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Opinión | Rebaños con toga y cencerro

Opinión | Rebaños con toga y cencerro
El columnista, Miguel del Castillo del Olmo, es magistrado del Juzgado de Instrucción nº 1 de Marbella, con competencia en cooperación internacional penal pasiva y coportavoz de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria en Andalucía. Foto: Confilegal.
01/12/2024 05:40
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Actualizado: 30/11/2024 23:04
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Cuando teníamos 16 años, y estudiábamos bachillerato, o formación profesional, no siempre las notas eran como deseábamos.

En los casos en que esto ocurría, teníamos dos opciones:

Una, madura,  consistía en reflexionar, concluir que el esfuerzo no había sido suficiente, e incrementarlo en lo sucesivo. Para mejorar.

Otra, inmadura, en concebir que la culpa, o la responsabilidad de nuestro fracaso, eran ajenas a nosotros. Del profesor, del entorno, de la mala suerte, del sistema ( en este último caso ya apuntaban maneras algunos personajes )…

Los que elegían la primera superaban el rendimiento en pruebas posteriores. Hablaban poco. Tenemos grandes médicos, abogados, ingenieros, empresarios, electricistas, jefes de obra…

Los segundos, no. Abandonaban, y buscaban refugio en círculos en los que hablar (que cuesta menos que pensar o hacer) les daba rédito. Y a fe que algunos lo conseguían. De hecho, han llegado muy lejos en el camino, aunque no dejen huella sino alquitrán y larvas a cada paso, porque su autoridad no es moral, sino inspirada en el miedo, en cualquiera de sus diversas modalidades…

A estos segundos, o segundas, a los que hablaban y hablan sin parar, y sin apenas  mover un dedo o extremidad desde muy jóvenes,  me quiero referir a continuación.

Es decir, a los que reprochaban (y reprochan) cualquier mal resultado, toda mejorable acción propia, a terceros (ya sean  seres vivos, cosas, o entelequias).  

A los que hablan demasiado y hacen bastante poco. A los que necesitan vivir de la mentira y la crueldad…

Y dentro de ellos, a los que, dentro de la Política, sembrando la  ignorancia como quien esparce veneno en los verdes prados, tratan de introducir en la conciencia de los ciudadanos que los jueces son lo que no son, al menos en democracia, en España.

CRECEN EN NÚMERO Y PERFIDIA

Afortunadamente no son todos los políticos, no, pero crecen en número y perfidia, y constato que el contexto, la proporción, empiezan a ser peligrosos. Sobre todo, porque ni rectifican, ni es previsible que lo hagan en un futuro inmediato.

Lo que quería deciros, y de paso al lector de esta carta, yendo al grano, es que el 99 por ciento de las juezas y jueces españoles –y no descarto que algún ciudadano- está hasta las narices ya.

Adicionalmente tengo que expresar el por qué,  distinguiendo ( lo cual no ocurre a la inversa ) la actitud de quienes abogan por la prudencia y el respeto hacia otro poder del estado, de la de quienes, en el fondo, y hasta el fondo,  solo pretenden destruir la separación de poderes, mientras, por cierto, y en sutil paralelismo, viven – y solo viven – de idear abyectos motivos para enfrentarnos entre nosotros.

Porque es mentiroso y cruel el decir que los jueces son una especie de colectivo  endogámico, o que son hijos de jueces, de tal modo que por vía consanguínea se herede la condición de poder del Estado.

Y es que ustedes (ya ni uno, ni dos, ni tres, en el Parlamento), al transmitirle al ciudadano lo anterior, con manifiesta mala fe, insultan directamente a mi madre, viuda esforzada desde apenas 35 años de vida y cuatro hijos, y ofenden a los padres del 95 % de la carrera judicial, que han dedicado todos los esfuerzos de sus vidas normales a luchar porque sus prometedores/as descendientes pudieran acceder en condiciones de igualdad a una de las profesiones probablemente más duras y a la vez bonitas del mundo, a través de unas pruebas basadas en un sacrificio al que, quizás, ustedes en parte renunciaron muy jóvenes, para hablar, y hablar, hasta dejarnos vacíos el alma, el bolsillo y la paciencia.

«Es mentiroso y cruel, también, trasladar a la sociedad que somos una casta privilegiada. Sencillamente no tienen ni puñetera idea, o – más bien –  fingen no tenerla. Por supuesto, por ser jueces, ni somos ricos ni lo seremos».

Les invito a conocer las vidas de nuestros padres. Esos a los que ofenden inmisericordes por razones ideológicas inoculadas como veneno en vuestra sangre cerebral, tan espesa como la densa niebla del porvenir judicial que tratan de dejar en herencia a los españoles.

Es mentiroso y cruel, también, trasladar a la sociedad que somos una casta privilegiada. Sencillamente no tienen ni puñetera idea, o –más bien-  fingen no tenerla. Por supuesto, por ser jueces, ni somos ricos ni lo seremos.  

Es verdad que hablamos menos. Igual lo que pretenden es que seamos pobres, torpes, mudos y manipulables ( no es una canción de Shakira ).

Acaso es lo que pretenden de todos los ciudadanos, para así poder salvarles de una amenaza inventada de la que ustedes se nutren con desesperante y contagiosa morbidez mental.

ESO QUIEREN CONSEGUIR, MENTIROSA Y CRUELMENTE

Es posible que pretendan, de la mano de una perversa inmoralidad, que quienes ni se esfuerzan, ni estudian, ni saben hacer la “o” con un canuto, accedan a la profesión judicial solo por pertenecer a su partido político.

Solo por pensar como ustedes.

Rebaños con toga y cencerro. Eso quieren conseguir, mentirosa y cruelmente, algunos que ejercen la imperativamente exigible más digna labor Política, cuyo recto ejercicio debiera estimular hoy día en España, por los destinatarios de esta misiva, un mínimo de pudor intelectual y, creo que ya lo he dicho, más preparación, y menos imprudencia.

Basta ya.

Termino por donde empecé. Si uno profundiza, puede hasta alcanzar la triste conclusión de que lo que algunos necesitan para poder seguir hablando sin parar y no estudiar, como con 16 años, pero 10, 20, o 30 años después, es precisamente autogarantizarse que ningún juez o jueza les investigue nunca.

Ignoran –y hacen ignorar- que investigar no es juzgar, que todo investigado es inocente mientras no se demuestre lo contrario, y que, en la actualidad, la compleja e hiriente función de instructor judicial se ejerce por personas normales, independientes, mal reconocidas, pero, sobre todo, bien preparadas.

Los de la primera opción.

Dejen de tratar al ciudadano como un borrego. Divulguemos el sano y productivo conocimiento del Derecho, arma de la inteligencia colectiva, fruto de la experiencia de muchos siglos, y al servicio de quienes defienden a la sociedad libre y segura frente  a los abusos intolerantes del poder por quienes –aunque a veces no se den cuenta– dan a entender que a lo mejor se encontrarían más a gusto en una corte medieval al servicio del absolutismo.

Protejamos la Independencia Judicial frente a quienes viven de destruirla, y comprometen el futuro de los españoles.

Menos hablar, y más hacer.

Coño.

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