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La carcajada del presidente: anatomía de un instante

La carcajada del presidente: anatomía de un instante
Luis Romero, socio director de la firma Luis Romero Abogados y doctor en derecho penal, analiza en esta columna la carcajada sardónica de Pedro Sánchez contra el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo.
20/11/2023 06:31
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Actualizado: 21/11/2023 08:07
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Le escuchaba en esos momentos percibiendo su nerviosismo, una inquietud que era evidenciada por su constante titubeo. Quizás por eso su inconsciente le provocó entonces, en ese preciso instante, una repentina carcajada, una estruendosa risotada.

Algunos no nos explicábamos cómo podía reírse así ante toda España, ante todo el mundo; y de repente, cuando parecía que el mandatario había calmado su risa, de pronto brotó descontrolada otra vez esa sonrisa desvergonzada, grosera, como la del que alguna vez irrespetuosamente, inoportunamente, interrumpe el tono aquietado de una velada, de una reunión, de una tertulia, sorprendiéndonos desagradablemente a todos.

En esas ocasiones, los demás nos fijamos en él, en ese individuo maleducado que no sabe estar, en el invitado inoportuno.

Los demás nos resignamos, incluso disimulamos nuestra incomodidad.

Y antes de terminar, emergía incontroladamente como un torrente el carcajeo, el ruidoso jolgorio, con una mueca sádica. Me recordaba a Nerón tocando la lira mientras Roma ardía, a Tiberio y su risa espasmódica.

Entonces comprendí que todo estaba perdido y no había esperanza. El gobernante iba en serio, comenzaba la diversión. No pudo contener esa hilaridad que contrastaba con la cara grave del Rey Felipe VI unos días más tarde.

Si nos detenemos en ese instante, concluiremos que el presidente no se estaba tomando en serio a los españoles: más bien se situaba junto a Otegi, ligado a Puigdemont; hacía suyas sus reivindicaciones.

Yo pensaba en los votantes socialistas, que se sienten engañados. O en algunos simpatizantes de Sumar, Podemos y otros.

Con la cara desencajada de nuevo se desternillaba mientras reía a mandíbula abierta ¿Esas algazaras eran por los 15.000 millones para los catalanes, por las consultas ilegales y tantas concesiones a cambio de un puñado de escaños?

Él pensaba en esos momentos ”Hay que ver, la que le hemos colado a la oposición por estos ocho votos de diferencia”.

“A todos los españoles, por los 7 votos de Junts. ¡Pero yo sigo en mi palacio presidencial!”

El caudillo continúa. Él, el presidente, acaricia de nuevo cuatro años más ¿O serán tres?¿O dos? ¿O uno? ¿O quizás menos?

Y sabía también, como así ha ocurrido inmediatamente después, que se iban a solicitar esas comisiones parlamentarias que quieren juzgar a los jueces que osaron procesarles y condenarles a ellos.

Mientras que el Fiscal General del Estado calla y permanece inerte, como los jueces en el gobierno.

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Momento de la carcajada de Pedro Sánchez a la que hace referencia Luis Romero en su columna.

Esa sonrisa socarrona del presidente, ese mohín contrasta con el gesto circunspecto del Rey, quien seguro estaba pensando en esos momentos en su elocuente discurso de octubre de 2017, en sus palabras de firmeza en aquel mensaje televisado implorando ley y orden para defender la democracia y la unidad nacional.

Si entonces había peligro de ruptura, ahora es peor, porque quien fragmenta, quien abate a los poderes del estado, a los controles del estado de derecho, es precisamente quien debería ser guardián de los mismos, quien debería velar por nuestro ordenamiento jurídico, la separación de poderes, las libertades públicas, la democracia.

Es inquietante.

Jean François Revel aseguraba en “Cómo terminan las democracias” que “La democracia está menos amenazada que nunca en el interior y más que nunca desde el exterior”. En España, hoy ocurre lo contrario.

Ese aspaviento de taberna, irrespetuoso, desternillándose en la cara de quien ha sacado más votos que él, ¿se reía de la amenaza de un referéndum catalán, de una consulta vasca o de las seguras declaraciones de independencia?

SU OBJETIVO ERA SER PRESIDENTE

Se reía de sus propias palabras cuando dijo que no habría amnistía. Él en realidad se ríe de sus embustes, se ríe de haber engañado a todos los españoles. El se ríe de que él lo único que quiere es ser presidente frente a todos, erga omnes.

Su único sino era ser presidente.

Ha mentido por esos 7 votos, no con un pacto lícito, ético, sino mediante un acuerdo contra la lógica y la ley, vendiendo hasta al Poder Judicial, a la Sala Segunda del Tribunal Supremo y a los demás tribunales. Es el derecho del revés, el revés del derecho.

Es la señal de salida, es el signo de algo que intuimos que no terminará bien. Es el inicio de algo que ya vimos que podía acaecer.

Esa carcajada, la sonrisa del régimen, ese espasmo, es lo que hoy en día ya no éramos. Se burlaba de eso cientos de miles de españoles que salían hace unos días a concentrarse, a manifestarse.

Se reía de las barricadas, los incendios y las pedradas en Cataluña.

Él en esos momentos se reía cínicamente porque veía ante sí, vislumbraba a todos esos etarras que van a salir libres muy pronto, a todos los perdonados por malversación, terrorismo, sedición

¿O era rebelión?

Él se sentía en la Moncloa, como Puigdemont en su mansión de Waterloo. Pero no era una ilusión óptica ni un espejismo: en solo 24 horas se haría realidad.

SEGUIR EN EL PODER

Porque lo que a él le interesa es seguir en el poder, nombrar a su gobierno y pasearse por el mundo, seguir al frente de la unión europea yendo en contra precisamente de las libertades europeas, de la democracia occidental y sus principios.

Es todo lo contrario a lo que representa.

Es una ironía, un sarcasmo, una gran contradicción, un ejemplo de cómo terminan las democracias ¿Es el devenir?

Pero las democracias tienen sus resortes, sus defensas, donde esa sonrisa se convertirá un día en una mueca de desilusión, un gesto afrontando la realidad y porque en verdad la fiesta duró poco ¡Se acabó la diversión! ¡Comandante, se acabó la diversión!.

Momentos después, el presidente iba caminando por los pasillos del Congreso, rodeado por los suyos, y se abstrajo imaginando de pronto al rey emérito espetándole:

– ¿De que te ríes?

– ¡Sí, tú!

– ¿Por qué no dejas de reírte?

 Alguna gente afirma:

¿Por qué va a querer Sánchez romper España?

Es como cuando los españoles se preguntaban por el oro de Moscú y aún hoy se preguntan:

¿Por qué Largo Caballero y Negrín regalaron a Stalin tantos millones de los españoles?

También algunos se cuestionan:

¿Por qué Zapatero tendría que apoyar a un sátrapa como Maduro?

¡Seguro que Zapatero luchará por la democracia y la libertad en Venezuela!

¡Se desvivirá para que María Corina Machado sea la candidata de la oposición en las próximas elecciones!

La euforia eclipsaba el nerviosismo, pero se intuía el desasosiego… Una sonrisa nerviosa, como la de Tiberio, emergía de nuevo…

UNA ALOCADA CARCAJADA

El líder pensaba en su “ley singular” contraria a la separación de poderes y a la independencia judicial, un disparate jurídico, la defunción del estado de derecho; en la inseguridad jurídica que suscitaría.

La risa se convertía de pronto en una alocada carcajada, era como esa risa que se oye en la cola de la Casa de la Risa donde los espejos deforman la figura de los que en ella entran en las ferias mientras por una megafonía una alocución ruidosa sólo permite escuchar escandalosas carcajadas, interminables, que hacen eco;  y luego, uno entra dentro y ante las imágenes grotescas, los semblantes deformes de uno mismo, sus acompañantes o de esos desconocidos a nuestro lado, que se alargan o acortan, rompe a reír.

Es la casa de la risa.

Es el retrato de Dorian Gray cuando el rostro joven se transforma en una cara decrépita y deforme.

Es el extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde. De pronto era otro, se tornó en su otra cara, su otra personalidad; el uno no reconocería al otro.

¿Es una burla o una constatación del atentado constitucional?

¿En realidad significa ese ademán risueño una claudicación ante los malhechores?

¿Seremos cautivos de un pacto diabólico?

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