Firmas

Mi compañero Rudy Giuliani

12/7/2021 06:46
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Actualizado: 12/7/2021 06:46
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Todavía confundido por la sorpresiva aparición en el dormitorio de un señor vestido con un bikini de encaje rosa gritando “¡Sólo tiene quince años!”, Giuliani lo señaló con el dedo índice y le preguntó “¿Por qué vas vestido así?”,  aún no recuperado del susto pero quizás intuyendo ya que le habían gastado una buena broma.

Esas imágenes quedaron grabadas y fueron emitidas por el humorista Baron Cohen, padre de la chica veinteañera (no quinceañera) que había embaucado al exalcalde de Nueva York para acudir a una supuesta entrevista en una suite del Hotel Mark de Manhattan, reunión en la que lograron pillar al abogado tirado en la cama y con las manos bajo su pantalón mientras conversaba con la bella joven rubia, Tutar.

Él explicó que se estaba metiendo la camisa tras deshacerse del micrófono y que todo había sido una trampa de la actriz. Muchos norteamericanos rieron viendo en internet y las televisiones esas imágenes del veterano abogado y exfiscal del Distrito Sur de Nueva York.

Poco después vimos a Rudolph Giuliani sudando el tinte del cabello mientras sus gotas recorrían su rostro siendo él el único que no se daba cuenta de la engorrosa situación mientras comparecía en una rueda de prensa en la que enojadamente describía cómo a Trump le había robado las elecciones Biden y los demócratas en la mayor estafa electoral de la historia de Estados Unidos.

Desde Arizona a Michigan, desde Nuevo México a Virginia, miles de votos, según Giuliani, habían sido manipulados y los demócratas se habían encargado de cambiar esos votos y manipular las actas. Decía “oler” muy bien un fraude pues en su dilatada carrera como Fiscal aprendió cómo descubrir las huellas de delitos que en principio escapan al común de los mortales. Con una mirada alocada y haciendo aspavientos con sus manos describía los pretendidos trucos que habían empleado los demócratas para quedarse con el sillón de la Casa Blanca; sin embargo, él y su equipo se encargarían de demostrar la existencia del atraco electoral.

Como abogado personal de Donald Trump, Giuliani defendía las tesis del expresidente cómo si fuera él mismo el que hubiese sido expulsado de la Casa Blanca, vivía el drama de la derrota electoral cómo si le fuese la vida en ello.

Rudolf Giuliani, uno de los incondicionales de Donald Trump, sobre el que trata la columna. Foto: Wikipedia.

Tanto es así, que el mismo día del asalto al Capitolio se dirigió a las personas concentradas ante la Casa Blanca minutos antes de partir hacia allí.

Viendo así enemigos y ladrones electorales por todos lados, como si intentara capturar en la oscuridad de la noche en la jungla a algún vietnamita mientras oía al enemigo gritar burlonamente “Charlie” sin que la procedencia de esa voz lejana y cercana a la vez pudiese ser localizada fácilmente y su emisor lo mismo podría estar observándole subido en un árbol a unos metros que a cientos de metros, como en “Apocalipse Now”.

Pero todos los jueces y tribunales habían desestimado las demandas y denuncias de esos supuestos fraudes masivos. Han sido muchos los jueces que han emitido los fallos, en todas las instancias, de distintos estados e ideologías, algunos designados por los propios republicanos.

En su libro “Liderazgo”, el héroe de los atentados del 11-S describe cómo mantuvo la calma mientras tomaba rápidas decisiones para controlar la situación en las circunstancias más graves vividas en la ciudad rodeándose de los equipos de colaboradores más eficaces.

Efectivamente, logró en pocas horas tener bajo control a la policía, bomberos, médicos, equipos de emergencia y funcionarios, transmitiendo tranquilidad a sus vecinos y al mundo entero. El neoyorkino de origen italiano ha logrado durante años mantener su prestigio ante la opinión pública.

Sin embargo, ya se veía venir lo que ha ocurrido en fechas recientes cuando la policía efectuó una entrada y registro en su domicilio buscando pruebas relacionadas con la investigación de los negocios del exalcalde en Ucrania.

Por otra parte, por las mentiras vertidas en sus alocuciones públicas e incluso en sus demandas insostenibles denunciando fraude electoral, a mi colega Giuliani le han suspendido su licencia de abogado los Colegios de Abogados de Nueva York y Washington, precisamente por entender que infringió las normas de la ética de la abogacía con sus declaraciones falsas de fraude para intentar anular las elecciones. Giuliani ha pasado de ser un respetado exfiscal y exalcalde a ser un bufón al servicio de Trump, no entendiendo muchos de sus admiradores cómo ha podido caer tan bajo, ya que no parecía estar tan mal económicamente como para traspasar las líneas entre ser abogado defensor de una causa y ser cooperador necesario de conductas como mínimo poco éticas, si no delictivas.

Antes, otros ya habían caído, como mi colega neoyorkino Michael Cohen, que en su libro habla de sus propias mentiras y las de su cliente Trump comparándolo con “un jefe de la Mafia”.

Este exabogado de Trump ha tenido que cumplir penas de cárcel y ha sido inhabilitado para ejercer durante varios años.

En “El Abogado del Diablo” se describen conductas poco apropiadas del abogado que vende su alma al diablo porque ha olvidado que tiene unas obligaciones como abogado y no todo está permitido para defender las posiciones de su cliente.

Hay un momento en que el abogado debe renunciar a ejercer determinadas acciones aunque su cliente le suplique que siga adelante. El abogado se debe a la Justicia y al Derecho y cuando defiende los derechos e intereses de su patrocinado, por encima de la relación abogado-cliente está nuestra deontología profesional.

Un abogado siempre debe saber cuándo ha llegado el momento de renunciar ante la tentación ejercida por un cliente que quiere apoderarse no solamente de nuestros conocimientos, habilidades y experiencia, sino también de nuestra alma.

En cualquier momento y sin dar ninguna explicación, un abogado puede abandonar un caso y a su cliente si entiende que ya no es libre e independiente en su actuación como abogado. Parece ser que Rudy Giuliani no lo hizo, respetando su derecho a la presunción de inocencia.

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