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Afganistán: La humillación de Occidente

Afganistán: La humillación de Occidente
Ricardo Rodríguez, doctor en derecho, consultor internacional y académico correspondiente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Analiza lo ocurrido en Afganistán.
24/8/2021 06:46
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Actualizado: 24/8/2021 06:46
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102 militares y miembros de nuestros cuerpos policiales fallecidos en Afganistán desde 2001 hasta la fecha (en concreto, hasta mayo de este año en que regresaron los últimos 19 militares que estaban en aquel remoto país).

96 militares, 2 guardias civiles, 2 policías y 2 intérpretes.

Estados Unidos sufrió un salvaje atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, donde fallecieron casi tres mil personas.

Imágenes del atentado que todos tenemos grabadas en nuestra retina. Atentado salvaje y monstruoso.

El más grave sufrido en EE.UU. a lo largo de su historia y, si no me equivoco, el atentado contra población civil más cruento de las últimas décadas, si dejamos aparte los bombardeos a la población civil en la Segunda Guerra Mundial.

Como consecuencia de este atentado, el Consejo de Seguridad de la ONU acordó una misión internacional en diciembre de 2001, asumiendo el mando la OTAN en el año 2002.

El objetivo era que el Gobierno afgano fuera capaz de mantener la seguridad con sus propias fuerzas para garantizar que el país nunca volviera a convertirse en un refugio para los terroristas.

En 2014 la misión internacional puso fin a sus operaciones, reemplazada por una nueva misión de la OTAN llamada “Apoyo Decidido” con una presencia militar aliada mucho más reducida.

Se trata de la guerra más larga de la historia de EE.UU., falleciendo 3.500 soldados (2.448 soldados norteamericanos, 1.145 militares y colaboradores de la OTAN).

66.000 soldados, 10.000 policías y 71.000 civiles afganos; 549 trabajadores humanitarios; 3.900 contratistas estadounidenses; 136 periodistas (6 españoles).

20.660 soldados norteamericanos heridos en acción y 110.000 civiles también heridos.

2,6 BILLONES DE DÓLARES DE COSTO TOTAL

El coste económico ha sido enorme: por parte de EE.UU., según datos del Departamento de Defensa, ha costado 800.000 millones de dólares, aunque, según el estudio “The Costs of War Proyect” elaborado por el Watson Institute de la Universidad de Brown se estima que el gasto real de la guerra ha sido de 2,6 billones de dólares; Reino Unido, 30.000 millones; Alemania, 19.000 millones; 3.500 millones de euros gastados por España.

¿Y que hemos conseguido?

Nada.

O lo que es peor, hacer creer a una generación de afganos que el terror talibán había desparecido y que podían tener los mismos derechos que cualquier ciudadano occidental. Ilusión que se ha desvanecido como el humo.

EE.UU. y la OTAN se han ido apresuradamente de ese territorio y los soldados gubernamentales no han opuesto resistencia alguna al avance talibán y, de hecho, la conquista de todo el país, incluidas las ciudades más importantes y la capital Kabul han caído en escasas semanas. … ¿de todo el país?

¡No!

Aún queda un pequeño valle, al estilo de la aldea de Astérix en la Galia, que resiste: el valle de Panshir (o Panjshir), situado a 150 kilómetros entre las montañas del norte de Kabul y donde se forjó la resistencia dirigida por el asesinado Ahmad Sah Masud,  (conocido como «El León de Panjshir» y declarado héroe nacional por el primer presidente después de la caída de los talibanes en 2001 por el presidente afgano Hamid Karzai, impuesto por las Naciones Unidas), primero contra el ejército soviético en los años 80 y después contra los talibanes en los 90.

Veremos si ahora resiste nuevamente: las tropas talibanes ya se dirigen al valle donde viven escasamente 200.000 personas.

Que la suerte les acompañe, que falta les hará.

Los talibanes se han apoderado de todo el armamento de ese desaparecido y humillado ejército afgano, que lo abandono en su vergonzosa huida, y lo exhiben por las calles.

Solo algunas miles de personas están en el aeropuerto internacional de Kabul intentado subirse a alguno de los aviones que EE.UU., España y otros países intentan sacar del país.

Las imágenes que hemos y seguimos viendo son escalofriantes: más de seiscientas personas, incluidos niños de corta edad y bebés, en un avión de carga estadounidense previsto para ciento cincuenta; personas que se caen al vacío del fuselaje o de las ruedas de los aviones al intentar de forma desesperada abandonar Afganistán; miles de personas intentado entrar en el aeropuerto o subirse a algún avión, sin comida ni siquiera agua; el control de los talibanes en el perímetro del aeropuerto para impedir que pasen miles y miles de afganos.

Los soldados americanos y europeos -incluidos los españoles- nada hacen; miles, cuando no cientos de miles de personas escondidas en sus casas para evitar ser descubiertos, y asesinados a sangre fría.

OTRA VEZ LA LEY DEL TERROR

Se impone –se ha impuesto ya– la sharia, ley islámica interpretada de la forma más radical.

Se instaura nuevamente en Afganistán la “ley del terror” como ocurrió entre 1996 y 2001, periodo en que se produjeron multitud de graves violaciones de derechos humanos, tratos vejatorios y graves atentados a su integridad, tanto física como psicológica, especialmente de mujeres y niñas, consideradas por los integristas religiosos como ciudadanas de segunda, cuasi animales.

La interpretación que los talibanes hacen de la sharia es la más estricta.

Los tipos de castigo van desde la flagelación, con una cantidad variable de golpes, a la pena capital en sus formas más cruentas, pasando por la amputación de brazos, manos, y piernas.

Las mujeres son consideradas de importancia menor, sometidas a la voluntad del hombre y objeto de provocación para el mismo.

Es por ello que deben esconder su cuerpo e incluso su rostro de cualquier extraño con velos completos como es el burka, que solo les deja ver por una estrecha malla a la altura de los ojos.

Si pensamos el ahogo que nos produce las mascarillas que nos tenemos que poner como consecuencia del COVID, imaginemos cómo están las mujeres vestidas de esta guisa en un país de temperaturas extremas.

Además, las niñas y las mujeres no pueden ir a la escuela ni a la universidad o cualquier otro centro educativo; no tiene derecho al voto; prohibición total del trabajo fuera del hogar; no pueden salir a la calle solas, sólo con su marido o un familiar, siempre mujer salvo el marido, un hermano o el padre; no pueden trabajar ni dar clase; la asistencia médica es muy limitada por cuanto un hombre médico o enfermero  no puede explorar el cuerpo de una mujer.

PROHIBICIÓN PARA TODO A LAS MUJERES

Y solo permiten a muy escasas mujeres ejercer como médicas y/o enfermeras, incapaces de atender al gran número de féminas que necesitaban de atención primaria.

Prohibición de que las mujeres hablen o estrechen la mano de hombres que no sean «mahram»  (pariente soltero con quien el matrimonio o relación sexual se consideraría «haram», ilegal en el islam).

Prohibición de reír a carcajadas -ningún extraño debería escuchar la voz de una mujer-.

Prohibición de que usen zapatos de tacón, que produciría ruido al caminar ya que un hombre no puede escuchar los pasos de una mujer.

Prohibición de la presencia de mujeres en radio, televisión o reuniones públicas de cualquier tipo; prohibición de que practiquen deporte; prohibición de andar en bicicleta y motocicleta, incluso con sus «mahrams».

Prohibición de que aparezcan en los balcones de sus viviendas; prohibición de fotografías de mujeres impresas en los periódicos y libros o colgadas en paredes de casas y tiendas.

Su palabra no tiene ningún valor ante un tribunal ya que los crímenes solo pueden ser probados por hombres y si una mujer fuera testigo de tales hechos no puede declarar ante un tribunal en calidad de tal por cuanto, de hacerlo, podría ser sometida a latigazos.

Y así un largo etcétera.

A las mujeres que incumplieran la ley (enseñar el rostro o los tobillos, utilizar cosméticos -a muchas mujeres con las uñas pintadas se les han cortado los dedos-, salir de casa solas o tratar de estudiar) les esperan duros castigos físicos que, en muchas ocasiones, acababan con su vida.

A LOS HOMOSEXUALES Y A LAS LESBIANAS TAMBIÉN LES ESPERA LA MUERTE

Si cometen adulterio, la condena es la pena de muerte por lapidación; a los que roban la amputación de las manos; a los homosexuales y lesbianas, también les espera la muerte.

Muerte que van a recibir también a cualquiera que hubiere colaborado con las fuerzas de ocupación.

En Afganistán se ha retrocedido decenas de siglos en la evolución de la Humanidad. Ni en la época más oscura del medievo había tales violaciones de derechos humanos.

Las mujeres afganas, simplemente, han sido despojadas de su dignidad.

¿Y qué ha hecho Occidente?

Después de casi veinte años de ocupación del país, se han ido, se han marchado, sin más. Los hemos dejado a su suerte que, como hemos visto, es un estado del terror, principalmente para las más de 17 millones de mujeres afganas.

La ONU, organización que en casos importantes pinta poco por los graves conflictos de intereses que tiene en su interior, principalmente entre los países que forman parte del Consejo de Seguridad, entre cuyas funciones principales está la de mantener la paz y la seguridad internacional, no ha dictado Resolución alguna a favor del pueblo afgano.

Los países de Occidente simplemente están intentando evacuar a sus nacionales y, en la medida de lo posible, a sus colaboradores, que, según el Ministerio de Defensa, son entre 800 y 1.000 los que han colaborado con España.

El problema es que algunos ni siquiera están en la capital, Kabul, y los que están no pueden llegar al aeropuerto y lo que están en éste no pueden entrar por el férreo control impuesto por los talibanes.

¿Y qué solución ha dado España (que, cierto es, ha enviado ya varios aviones y ya están retornando a nuestro país con cientos de refugiados, siendo la base de refugiados más grande Europa)? que aquellos que no puedan entrar en el aeropuerto lleven la bandera española o pañuelos rojos para ser identificados, pero los escasos militares españoles que están allí no pueden ir a buscarlos.

¿Es esto serio, es de verdad, no es un chiste?

EL FRACASO DE OCCIDENTE

Occidente ha fracasado en la ayuda al pueblo afgano, con una retirada desordenada y humillante.

El ejército talibán ni siquiera ha prestado batalla alguna (vergonzosas las imágenes televisivas en las que se ve a los militares afganos, huyendo en sus vehículos con armas ante el avance militar, siendo insultados y apedreados por la población civil a la que dejaban totalmente desamparada).

Miles de muertos, miles y miles de millones gastados… para nada. Un oprobio sin parangón en la historia de occidente.

¿Dónde están los ciudadanos europeos, dónde especialmente las las feministas, la LGTBI protestando, haciendo manifestaciones, huelgas de hambre. Algo, solo algo.

Ante las embajadas de Afganistán en defensa de los derechos de las mujeres y homosexuales afganos a quienes solo les espera la humillación permanente cuanto no la muerte?, ¿o es que también les consideran a estos colectivos afganos ciudadanos, ciudadanas, ciudadanos y «ciudadanes» de segunda?

¡Qué horror!, ¡qué catástrofe!, ¡qué humillación para Occidente!

Tardaremos varias generaciones en superarlo. Y las generaciones futuras siempre nos lo echarán en cara, nos sacarán los colores, y tendremos que bajar la cabeza sin poder dar explicación alguna.

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