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Opinión | La cara oculta de la justicia: recuerdos desde una isla lejana
11/10/2024 05:35
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Actualizado: 11/10/2024 00:38
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En una isla muy lejana, contemplando el mar azul desde aquí arriba, graznan las gaviotas y trinan los pájaros en el colorido jardín. Desde mi retiro, vienen a mi memoria distintas escenas vividas en tantos años de abogado. Las horas de sol, el sonido refrescante de las fuentes y la brisa, ayudan a la reflexión y a la meditación.
Aquel día, en un alto tribunal, al entrar en sala y ver a la letrada judicial reclinada hacia el asiento que yo debía ocupar, comprendí muy pronto que no estaba esperándome para saludarme sino para recriminarme con su mirada mi alzada. Algunos pensarán, ¿cómo un funcionario puede permitirse desairar a un abogado que solo cumple con su obligación de defender a su patrocinado?
Esto tiene relación con lo que poco antes observé en una importante celebración en la que se tiene por costumbre destinar buen número de invitaciones a altos funcionarios de blasón.
¡Y válgame Dios que yo criticara tan arraigada usanza! Distinto es que estando yo allí con los míos, uno de los servidores públicos se dedicara a ultranza a reprochar a los que cumplimos con nuestros deberes que hayamos dado un paso más allá en nuestros quehaceres.
Diferente es que en vez de reconocer de una vez su mayúsculo error, haga de víctima ante los propios a los que ha perjudicado cuando no ha mucho reía junto al togado.
Quizás por eso no me cumplimentase esa secretaria judicial y el regidor fuese reemplazado por un afecto de aquél en aquella vista crucial.
Cierto es que algunas autoridades se molestan si escribimos o decimos ciertas cosas. Mejor continuar así festejando ascensos, traslados y medallas honrosas, a los que ellos invitan a los nuestros.
De este modo, a esos pocos que se atreven a quejarse los criticaremos por sublevarse.
Viene a mi memoria, cuando yo llevaba pocos años ejerciendo, que una noche en la que yo visitaba el mismo bar que una funcionaria, ésta me dijese –jactándose- que ya había hablado con mi decano para comentarle lo que yo le había advertido.
De lo único que yo le había ilustrado en sede penal era de mi reproche por no permitirme acompañar a mi defendido a una diligencia judicial.
¿Quieres que te cambie el juez?
Una magistrada de lo penal que en un simulacro de juicio debía hacer de jueza, a algunos advirtió que yo le había puesto hacía años una queja, que ni yo mismo recordaba y después vislumbré que fue mi cliente aún en contra de mi criterio ¡No olvidan, en serio!
¿Quieres que te cambie al juez? ¿Quieres que te cambie al fiscal?
Algunos se sorprenderán, pero estas preguntas me hizo una vez alguien con mucho poder, tanto que podría haberlo hecho si yo hubiese tolerado ese proceder.
Un importante magistrado una vez visitó mi despacho, interesado en el transcurrir de mi recurso contra una resolución que no había dejado muy contento a un pariente.
Estimada mi cuestión y muy satisfecho su allegado, no aceptaba éste resarcir íntegramente mi minuta. Y hete aquí que volvió su deudo para apuntarme que mi apelación era excelente pero aún más sus relaciones con el ponente.
Hay jueces que se quitan las puñetas y se dan de alta en nuestro ilustre colegio. Bienvenidos sean, pues la mayoría dan lustre a nuestra profesión, pero es necesario recordar cómo algunos antes han vejado a unos letrados con profusión.
Yo no quiero pensar que haya funcionarios que creen que pueden dar órdenes a profesionales liberales como si de subordinados suyos de tratase, aún fuera de sus confines jurisdiccionales.
Yo no deseo creer que en los días de huelga indolente no se alertase a abogados y otros profesionales sobre las suspensiones, y sí se advirtiese a otros servidores que se ahorraron comparecer como unas forenses a día de hoy sin aparecer.
Hay policías que se incomodan cuando se habla del mal estado de muchos calabozos
Veo que hay policías que se incomodan porque se alude al mal estado de muchos calabozos y a las condiciones en que se mantienen allí a ciudadanos.
Ya sabemos que esas calamidades son responsabilidad del Ministerio del Interior ¿Pero los responsables policiales desean solucionarlo con clamor?
La última vez que comparecí en comisaría comprendí el miedo que habían pasado muchos de mis defendidos y mejor sus relatos entendí, pues el instructor me retó cuando yo solo insistía en hacer constar en acta una detención sin razón. Hasta tres agentes se acercaron siendo yo el defensor.
Una jueza hubo que a un fiscal reprobó pedir absolución para un denunciado tras oír a su defensor, pues cómo osaba el acusador en desobedecer su sugerencia si ella era su excelencia.
Invitado que fue a cambiar de juzgado, éste indignado fue a ver a su jefa, ésta le pidió tener fortaleza y no volver allí por decencia.
Un fiscal, extrañado porque su compañero se llevaba su expediente, le preguntó si deseaba consultarlo, respondiéndole éste que se lo quedaba. ¿Por qué me lo quitas? ¡Porque el de ahí arriba así me lo solicita!
Y no entremos ya en lo de unos juzgadores a otros pidiéndoles mirar con cariño o buenos ojos cierto proceso, imaginamos que será para que lo estudien con seso.
La tarde va refrescando, el canto de las gaviotas se acentúa y el sol baja a descansar. Desde la lejanía, pienso que la mayoría en la función pública cumple con su deber, no miran su horario, trabajan sin cesar y velan por el bien de los ciudadanos, admirando nuestra labor como abogados.
Pues pensar lo contrario sería insoportable, difícil de llevar e incluso desagradable.
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