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Los botellones salvajes post-pandemia: ¿Otro efecto colateral del coronavirus?

Los botellones salvajes post-pandemia: ¿Otro efecto colateral del coronavirus?
Javier Nistal Burón, autor de esta columna, es jurista del Cuerpo Superior de Instituciones Penitenciarias. Foto: EP.
08/10/2021 06:46
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Actualizado: 08/10/2021 06:46
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Durante estas últimas semanas el fenómeno del botellón ha estado presente en todos los medios de comunicación, es frecuente que los telediarios abran su noticiero de fin de semana haciendo referencia al mismo.

Como un tsunami se desplaza por toda España, compitiendo sus poblaciones para ver cuál de ellas organiza un botellón más masivo y en el que más vandalismo y violencia se cometa.

El fenómeno social del botellón se caracteriza, especialmente, por la concentración de jóvenes en espacios abiertos durante las noches de los fines de semana y cuyo punto de referencia es el consumo de bebidas alcohólicas, como eje central de su tiempo de ocio.

Es cierto que la pandemia del Covid-19 ha afectado a todos los ámbitos de nuestra vida social, pocos aspectos de la misma, si es que hay alguno, han quedado al margen de sus efectos.

Uno de esos ámbitos afectados por la pandemia ha sido el ocio en general y, por lo que se refiere al tema que vamos a abordar en este artículo, al ocio nocturno en particular, del que los jóvenes son los mayores usuarios, que se ha visto prohibido durante la declaración de los estados de alarma, que han existido durante la pandemia y muy restringido cuando éstos han finalizado.

La práctica del botellón entre los jóvenes se ha considerado, sociológicamente, como un elemento facilitador de sus relaciones sociales y un instrumento de cohesión entre ellos, en definitiva, una actividad socializadora mediante la diversión, asociada necesaria e inevitablemente al consumo de alcohol, que tan arraigado está en nuestra cultura.

Esta circunstancia ha llevado a que algunos especialistas vinculen esta vuelta de los jóvenes a los botellones masivos, como una forma de recuperar esa socialización perdida durante tantos meses de pandemia.

Ahora bien, este ocio juvenil de fin de semana consistente en el consumo abusivo de alcohol en parques, calles y plazas, parece que se ha transmutado en estas últimas semanas en un fenómeno nuevo de vandalismo callejero, que está generando un verdadero problema de orden público.

Podemos afirmar, que ha surgido una nueva modalidad de botellón, al que calificaríamos de salvaje, caracterizado por un inusitado vandalismo con la quema de contenedores, el destrozo de mobiliario urbano, la rotura de escaparates, el saqueo de tiendas, el lanzamiento de botellas contra las Fuerzas y Cuerpos de seguridad y otros actos de violencia.

Todo este desmadre”nos plantea la pregunta de si esta nueva modalidad de “botellón salvaje” es un efecto colateral del Covid-19 o no tiene nada que ver con la pandemia, siendo otras las circunstancias que lo han podido motivar.

ALGUNAS EXPLICACIONES SOBRE EL NUEVO FENÓMENO DEL “BOTELLÓN SALVAJE”

El fenómeno del botellón siempre se ha percibido como un problema de convivencia social a consecuencia de los ruidos, la suciedad y la inseguridad que provoca entre el vecindario que vive en las zonas en las que se practica.

También se ha percibido como un riesgo para la salud de los jóvenes que lo practican, por lo dañino del alcohol a unas edades tan tempranas.

Estos riesgos, ahora, se han ampliado también a la salud pública, pues hemos de recordar que la amenaza de la pandemia sigue estando presente, que no ha desaparecido, siendo estos actos masivos de los jóvenes, sin guardar ninguna medida de seguridad (ni distancia, ni mascarilla), un buen caldo de cultivo para que el virus pueda recuperar el terreno que había perdido con la vacunación.

A estos inconvenientes referenciados hay que añadir uno más, y es que hoy día los botellones se han convertido en un grave problema de orden público, que ha desbordado a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, incapaces de atajarlo. El problema del botellón ya no es solamente una cuestión de incivismo.

La falta de acceso de los jóvenes a espacios de ocio accesible y económicamente viable para ellos durante esta pandemia del Covid-19, ha podido propiciar el regreso de forma masiva, con el final del toque de queda, a la práctica del consumo de alcohol en la vía pública; aunque como sabemos estas concentraciones de jóvenes para beber en la calle no es un fenómeno nuevo.

El denominado botellón ha sido desde hace ya casi dos décadas un reflejo ‘low cost’ de un modelo de ocio de los jóvenes, que no disponen de mucho poder adquisitivo para consumir copas en discotecas y locales de ocio nocturno.

Tampoco es nueva la prohibición de estos botellones, dado que esta práctica, también, lleva mucho tiempo estando sancionada, aunque sin demasiado éxito. La novedad es que ahora estos botellones convocados de forma multitudinaria a través de las redes sociales derivan con frecuencia en actos vandálicos y violentos, cosa que no ocurría antes.

Parece ser que los jóvenes necesitaban “desfogarse” ante un encierro tan prolongado, desahogarse ante las restricciones que han tenido que soportar durante la pandemia para rebajar esos niveles de ansiedad acumulados durante la misma.

Si el prolongado cierre del ocio nocturno por la pandemia del Covid-19, fuera la causa de este fenómeno del “botellón salvaje”, con el próximo restablecimiento normalizado de ese ocio nocturno, mediante la apertura de discotecas y locales de estas características, se acabaría con este fenómeno, pero la cosa no parecer ser tan sencilla, porque debajo de esta reacción violenta en los botellones post-pandemia hay otras circunstancias, que requieren de un análisis más profundo.

Algunos expertos atribuyen este vandalismo que se está produciendo durante los botellones a causas abstractas, como puede ser la falta unas expectativas laborales que genera entre los jóvenes el consiguiente estado pesimismo ante su futuro.

Es posible, que haya algo de verdad en estas apreciaciones, aunque lo que es totalmente cierto es que esta generación joven actual ha sido una generación muy consentida, que ha crecido en la cultura de la poca exigencia y del mínimo esfuerzo, de la disponibilidad de todo lo que necesitan, de la comodidad y del hedonismo.

FALTA DE ALTERNATIVAS AL OCIO NOCTURNO

Se les ha educado imponiéndoles pocos límites a sus exigencias, han tenido que soportar pocas renuncias a sus pretensiones, nunca les ha faltado de nada, porque sus padres se han desvivido para proporcionárselo.

Tampoco se les han inculcado los valores de la educación y el respeto a la autoridad que encarnan los padres, los profesores y, en general, sus mayores; solamente se les ha concienciado que tienen derechos, pero no que esos derechos conllevan, como contrapartida, obligaciones y deberes.

Han sido educados en ausencia de responsabilidad y, por ello, son incapaces de medir las consecuencias de sus actos, de tolerar la frustración y de encajar el fracaso, todo lo cual les hace enormemente vulnerables. Entre todos hemos conseguido “deseducar” a toda una generación y la polarización política no ha ayudado nada para evitarlo.

Es posible que el boom de los botellones sea una consecuencia del Covid-19, ante la falta de alternativas al ocio nocturno para los jóvenes durante un encierro tan prolongado, pero lo que no es un efecto del Covid-19, es que esos botellones se hayan convertido en salvajes.

Utilizar el botellón para romper mobiliarios, quemar coches, asaltar establecimientos y agredir a los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no es una actividad socialización facilitadora de las relaciones interpersonales entre los jóvenes, mientras se divierten consumiendo alcohol.

Ese salvajismo no es un efecto colateral del Covid-19, es la consecuencia de la pérdida de unos valores básicos en la convivencia, como son la educación y el respeto.

Un fenómeno de estas características tiene que tener otras motivaciones, que requerirán de un estudio de investigación más profundo sobre los problemas que está viviendo nuestra juventud, que a buen seguro irá mucho más allá de una mera cuestión de organización de su ocio y de su tiempo libre.

Y es que siendo la generación que ha dispuesto de más libertades y alternativas de todos los tiempos y la mejor preparada de la historia no parece creíble que pueda tener un comportamiento tan irresponsable y tan incívico.

Bien es cierto que no debemos generalizar, porque hacerlo sería totalmente injusto. Sin duda, la juventud es muy diversa y habrá muchos jóvenes, que no participan de estos botellones y muchos más, yo creo que una inmensa mayoría, que no forman parte del vandalismo que se practica en estos “botellones salvajes”, que esperemos, sean solamente un fenómeno pasajero y no una nueva conducta juvenil de futuro.

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