Los perros, servidores públicos de la Justicia en la Comunidad de Madrid
Yanis, uno de los 9 canes que forma parte de este programa.

Los perros, servidores públicos de la Justicia en la Comunidad de Madrid

Acompañan a los menores en su exploración judicial o toma de declaración, un servicio gratuito del que la Comunidad de Madrid y Dogtor Animal son pioneros en España y que forma parte de su apuesta por la humanización de la Justicia
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10/11/2022 06:51
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Actualizado: 10/11/2022 14:34
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Yanis, una galga de ocho años, es uno de los nueve perros servidores públicos de la Justicia en la Comunidad de Madrid. Son canes, específicamente entrenados, con una misión muy importante: acompañar a menores de entre dos y 16 años en su exploración judicial o toma de declaraciones por estar inmersos en procesos judiciales, por haber sido víctimas o testigos de algún tipo de violencia.

Una tarea clave para la protección del menor, porque con su apoyo emocional consiguen que la experiencia sea menos traumática, y también que puedan describir mejor cualquier abuso del que hayan sido víctimas o cualquier acto delictivo que hayan presenciado. 

Este instrumento, con base científica, comenzó su andadura en EE UU y la Comunidad de Madrid, en colaboración con la entidad Dogtor Animal, lo ofrece desde 2014. Entonces ya se estaba desarrollando en EE UU, Canadá, Chile y Finlandia.

Es un servicio gratuito que se desarrolla en Juzgados de Familia, de lo Penal y de Violencia de Género de Madrid, del que Dogtor Animal y la Comunidad de Madrid son pioneros en España. Cerca de 800 menores ya se han beneficiado en los juzgados madrileños de este programa.

Confilegal acudió el pasado 25 de octubre a la Oficina de Asistencia a Víctimas de Delito (OAVD) ubicada en la calle Albarracín para reunirse con María Jesús Juárez Lozano, directora de la red de oficinas; la psicóloga Vanessa Carral, impulsora junto a su socia Itzíar Hernández de Dogtor Animal; y con Yanis y su técnico -la guía-, Laura López, para conocer de primera mano en qué consiste este proyecto, desarrollado a día de hoy por siete perras –Yanis, Pecas, Nana, Matilda, Etna, Eika, y Kuba– y dos perros, Dollar y Melón.

También ha participado en este reportaje la viconsejera de Justicia y Víctimas, Yolanda Ibarrola de la Fuente, aportando información del Programa de Perros de Apoyo en Justicia. Ibarrola fue la valiente que se atrevió a proponer esta iniciativa tan novedosa en un sistema tan cerrado como es la Justicia.

Yanis, acompañada por su guía Laura López (a la izquierda) y la psicóloga Vanessa Carral (a la derecha), la impulsora de esta iniciativa, con base científica que la Comunidad de Madrid ofrece de forma gratuita en beneficio de los menores. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal
En su chaleco va identificada como perro de apoyo judicial. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal

La oficina de atención a la víctima es quien recibe la petición del servicio por parte del interesado o de la familia, y es la encargada de coordinar su presencia y el desarrollo del programa con los psicólogos y trabajadores sociales de carácter asistencial con los que cuenta. 

Si el juez da su aprobación, el can entra en acción.

La escuela de perros de intervención de Dogtor Animal empieza con la selección de un cachorro o de un perro adulto, como es el caso de Yanis, que era de cazador y fue adoptada por Laura López con cuatro años. Le sigue un proceso de socialización, otro de obediencia básica, de posicionamientos y habilidades.

El equipo canino lo integran una galga -Yanis-, una pointer -Pecas-, y el resto son labradores y golden retriever.  

Aquel era el segundo día de trabajo para Yanis, que llegó a la oficina a las 10.30 y se marchó pasadas las 14.00, aquella semana ya no trabajaba más, y en verano disfruta de vacaciones. Acompañó a dos niñas que tenían que testificar en sendos casos por estar vinculadas en un proceso judicial. La primera tenía 11 años y la segunda siete.

Y Yanis lo hizo muy bien, según informaron a este diario Vanessa Carral y Laura López.

«La primera niña estaba muy tensa y según vio a la perrita se le cambió la cara y sonrió, aunque durante la entrevista no le pudieron sacar el jugo, pero a la segunda sí: Lo declaró todo», explica Carral, especializada en psicología clínica, sanitaria y educativa. Su socia Itzíar lleva la parte de selección, entrenamiento y control del bienestar animal.

Yanis acompañó aquel día a estas niñas en sendas testificaciones en la sala Gesell, en las que los menores y víctimas más vulnerables prestan declaración grabada en un espacio amigable que permite preconstituir pruebas y evitar su revictimización. 

La cámara Gesell es una sala acondicionada para que el menor o víctima del delito trate, en exclusiva, con el psicólogo o profesional que le atiende. En una habitación contigua, separada por un espejo espía, las partes -juez, fiscal, secretario y abogados- siguen el interrogatorio y participan de él mediante una comunicación con el psicólogo forense, a través de un ‘pinganillo’. 

La declaración se graba y queda como prueba preconstituida -la que existe antes de la apertura de un proceso judicial y que está a disposición del juez en cualquier momento-, evitando que la víctima tenga que repetirla durante la vista oral.

El guía del perro está presente también, en un segundo plano y siempre cerca del perro, para garantizar el mayor aprovechamiento de este recurso, generando un vínculo entre el menor y el can, así como el bienestar del animal.

«Ayudamos a los menores que están reviviendo situaciones traumáticas y el perro se convierte en su colchón emocional», señala Vanessa Carral. 

«Este acompañamiento se desarrolla, entre otros juzgados, en los que enjuician violencia sobre la mujer, un ámbito en el que los niños a la hora de declarar sufren mucho, por lo general, y están muy divididos porque son sus progenitores», explica María Jesús Juárez. 

María Jesús Juárez, directora de las Oficinas de Víctimas del Delito. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal

«En muchos casos quieren proteger a su madre, pero la declaración a veces es dura porque es en contra de su padre. Ellos, por supuesto, tienen la dispensa de no declarar contra su padre o madre, algo que siempre se les indica claramente», señala.

Los testigos tienen la obligación de declarar, aunque en caso de afectar el proceso a sus parientes más próximos están exentos de ella. Una exención que viene recogida en el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim). 

Los menores de 14 años, en caso de declarar, lo hacen de forma preconstituida (Ley Orgánica 8/2021). 

«El perro tiene una función esencial, que es que la víctima declare en mejores condiciones. Aquí lo que importa es la víctima, y este es el mecanismo adecuado para que el niño esté más tranquilo, más relajado», explica Juárez.

Y según informa, los jueces y magistrados apuestan por esta intervención.

ASÍ SURGIÓ DOGTOR ANIMAL 

Vanessa Carral trabajó en 2008 con la Policía Nacional en la Comisaría de Leganitos -en el distrito centro de Madrid-, en atención a la víctima. Hacía psicología de emergencia con personas que habían vivido un elemento traumático que había marcado su vida, para intentar que pusieran una primera denuncia.

«Había veces que se conseguía y otras que no, pero nuestro objetivo fundamental era que emocionalmente esa persona tuviera un soporte, que no se cayera», relata.

Según explica, durante el año que estuvo en la Comisaría vio que los menores se enfrentaban a una de las experiencias más difíciles de su vida en un espacio frío, que no estaba preparado para hacer que esa vivencia no fuera traumática, y que tras salir de allí los menores necesitaban terapia.

«Cuando estudié psicología pensaba que el poder del vínculo humano-animal era un elemento que estaba muy desaprovechado. Estando en la Comisaría me surgió la posibilidad de trabajar en Australia con delfines y leones marinos en terapia clínica con menores, sobre todo con diversidad funcional, trastorno del espectro autista y niños con síndrome de Down. Después, me surgió una oportunidad en EE UU, en Key Largo (Miami) para ampliar esa formación del beneficio de los animales, en este caso delfines, que era bastante complejo y estuve allí una temporada», expone.

A su regreso a España se formó en psicología canina y a raíz de ahí conoció a su socia, su compañera de viaje de Dogtor Animal, Itzíar Hernández Fernández, y fundaron la entidad en septiembre de 2009, que integran profesionales del mundo animal, de la salud, de la educación, del ocio y perros específicamente entrenados.

Uno de los principales objetivos de ambas era ayudar a los menores que se ven implicados en un proceso judicial. Carral lo tenía claro desde que trabajó en la Policía. «Conocimos un proyecto en EE UU llamado CourtHouse Dogs Research y empezamos a luchar hace 14 años para que en nuestro país también ofreciéramos ese servicio, que hemos adaptado al sistema judicial español», indica.

Seis años después se convirtió en una realidad. La Comunidad de Madrid apostó por el proyecto y accedió a poner en marcha un programa piloto en los Juzgados de Familia, ubicados en la calle Francisco Gervás, estando entonces Salvador Victoria como consejero de Presidencia y Justicia.

«Los perros de intervención son una pieza del puzzle de todo el paraguas de humanización de la Justicia y eso a mí me enorgullece. E ir de la mano de la Oficina de Atención de la Víctima, de María Jesús Juárez, es un honor», indica la cofundadora de Dogtor Animal.

Los perros pioneros del proyecto fueron Congo, un labrador, y Bruce, un cruce entre labrador y golden retriever, que ya han fallecido. 

Por aquel entonces trabajaban en terapia asistida, vinculada sobre todo a menores en riesgo de exclusión social. Después comenzaron a hacer «tratamientos con mujeres supervivientes de violencia de género; psicogerontología, con intervenciones a mayores en residencias de ancianos; y terapias de atención temprana con bebés y niños con problemas neurológicos».

Congo fue el primero que trabajó en los juzgados madrileños.

Los veteranos son Eika, Kuba y Melón.

La viceconsejera, Yolanda Ibarrola, flanqueada por Eika (a la izquierda) y Kuba.

«La experiencia de Vanessa la hemos captado en la Comunidad de Madrid y hemos salido muy beneficiados. Qué suerte haberla encontrado», señalan a este diario desde la Consejería de Justicia y Víctimas. «Suerte bidireccional», replica Carral al comunicarle estas palabras.

EL PROCEDIMIENTO QUE SE SIGUE 

Los menores antes de ser entrevistados esperan en una sala donde pueden estar acompañados de sus padres o no, dependiendo de su situación y el caso concreto. «Esta situación de espera y la consciencia de la proximidad de un interrogatorio generan mucha ansiedad en los niños y aumenta la sensación de miedo y falta de control», explica la viceconsejera de Justicia y Víctimas, Yolanda Ibarrola.

El psicólogo o trabajador social comunicará al niño o a su familia que «un perro especial» les acompañará durante la entrevista, lo que, según expone, «produce un alivio y distensión tanto en los menores como en sus familiares», que previamente han sido informados y han prestado su consentimiento por escrito al psicólogo o trabajador social, que es quien propone la intervención.

Así, los niños se centran en el encuentro y no en el temor o estrés que genera la entrevista en sí. 

Los perros de asistencia judicial se acercan a los menores acompañados del profesional que les va a entrevistar y del técnico que acompaña al perro de apoyo, y se lo presentan, estableciendo un vínculo previo.

«Nuestro discurso en ese momento va muy dirigido a generar ese vínculo, a hacer ese lazo emocional que a nivel neurológico favorece que el menor esté más tranquilo y tenga acceso a esas memorias traumáticas que va luego a relatar», añade Carral.  

Pasados unos minutos, los tres se dirigen a la sala donde se realizará la entrevista -suele hacerle en la cámara Gesell-, un trayecto en el que el niño toma la correa y asume el control del perro.

Una vez en la sala, niño y perro se acomodan en el sillón, tumbándose el can al lado del menor, preferiblemente con la cabeza en su regazo. 

Yanis, tumbada en el sillón de la sala Gesell, donde acompaña al menor. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal
Una panorámica de la sala Gesell. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal
La visión desde el otro lado del cristal, donde están el juez, el representante del Ministerio fiscal y los letrados. Foto: Rosalina Moreno/ Confilegal

«A partir de ese momento, el profesional focaliza toda la atención en la entrevista y los datos a obtener. Este es el momento más crucial del proceso. La sola presencia y el contacto del perro hace que el niño se muestre notablemente más tranquilo, más abierto a comunicar y a tomar esta situación extremadamente delicada como una actividad que le reporta sensaciones cálidas y tranquilas», detalla Ibarrola.

Tras la entrevista, el perro se queda unos minutos con el niño en una «despedida cálida, desviando la atención sobre el perro y dejando en un segundo plano la entrevista y el motivo de la misma», añade.

A través de ese contacto y ese vínculo que se ha establecido en uno de los momentos más duros de sus vidas de recordar y ponerle palabras a lo que ha pasado, cierran la parte emocional de los menores redireccionando hacia el perro y desfocalizando nuevamente. Hablan de otras cosas, también de lo que ha sucedido, y normalmente se suelen hacer una foto con el perro. 

«A día de hoy, los resultados del Programa de Perro de Apoyos son altamente positivos: Se ha favorecido un estado emocional positivo en los menores; se han generado vínculos con los profesionales judiciales más rápidos y efectivos; se han obtenido por parte de los profesionales del Juzgado respuestas y entrevistas mucho más fidedignas, con frases más completas y más ricas en detalles. Y la valoración de la mayoría de los menores que fueron acompañados por los perros de apoyo fue positiva, ya que todos afirmaron haber disfrutado de su estancia en el Juzgado junto al Perro de Apoyo», concluye Ibarrola.

En el caso de las dos menores que declararon aquel día, «momentos antes se podía ver la tensión en su cuerpo, en su cara», explica Vanessa Carral. Estaban «totalmente recogidas, como si se metieran dentro del caparazón, pero según vieron a Yanis lucieron una sonrisa». 

«Nosotras lo que hacemos es una intervención en asistencia a emergencias. Vamos a preparar al menor y a allanar el camino para que la testificación vaya suave. La fortaleza de este proyecto es también cerrar al menor una vez que se acaba la intervención», destaca Carral.

Juárez apunta que, además, estas instalaciones de la calle Albarracín cuentan con un parque infantil en el exterior por donde acceden normalmente los menores, que conecta directamente con la Oficina de Atención a Víctimas del Delito, donde ya tienen preparados algunos elementos que endulzan la estancia.

Vanessa Carral adelanta a este diario una idea que quiere llevar a cabo. Y es que además de que el menor se lleve una fotografía con el perro, darle la oportunidad de que se lleve también una tarjeta «profesional» del can, con un correo electrónico, y de esta forma poder escribirle directamente y contarle su evolución.

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