Firmas

Opinión | Los políticos siempre manipulan el lenguaje para salirse con la suya, es su oficio

Opinión | Los políticos siempre manipulan el lenguaje para salirse con la suya, es su oficio
Manuel Álvarez de Mon Soto, ha sido magistrado, fiscal y funcionario de prisiones. Actualmente es letrado del Colegio de Abogados de Madrid. [email protected]. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
30/11/2023 06:31
|
Actualizado: 30/11/2023 07:50
|

Muchos ahora se escandalizan en España por el cambio de opinión de algunos políticos respecto de la amnistía.

No es objeto de este artículo examinar su adecuación constitucional o no sino poner ese evento en relación con una realidad de todo tiempo y lugar, que es la manipulación del lenguaje por los políticos a lo largo de la historia.

El ejercicio del poder nunca se ha caracterizado por ser ejercido por las personas con más clarividencia moral o convicciones inquebrantables sino por jugadores profesionales de nervios de acero que disponen de la mayor información posible sobre los puntos fuertes y débiles de sus rivales, por una parte, y que saben dónde está el dinero y la financiación.

Para luego prometer todo lo que se pueda al pueblo, halagándolo hasta la saciedad.

Un pueblo cuyos sentimientos conocen y sobre el que actúan, según les conviene, para alcanzar el poder o mantenerse en él. Mienten y manipulan. Lamentablemente esa es la esencia de la política.

Saben cómo utilizar el lenguaje de la forma más eficaz, a su arbitrio y disposición .

El gran lingüista suizo Ferdinand de Sausure, el gestador de la lingüística moderna en el siglo XIX, explicó perfectamente la función del lenguaje en la comunicación, su importancia decisiva en la influencia política y cómo hay que distinguir entre su aplicación sincrónica y diacrónica, señalando «que el punto de vista crea el objeto».

Esto es clave para entender el el uso que hacen los políticos del lenguaje, y su manipulación, por interés personal.

Decía Napoleón que la política es la «fatalité moderne» (fatalidad moderna), pero se quedó corto. Es la fatalidad inevitable de siempre .

Realmente ,al escuchar a los políticos solo se engaña quién quiere ser engañado, consciente o inconscientemente.

Ya decía el desaparecido alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, que «las promesas electorales estaban para no cumplirse».

Alfonso Ossorio, el que fuera ministro del Gobierno con Adolfo Suárez, reconoció –ya alejado de la política–, que en activo los políticos no podían decir toda la verdad .

Repito esto es así siempre en cualquier sociedad.

En la misma España moderna tenemos los cambios absolutos de criterio del rey Fernando VII respecto de la constitución de Cádiz de 1812 que tanto acataba como descartaba, a su antojo y conveniencia.

¿DÓNDE QUEDARON LOS PRINCIPIOS INMUTABLES DEL MOVIMIENTO NACIONAL?

Y qué decir de todos los que juraron fidelidad a los llamados «Principios Inmutables» del Movimiento Nacional erigido por general Francisco Franco, vencedor en nuestra sangrienta guerra civil.

Empezando por el entonces Rey Juan Carlos de Borbón, que los juró al asumir la Corona y que fueron derogados por la llamada Ley de Reforma Política de 1978 impulsada por Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Miranda –que consiguieron que las Cortes franquista se hicieran, literalmente, el harakiri–, lo que dio paso a la Constitución de 1979.

Principios que también habían jurado de manera inquebrantable, definitiva, para siempre.

Por supuesto nadie se escandalizó por ello, salvo unos  pocos irreductibles al régimen anterior.

Sin ese cambio de criterio, manipulando el lenguaje llamando reforma a una derogación en toda regla hoy no habría democracia en España.

Y nadie se sorprendió que España ingresará en la OTAN de la mano de Felipe González, que siempre se había opuesto a ello.

Y así, todo lo que se quiera a todos los niveles.

Hay dichos populares que describen este actuar político de una forma muy clara: «chaqueteros». Un término en desuso, quizás por su generalización en todos los ámbitos o el de que «todo es según el cristal con qué se mire».

En cualquier caso, los políticos conocen o deberían conocer la ley kinética según la cual una onda no puede detenerse rígida en el aire. O sea, han de conocer el movimiento de flujo y reflujo del actuar social y adecuarse a ello.

El que más lo logré gana en la lucha política.

Así pues que nadie pida peras al olmo y se escandalice porque hoy sea constitucional lo que ayer no era.

La política es igual para todos, solo que algunos son más listos que otros, según las coyunturas.

Nicolás Maquiavelo describió muy bien el actuar de los políticos. Basta leer la historia universal para ver grandes ejemplos de adaptabilidad a las circunstancias  como los casos antes relatados o la trayectoria de maestros del maquiavelismo como fueron Fernando el Católico, rey de Aragón, o Joseph Fouché, en Francia.

Fouché fue ministro de Policía de Francia, posteriormente denominado Ministerio de Interior, una de las instituciones más avanzadas de aquella nación a la que sirvió a su conveniencia bajo la Convención Republicana, el Directorio, el Imperio, con Napoleón Bonaparte, e incluso bajo la monarquía restaurada en la persona de Luis XVIII. Pese a que en su día Fouché votó a favor de la ejecución de su hermano, Luis XVI.

Durante 16 años ejerció el poder de una forma letal.

Eso sí, murió abandonado de todos, fuera de su país. Un abandono que sufren muchos al dejar el poder. Por eso temen perderlo.

Para concluir, quiero dejar claro que lo que dicen los políticos solo tiene un valor relativo. Por eso, lo mejor para la sociedad es un sistema como el democrático, desde el que se puede controlarlos de la forma más eficaz posible.

O no.

A las pruebas me remito.

Otras Columnas por Manuel Álvarez de Mon Soto:
Últimas Firmas
  • Opinión | Una abogacía sin barreras: el compromiso del ICAM con la igualdad y la justicia accesible
    Opinión | Una abogacía sin barreras: el compromiso del ICAM con la igualdad y la justicia accesible
  • Opinión | CDL: El insólito caso de Ken Dodd y cómo la risa se enfrentó al fisco británico
    Opinión | CDL: El insólito caso de Ken Dodd y cómo la risa se enfrentó al fisco británico
  • Opinión | Las nuevas bases del servicio público de justicia
    Opinión | Las nuevas bases del servicio público de justicia
  • Opinión | Estrategias malévolas contra los jueces
    Opinión | Estrategias malévolas contra los jueces
  • Opinión | ¿Para qué sirven las leyes? Una guía didáctica para el escéptico moderno
    Opinión | ¿Para qué sirven las leyes? Una guía didáctica para el escéptico moderno