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«Claves prácticas para la defensa penal»: un libro indispensable
Nicolás González-Cuéllar realiza una recensión sobre el libro "Claves prácticas para la defensa penal", del que son autores Manuel Marchena Gómez y Manuel Marchena Perea. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
17/5/2023 06:31
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Actualizado: 17/5/2023 12:49
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En una época en la que la producción de obras sobre el proceso penal -ya sean monografías o artículos de revista- se caracteriza por una generalizada mediocridad, a la que ha conducido un sistema de valoración de las publicaciones científicas y de selección del profesorado demencial, ha visto la luz este curso -judicial y académico- un libro espléndido, “Claves Prácticas para la Defensa Penal”, cuya lectura es tan gozosa para el gusto literario y el intelecto, como provechosa resulta para la adquisición de conocimientos sobre la estructura teórica, los conceptos y la jurisprudencia acerca de la justicia penal.
El texto no es un tratado, ni un manual, ni un compendio de cuestiones prácticas, sino una originalísima sistematización de inquietudes y problemas que asaltan al jurista que toma contacto con el proceso penal o que trabaja en su ámbito con la insatisfacción de un caminante en un laberinto de inercias sin sentido, de las que no sabe cómo escapar o que no se atreve a contradecir sin un respaldo doctrinal y/o jurisprudencial claro y contundente, que es precisamente lo que la obra ofrece.
Los autores de la obra son de sobra conocidos: Manuel Marchena Gómez, Magistrado del Tribunal Supremo, actual Presidente de su Sala Segunda, Fiscal de carrera, Doctor en Derecho y Profesor universitario y Manuel Marchena Perea, excelente abogado penalista y magnífico docente.
Ambos han aunado su bagaje conceptual, sus conocimientos jurisprudenciales y su experiencia práctica para ofrecer al lector setecientas sesenta y ocho páginas de sabiduría jurídica y sentido común.
El libro huye de disputas conceptuales artificiosas que tanto gustan a los virtuosos de la analítica desconectada de la realidad.
Se centra en identificar las múltiples cuestiones problemáticas que surgen durante el desarrollo del proceso penal -incluso las que no son estrictamente jurídicas, sino puramente estratégicas-, en explicar las distintas alternativas para afrontarlas, con sus ventajas y desventajas y en ofrecer al lector lúcidos consejos sobre la interpretación y aplicación de la ley, dentro del marco de las garantías constitucionales, auténtico leitmotiv del texto.
Tienen razón los autores en que “pocas cosas en la vida son tan imprevisibles como el resultado de un proceso penal”, pero libros como el que los Marchena nos ofrecen sirven para dotar de una orientación precisa sobre los medios que pueden ser empleados para lograr el fin perseguido por el letrado de la defensa o de la acusación: el patrocinio de los derechos e intereses de su cliente, con libertad, independencia, en el Estado de Derecho.
Dichos medios se describen de forma exhaustiva y con la más completa exposición de las alternativas que el abogado tiene a su disposición, con la acertada crítica de los puntos de negros de la justicia penal para el derecho de defensa, entre los que destaca la propensión de la fiscalía a la práctica de diligencias de investigación “a espaldas del investigado”, con “aroma de clandestinidad”, como los autores señalan.
Al igual que en el punto atinente al desprecio por el derecho de defensa en las diligencias previstas por el artículo 5 del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, es de esperar que la obra siga produciendo efectos prácticos beneficiosos en la profundización por el respeto por los derechos fundamentales, en todo tipo de cuestiones, en especial en las que resultan de transcendencia estructural para la justicia penal, como sucede con el orden de la prueba en el juicio oral, que debería dejar para el último lugar el interrogatorio del acusado, si es voluntad del mismo prestar declaración.
Aunque paulatinamente la práctica comienza a acomodarse a un entendimiento del juicio oral como posibilidad de refutación por la defensa de la tesis de la acusación, aún tenemos tribunales que, en la estela de la inercia, rechazan lo que entienden una innovación contraria a la redacción de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, sin reparar que dicho texto legal en ninguna disposición establece que el interrogatorio del acusado -que no regula- haya de hacerse al inicio de la vista, antes de que la prueba se haya desarrollado.
EL «MARCHENA»
El Marchena -que es como, sin duda, pasará a llamarse “Claves Prácticas para la Defensa Penal”, no es un libro para dogmáticos, ni tampoco para practicones anclados a una comprensión rituaria del Derecho Procesal. Es un libro que se sitúa en la comprensión del debate forense como discurso práctico racional, en el que influyen factores de muy diverso tipo, incluida la vestimenta o el modo de dirigirse al juez. De forma amena se abordan las distintas dudas que pueden suscitarse. Como ejemplo sirva el irónico y delicioso consejo de advertir al cliente de la conveniencia de emplear ante el juez de instrucción una indumentaria habitual, “salvo domadores de circo o buzos profesionales”.
El libro se encuentra redactado en un estilo que combina la elegancia literaria con la claridad y la precisión jurídica, lo que proporciona una ágil lectura. Su estructura permite afrontar un examen en conjunto de la obra o la consulta de apartados concretos, fácilmente accesibles ante la necesidad de efectuar la consulta de temas puntuales.
Y no sólo se trata de una obra imprescindible para la práctica de la abogacía en el ámbito del proceso penal y por extensión para cualquier profesional del foro. Resulta también de un extraordinario valor académico, como texto de gran utilidad para los alumnos del máster de acceso a la abogacía y los cursos de especialización.
Su adquisición es sencilla, al comercializarse a través de la plataforma Amazon.
Sinceramente puede afirmarse que nos encontramos ante un libro de obligada lectura, como todo aquel que siga el consejo de esta recensión comprobará, al incluir en su biblioteca una obra magnífica que se convertirá en texto de consulta permanente ante cualquier duda que la preparación de un asunto le genere.
También como fuente de corroboración de la línea de defensa el valor de la obra se muestra evidente: hoy en día la posibilidad de invocar en estrados la solución aportada por el Marchena constituye una ventaja argumental que puede ser decisiva y a la que ningún abogado debería renunciar.
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