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Cartas desde Londres: La fotografía prohibida de los tribunales de Inglaterra y Gales (I)

Cartas desde Londres: La fotografía prohibida de los tribunales de Inglaterra y Gales (I)
Josep Gálvez, "barrister" español en los tribunales ingleses, relata aquí la primera parte del misterio del "barrister" de la foto. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
06/9/2022 06:49
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Actualizado: 21/2/2023 12:00
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La reciente polémica sobre las grabaciones de los juicios del jurado en Sevilla, me ha hecho recordar una curiosa anécdota que me sucedió hace algunos años en una librería inglesa al tener, finalmente, entre mis manos, un polvoriento volumen de “Mis sesenta años en el derecho” (‘My Sixty year in the Law’) de F. W. Ashley, del que ya hemos hablado en alguna otra ocasión.

Hacía bastante tiempo que iba detrás de las memorias de Ashley ya que contaba nada menos que las vivencias durante todos esos largos años como ‘clerkde muy diferentes y relevantes barristers de Inglaterra y Gales, con los que había coincidido en ‘chambers’, muchos de los cuales luego fueron renombrados jueces de altos tribunales en esta jurisdicción.

Tras varios años, por fin había podido localizar este escurridizo libro gracias a la ayuda inestimable del señor Ray, un viejo librero de Burnham, Buckinghamshire. Tras recibir su confirmación por correo electrónico, un par de días después me desplacé por tren hasta esta pintoresca ciudad a tan solo 20 millas (poco más de 30 kilómetros) de Londres.

Por fin lo había conseguido. Ahí estaba la primera y única edición de 1936 de las memorias de Ashley, sobriamente encuadernada en azul prusiano y con la solera que solamente tienen los libros de antaño, fragancias viejunas incluidas. Tanto el título de la cubierta como del lomo estaban completamente borrados por el paso del tiempo, pudiendo ser este el motivo que costara tanto encontrarlo.

Pero además venía con una sorpresa incluida.

Al mostrármelo Mister Ray, un extraño papelito surgió inesperadamente de entre sus gruesas hojas, posándose encima del mostrador de madera oscura.

Revisándolo con el escepticismo propio de Hume, el librero me miró entonces por encima de sus gafitas y mientras me alargaba al inesperado invitado, dijo:

– Ah, es un viejo recorte de periódico. Qué interesante, ¿verdad?

Pues sí, ya con el tacto se notaba que era un recorte del año catapum, con esa textura arrugada que solo consigue el periódico “vintage”.

Era una fotografía con bordes irregulares, que se notaban rasgados a tijera y que, por algún motivo, alguien consideró importante guardar junto con el libro hacía la tira de años:

Sin duda, se trataba de una imagen de un juicio, pero pronto descubrí es que no era cualquier foto.

Era excepcional porque mostraba algo nunca antes plasmado en una fotografía.

Algo completamente prohibido y que acarrearía penas de cárcel.

¿Quién era el personaje que aparecía en esa fotografía?

¿Y por qué estaba prohibido tomar fotografías precisamente de ese instante?

¿Estaba relacionado con lo que lo que llevaba el juez sobre su peluca?

Hoy empezaremos a descubrir qué esconde la fotografía prohibida.

SIR HORACE AVORY, UN MUY BRILLANTE ‘BARRISTER’

Intrigado por la cuestión, nada más llegar me puse a investigar sobre la dichosa imagen y, efectivamente, al poco descubrí que se trataba de una fotografía tomada a escondidas durante un juicio en el famoso tribunal penal central de Londres (‘Central Criminal Court’), el popularmente conocido ‘Old Bailey

Y el personaje que aparecía no era otro que Sir Horace Edmund Avory uno de los penalistas ingleses más destacados de finales del siglo XIX y principios del XX, en el pleno ejercicio de sus funciones judiciales.

A Sir Horace Avory también se le conocía por otros apodos, siendo el más habitual el de “Juez de la Horca” (‘The Hanging Judge’) por ser el más temido de todos los que impartieron justicia durante su época.

Ya se imaginan por dónde va la cosa.

Precisamente, el autor de las memorias, F.W. Ashley, había sido durante cuarenta años el ‘clerk’ del terrible ‘Mr Justice Avory’, motivo por el cual gran parte del libro estaba dedicado a sus vivencias con este ‘barrister’ que luego fue nombrado juez de los más importantes tribunales penales del país.

Por lo poco, había que saber algo más de este hombre quien, además, había tenido el dudoso honor de formar parte de los abogados acusadores en el segundo ‘cause célèbre’ contra Oscar Wilde, que llevaría a uno de los mejores escritores en lengua inglesa a una terrible condena a trabajos forzados primero y a un deshonroso destierro en Francia después, donde moriría.

Pero tampoco es menos cierto que para Ashley, no hubo otro ‘barrister’ mejor en su oficio que Sir Horace Avory. Gracias, sobre todo, a su detallado conocimiento de todos los hechos de los que “difícilmente se le escapaba una coma” (‘hardly a comma scaped him!’).

La cuestión es que, gracias a su tesón y sus excelente dotes, Avory el ‘junior barrister’, consiguió importantes victorias en algunos de los más sórdidos casos penales en Londres  y que, según su ‘clerk’,  seguramente proporcionaron algunas buenas ideas al escritor R. L. Stevenson para su novela ‘Dr. Jekyll and Mr Hyde’.

Caricatura de Horace Avory por el célebre “Spy” y publicada en la revista “Vanity Fair” el 2 de junio de 1904.

Así, de los pesares sobre si tendría suficientes encargos para ganarse la vida, el joven Avory cambió rápidamente a las preocupaciones de encontrar el tiempo necesario para hacer todo el trabajo que le encomendaba, tomando la drástica decisión de rechazar todos los casos excepto los más importantes.

A pesar de su carácter afable y amabilidad, F.E. Ashley destaca que en su faceta profesional y, en particular, gracias a sus vitriólicas intervenciones como ‘barrister’ durante los procesos, a Avory le valieron un primer apelativo entre sus colegas: “la gota ácida” (‘the acid drop’).

Curiosamente, por avatares del destino, Avory se centró durante gran parte de su actividad profesional en los llamados “crímenes de cuello blanco” (‘White-collar crimes’), es decir delitos económicos, siendo un buen ejemplo de ello el que le condujo a llevar la acusación contra el mayor de los estafadores del país, Clarence Hatry, de quien se dijo que la envergadura de sus fraudes desestabilizaron la confianza en la City y aceleraron la depresión económica de finales de los años 20.

EL PROCESO CONTRA CLARENCE HATRY, EL MAYOR ESTAFADOR DEL REINO UNIDO

Para que nos hagamos una idea, Hatry era un pieza, un tipo de muy pocos escrúpulos -si es que tenía alguno- y que encontró en la Primera Guerra Mundial una fantástica oportunidad para lucrarse, por la que en 1921 ya era el respetado propietario de más una quincena de empresas.

La cuestión es que en 1929 y tras varias insolvencias a sus espaldas, Hatry había elaborado su proyecto más ambicioso, una supuesta fusión de varias empresas de acero y hierro en la compañía británica “United Steel Companies”, con más 40 millones de dólares de capital. Un señor pastón en la época y para hoy día.

Para ello, Harry aseguraba a sus inversores durante el verano de ese año que tenía un acuerdo con el famoso Gobernador del Banco de Inglaterra, Montagu Norman, quien le financiaría la transacción multimillonaria.

Pero la realidad era bien distinta ya que Norman había rechazado la oferta de Hatry y no quería ni oír hablar del pájaro.

Así, cuando un mes después todo estalló con el «Crack» de septiembre de 1929, las acciones de Hatry empezaron a caer en picado en la bolsa de Londres y mientras tenía un pasivo de 19 millones de libras, la sociedad solamente ostentaba un activo de 4 millones. Hagan cuentas.

Tras varios intentos desesperados, Hatry pidió a Sir Gilbert Garnsey, reputado contable colegiado de Londres, que interviniera en su favor para que Lloyds Bank le soltara la pasta. Pero para entonces era demasiado tarde.

Como se descubrió más tarde, Hatry había estado emitiendo acciones fraudulentas ya que los mismos certificados se habían impreso dos veces y se habían dado como garantía a diferentes bancos de Londres que le habían concedido financiación.

Un señor pufo de tamaño sideral.

Advirtiendo el megafraude, el comité de la Bolsa de Londres suspendió inmediatamente la cotización todas las acciones del grupo empresarial de Hatry, que habían llegado a tener un valor de unos 24 millones de libras esterlinas de la época.

Poco después, tras almorzar en el hotel Charing Cross, el empresario y sus acólitos fueron encarcelados para ser posteriormente sometidos a un proceso penal en el ‘Old Bailey’.

Y como se imaginarán, la acusación vino de parte de nuestro ya viejo amigo, el barristerHorace Avory.

El proceso se inició a finales del mismo 1929 y acusado de falsificación y fraude, Hatry fue finalmente condenado gracias al trabajo de Avory a nada menos que catorce años de prisión, siendo dos de ellos de trabajos forzados picando piedra, por lo que fue enviado directamente a la prisión de Brixton, de donde salió en 1944 con 83 años y tras un auténtico infierno.

¿Pero qué tiene que ver este ‘barrister’ con la foto del libro?

La semana que viene lo veremos.

Hasta entonces.

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