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Juan del Rosal: un ilustre abogado y penalista (1908-1973), a 50 años de su fallecimiento

Juan del Rosal: un ilustre abogado y penalista (1908-1973), a 50 años de su fallecimiento
Manuel Jaén recuerda al reputado jurista Juan del Rosal, en este día, 50 años después de su desaparición. Sobre estas líneas, la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, de la que fue decano. Foto: Wikipedia.
06/11/2023 09:00
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Actualizado: 06/11/2023 12:15
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Hace hoy 50 años del fallecimiento de este eminente abogado y penalista, que bien merece un recuerdo, como también lo merecía otro gran jurista, Enrique Ruiz Vadillo, al que le dedicábamos unas líneas en este mismo medio hace unos meses, con ocasión del 25 aniversario de su fallecimiento en 1998.

Precisamente, el propio Ruiz Vadillo, en la bella semblanza que hizo de Juan del Rosal en el libro homenaje que se le hizo a este en 1993, a iniciativa del también destacadísimo penalista y abogado Manuel Cobo del Rosal, sobrino y discípulo de D. Juan, recordaba que él fue alumno suyo en la Universidad de Valladolid, considerándolo su maestro y llegando a ser su colaborador como profesor ayudante en esta Universidad.

Yo no tuve la fortuna de conocerlo personalmente, aunque sí a su hijo, Bernardo del Rosal, gran abogado y también catedrático de derecho penal, persona muy querida y admirada en el ámbito jurídico por su talante humanista y dialogante, con quien pude coincidir en el homenaje a Enrique Bacigalupo, por su 85 aniversario, celebrado el pasado mes de julio en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, rememorando ambos en la Sala de Juntas, frente al cuadro de su padre, como decano que fue de dicha Facultad (1971/1972), su figura y su grandiosa obra científica y trayectoria profesional.

Como era de esperar, en dicho acto se recordó la figura de Luis Jiménez de Asúa, del que Enrique Bacigalupo fue discípulo directo, en Argentina, además de una larga lista de penalistas de este país, tan querido y tan cercano culturalmente al nuestro, así como también el hecho de que D. Luis mantenía en España sus discípulos, como era el caso de José Antón Oneca, Arturo Rodríguez Muñoz y el propio Juan del Rosal, aunque luego, por resultas de la guerra civil, D. Juan tuvo también como maestro a Rodríguez Muñoz.

Asimismo, a pesar de la distancia, puede afirmarse que Luis Jiménez de Asúa, sin duda el más grande penalista español del siglo XX, fue el maestro, directa o indirectamente, de toda una generación de grandes penalistas españoles, como es el caso, aparte de los ya mencionados, de Marino Barbero Santos, José Cerezo Mir, Manuel Cobo del Rosal, Juan Córdoba Roda, Gonzalo Rodríguez Mourullo, Fabio Suárez Montes, Ángel Torío, José María Stampa Braun, Miguel Bajo Fernández, Enrique Gimbernat y Luis Rodríguez Ramos, todos ellos, a su vez, con una larga lista de destacados discípulos.

No es lugar ni momento de glosar su extensa obra, parte de la misma dedicada a la novela policiaca, como es el caso de Crimen y Criminal en la novela policíaca, pero sí me gustaría destacar algunas valientes reflexiones acerca de los valores fundamentales que Juan del Rosal vertió en su discurso de ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, el día 28 de enero de 1964, al referirse a un esquema de anteproyecto de código penal español, destacando la justicia y la seguridad jurídica, con cita de Radbruch, un penalista íntegro, que supo oponerse firmemente al nazismo, frente a la postura silenciosa de gran parte de los penalistas alemanes, e incluso de otros partidarios del nacionalsocialismo, la equidad, la protección de la persona humana, la necesidad de que el Derecho cuente con preceptos claros y precisos y que contra las decisiones judiciales quepa siempre la posibilidad de recurso, el predominio del principio del «hecho» como base de la responsabilidad penal, el principio de legalidad, como la piedra angular del sistema, el mantenimiento del principio «in dubio pro reo», así como también del principio de culpabilidad, en el sentido de que “no hay pena sin culpabilidad”.

En fin, todo un programa político criminal en el marco de un Estado democrático de Derecho, que nuestro recordado Juan del Rosal propuso en aquella ocasión, y que hoy, casi sesenta años después, es perfectamente reproducible y, desde luego, es deseable que alguno de los aspectos entonces mencionados por nuestro autor en su discurso, llegue a ser realidad, como es el caso de la seguridad jurídica, tan necesaria en todos los ámbitos jurídicos y, en especial, en el ámbito penal, y que, sin embargo, hoy difícilmente puede afirmarse, cuando resulta que un texto legislativo, como el código penal, que debería caracterizarse por su estabilidad, está siendo objeto permanentemente de reformas, concretamente cerca de cincuenta desde que aquel se aprobara en 1995.

Como lo puso de manifiesto otro de los grandes maestros del derecho penal español, Enrique Gimbernat (ADPCP, 2021), Juan del Rosal era una persona de convicciones democráticas que, en tiempos de tremenda agitación universitaria, siempre estuvo, como Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, de parte de los estudiantes y profesores antifranquistas.

Por último, hay una institución, prelegislativa, a la que Juan del Rosal perteneció, como tantos otros grandes juristas, la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia, con una larga historia, pues data de 1843, a la que deberían seguir perteneciendo los más destacados y excelentes juristas, penalistas en el caso de anteproyectos de ley que afecten a la disciplina del derecho penal, representando un valioso y útil filtro previo a la remisión de dichos proyectos al Congreso de los Diputados, para evitar crasos errores como los producidos últimamente, asegurando así la mayor calidad y perfección de las leyes, que sólo los verdaderos expertos en las respectivas materias pueden lograr, independientemente, claro, del respeto de las decisiones de política criminal que corresponde tomar al  Gobierno de la Nación, pero desde luego lo que no es aceptable es que el código penal se esté cambiando permanentemente, por el riesgo de que principios constitucionales, como los de legalidad y seguridad jurídica, que correctamente destacaba Juan del Rosal en el mencionado Discurso, puedan verse afectados, pues con tantos cambios y modificaciones, en tan breves períodos de tiempo, no es seguro que los ciudadanos lleguen a tener el necesario conocimiento de lo que está penalmente prohibido y puedan adecuar su conducta a ello.

Sin duda, Juan del Rosal fue un gran hombre, un gran jurista, gran penalista y excelente abogado, que merece este recuerdo en el cincuenta aniversario de su fallecimiento, en especial de los que nos dedicamos al derecho penal.

Él tuvo un gran maestro, Luis Jiménez de Asúa, y a su vez fue maestro de grandes penalistas pertenecientes a una generación cuya excelencia resulta indiscutible.

Es de justicia, pues, mantener el recuerdo de los grandes maestros, a los que tanto debemos y de los que tanto hemos aprendido, entre los que ocupa un lugar destacado el hoy recordado Juan del Rosal.

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