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Culpabilidad de mi inocencia

Culpabilidad de mi inocencia
El abogado Jesús Seligrat en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que es académico de número. Foto: Confilegal.
28/12/2020 06:46
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Actualizado: 27/12/2020 19:49
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Por la libertad de la verdad, por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por los derechos jurídico-sociales, económicos y asistenciales de mujeres y hombres en la Tierra, siento en lo más profundo de mi ser, la metafórica culpabilidad de los inocentes, por creer que, en nuestro mundo, en el globo terráqueo actual, el derecho humano a la vida y el derecho humano a la salud, están garantizados, asegurados integralmente.

Siento la culpabilidad de esos seres inocentes, que creyendo en el “más allá” de los grandes poderes, de las exacerbadas instituciones veladoras por la salud mundial, siente que en el letal “más acá” han roto su confianza, su credibilidad, su fe ancestral, convirtiéndose al más férreo y agrio ateísmo social, político y terrenal, sumándose en un cruel y avanzado estado depresivo emocional, perdiendo todo signo de esperanza en los grandes líderes del poder, de las soluciones eficaces, de la asegurada prevención mundial, refugiándose en el catecismo social de los caídos, de los desterrados, de los abandonados, como ser privado del sentimiento universal de la creencia.

«OKUPA INTERNACIONAL»

Este “más acá” cruel, letal, criminal por la invasión sin límites, sin fronteras, del asesino mundial “okupa internacional” coronavirus, gesta nocividad en quienes como, este culpable de su inocencia, sentíamos que la Organización Mundial de la Salud era el dios de los enfermos para ser sanados por el milagro humano de la eficaz prevención, de la segura erradicación de los virus malignos que entran en la carne y piel de nuestro mundo, como colectividad abierta a la libertad, a los derechos humanos, a la seguridad sanitaria, a la estabilidad asistencial, a la reinserción de las grandes catástrofes, evitando la metafórica crucifixión de los vivos, el martirio de los inocentes y la soledad indigente de los más débiles y vulnerables.

Con supremo respeto, solicito la absolución de mi metafórica culpable inocencia, el indulto para su creencia en las instituciones del “más allá” de los poderes, por creer como ingenuo defensor de la vida, las libertades y los derechos humanos, que las mujeres y los hombres en todos los confines de la Tierra, teníamos asegurado vivir y morir con dignidad.

Con profundo respeto, concedo mi solidario voto de esperanza, desde mi lealtad, nobleza y añoranza, a todas aquellas mujeres, grandes creadoras de vida, entrega, servicio y dignidad, que desde niño me advirtieron, que la mejor fe reside en creer en uno mismo y no poner los zapatos en el balcón de la creencia, en la noche mágica de Reyes, para evitar en la mañana siguiente, tener que caminar descalzo, solo, triste y sin ilusión.

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