por debajo del escalafón de su compañero José Ramón Chaves García, quien, desde hace diez años, ha sido magistrado de las Salas de lo Contencioso del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, primero, y ahora de la del TSJA.

Chaves tiene más experiencia que Ordóñez Solís en órganos colegiados. Además es especialista en esta materia y uno de los magistrados más reconocidos y divulgadores de esta especialidad merced a su conocido blog delajusticia.com.

Pero esto último no cuenta, evidentemente.

Ordóñez Solís, por su parte, es magistrado por el cuarto turno y especialista en derecho comunitario –no en contencioso-administrativo–.

Éste obtuvo 18 de los 21 votos del Pleno del órgano de gobierno de los jueces frente a cero, de la parte de Chaves. 

El caso tiene claras reminiscencias de otro caso similar: el nombramiento, hace dos años, por el Pleno del CGPJ, de Dimitry Berberoff, entonces de 48 años, en detrimento de otro candidato con más méritos, Jesús Calderón, de 61 años.

Los dos casos parecen responder al viejo dicho español: «El que tiene padrino, se bautiza».

Y ni Calderón ni Chaves lo han tenido. Se han dedicado a trabajar con el convencimiento –erróneo– de que su brillante productividad daría frutos cuando optaran a puestos de importancia. Por derecho propio. Pero las cosas no son así. Es necesario un padrino.

Berberoff contó con un padrino poderoso, el presidente en funciones del CGPJ y del Supremo, Carlos Lesmes, y Ordóñez  Solís, que es experto en derecho comunitario, ha contado con el apoyo de varios vocales bien colocados.

El resultado lo ha sintetizado el magistrado Chaves en la última columna de su blog –por el que recibió el Premio Puñetas Periféricas de la Asociación de Comunicadores e Informadores Jurídicos (ACIJUR)– ha titulado: «La vergonzosa arbitrariedad de un Consejo General del Poder Judicial en las últimas». 

Que un magistrado utilice ese término, «vergonzosa arbitrariedad», son palabras mayores.

Y aún más que lo exprese en letras de molde, como ha hecho hoy.

«Me presenté a la plaza de Presidente de la Sala contencioso-administrativo de Asturias».

«El otro candidato es compañero de carrera de Derecho, de promoción judicial y un gran conocedor del derecho comunitario; además de trato agradable y muy original en su visión del mundo y la justicia«, dice en su columna explicando las razones de la elección de su compañero, al que el CGPJ le ha dado 18 votos.

«Y a mí, cero votos», subraya. 

«Todo tiene un límite y cuando me decepcionan profundamente, tengo legítimo derecho a quejarme. Decía García Márquez que nunca querría tener que reprocharse no haber dicho lo que sentía y no haber hecho lo que pensaba, así que ahí va la explicación de mi desazón», añade.

EL CGPJ, UN ÓRGANO QUE SE GUÍA POR «OSCUROS VERICUETOS»

«No creo que merezcamos los jueces un órgano cuya composición se guíe por esos oscuros vericuetos, dejo claro que yo no he llamado ni contactado con ningún miembro del Consejo General del Poder Judicial, porque me parecería inapropiado. También los que me conocen saben que no soy conflictivo, ni estoy politizado, sino que sigo mi hoja de ruta por la vida, formándome e intentando ser justo, sin enredar ni buscar problemas«, señala

Es decir, es como miles de magistrados españoles, de los que «cardan la lana», se dedican a trabajar.

Y esperan que un día ese trabajo tenga un resultado. En su caso, el de poder ocupar la plaza que Jesús Chamorro dejó vacante hace un año, cuando se convirtió en presidente del TSJA.

«Quienes han decidido esta concreta plaza con sus votos demuestran que no se han leído la convocatoria, o si la han leído que no han querido aplicarla (lo que tiene un nombre en derecho). O que no han cotejado los méritos en la balanza de la Justicia según la convocatoria, que es lo único que se esperaba de ellos», dice en su columna, para, a continuación, despacharse razonablemente reprochando a los miembros del Pleno las obviedades que debieron tener en cuenta:

«PRIMERA.- Que es una plaza para magistrados. No es una plaza política. Es una plaza de magistrado para la que optan magistrados. Se le aplica por imperativo constitucional el ‘mérito y la capacidad’. No es admisible que este Consejo General del Poder Judicial tuviese la osadía de informar públicamente que esa plaza se adjudicaría por ‘Consenso’. Que yo sepa, la Constitución impone mérito y capacidad, no ‘consenso’, ni cambalache ni mercadeo, ni intrigas palaciegas. En este caso, por suerte, los méritos se pueden valorar con objetividad.

«SEGUNDO.- Que tal y como ha sentado nuestro Tribunal Supremo, las plazas de presidente de Sala, a diferencia de las de Presidente del Tribunal Superior de Justicia, no son ‘cargos gubernativos’ sujetos a discrecionalidad sino a la aplicación de las bases de la convocatoria. No es aceptable que alegremente invoquen los vocales de este extinto Consejo el mantra de la ‘discrecionalidad’ para justificar sus votos confundiéndolo con un cheque en blanco. No, los cheques de selección se rellenan con el de mejor mérito y capacidad según la convocatoria. Se olvidan que no hay discrecionalidad allí donde hay una convocatoria con méritos reglados», afirma.

LA DESVERGÜENZA DE CERO VOTOS

Chaves, quien respira por la herida, no evita lo evidente, la comparación de sus méritos con los del elegido: «me temo que no resisten la comparación en ninguno de los apartados de la convocatoria. Ni en el escalafón (voy por delante del otro candidato), ni en la categoría de especialista contencioso-administrativo (mi competidor no lo es), ni en la experiencia en la Sala (tengo diez años de experiencia en Sala de la que carece el otro aspirante), ni en la productividad en publicaciones y ponencias, entre otros méritos».

Pero lo que más le duele, lo que le resulta ofensivo de todo punto es que no le hayan dado ni un voto. Cero votos. Lo cual, considera, que es de una frivolidad inaudita.

«Por lo que no paso es porque la adjudicación de la plaza en Asturias pase por la opacidad de la motivación real y que se tenga la desvergüenza de otorgarme cero votos. Ofensivo para mí, ofensivo para la Justicia, ofensivo para el órgano que representan, y representativo de una inadmisible frivolidad. Y sobre todo, indignante para Asturias porque parece que este Tribunal no importa, pues se puede jugar con los cargos y plazas como peones de un tablero de ajedrez», escribe el conocido magistrado.

FUE UN INGENUO

José Ramón Chaves reconoce, además, que fue un ingenuo.

Y explica por qué.

«Es curioso que antes de adjudicarse la plaza, a los que me deseaban suerte, les decía que no era cuestión de suerte sino de que se aplicasen las bases de la convocatoria y motivasen su decisión. Reconozco mi ingenuidad«, relata.

«Me resulta extremadamente difícil escribir esta entrada dejando inmaculados los años de amistad y compañerismo que me unen con el otro candidato, al que deseo lo mejor. Mi reproche, por ahora emocional, es para órgano que decide haciendo caso omiso a una convocatoria que no dejaba margen a la arbitrariedad«, afirma.

TRISTEZA POR LA JUSTICIA, PERO RECURRIRÁ EL ACUERDO

El conocido –y muy «currante»– magistrado dice sentir «tristeza por los derroteros de la Justicia en estas manos. No importa tanto el caso de José Ramón Chaves (culpable de atesorar méritos y creer en la seriedad del órgano de gobierno judicial) como que este Consejo General del Poder Judicial, pese a que debía extremar el rigor por estar en funciones, demuestra que no le importa jugar con las personas, jugar con el prestigio de la Justicia y burlarse de las convocatorias».

Termina su «desahogo» por un anhelo: leer la motivación del acuerdo.

«A ver si se pone colorado o no. Es fácil motivar que mi competidor tiene méritos, pero me temo que más difícil será motivar que yo no tenga más que él, y que hacen inexplicable e insultante que no exista ninguno de los dieciocho votos a mi favor. O bien, seguían ciega disciplina de voto (marcada por motivos inconfesables) o bien no se toman en serio su cargo», apunta.

«De ahí, que por coherencia -ya que pocos han escrito más que yo sobre el control de la discrecionalidad en los nombramientos- recurriré el acuerdo, porque no va en mi estilo soportar la injusticia, la arbitrariedad ni el abuso de poder«, concluye.

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