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Opinión | «The Apprentice», la historia entre el maquiavélico abogado Roy Cohn y su discípulo Donald Trump
Cartel de la película "The Apprentice", inspirada en hechos reales, donde se retrata la juventud del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump y la siniestra influencia que tuvo en él su abogado y mentor político, Roy Cohn.
21/3/2025 05:40
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Actualizado: 20/3/2025 20:01
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En las intrincadas tramas de poder que dibujan la historia política y social de los Estados Unidos, pocas figuras resaltan con la notoriedad de Roy Cohn. Abogado de formación, pero maestro en las artes de la manipulación y el control, Cohn emergió como «mentor» en la vida y carrera de Donald Trump, el empresario muchos años más tarde se convertiría en el presidente de los Estados Unidos.
En las sombras del poder, donde las tácticas de Maquiavelo en «El Príncipe» resuenan con una claridad desconcertante, Roy Cohn fue el maestro que moldeó profundamente la personalidad de su discípulo, Donald Trump, mostrándole que en el juego de dominio en el que se ha transformado la política importa más lo que se percibe que lo que se hace.
La película «The Apprentice» (El aprendiz), inspirada en hechos reales, retrata la juventud del nuevo inquilino de la Casa Blanca, encarnado por un camaleónico Sebastian Stan y la siniestra influencia que tuvo en él su abogado y mentor político, Roy Cohn (magistralmente interpretado por Jeremy Strong, uno de los protagonistas de la serie «Succession»).
Ambientada en la décadas de los 70 y los 80, nos muestra cómo en este ajedrez de ambiciones y percepciones, Trump aprendió, a través del despiadado Cohn, tres reglas básicas que marcaría el rumbo de su estrategia política: “Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”.
Igualmente, le enseñó a negociar duro [incluso su contrato matrimonial con su primera esposa, la modelo Ivana Zelnickova] y le inculcó que en el juego del poder, «la ley es menos importante que conocer al juez».
Unas lecciones que, sin duda Donald Trump sigue teniendo muy presentes aún hoy.
Las tres reglas de Roy Cohn
La película arranca en 1973 cuando un joven Donald Trump, aún por cumplir los 30 años, vislumbró en Le Club, un exclusivo local nocturno de Nueva York, a Roy Cohn. Aquella noche, no solo se gestó una amistad, sino también una alianza estratégica.
Trump estaba en apuros; el gobierno acababa de acusar a la empresa de su padre de discriminación racial por violar la Ley de igualdad de vivienda de 1968 en 39 de sus edificios. La respuesta de Cohn fue inequívoca: contraatacar.
Así comenzó no solo un litigio, sino una filosofía que Trump absorbería y haría propia a lo largo de su carrera: nunca admitir culpa y siempre contraatacar.
Cohn hizo que Trump contrademandara al Departamento de Justicia.
Roy Cohn: ¿Quieres saber cómo ganar? Te contaré un pequeño secreto. Hay reglas. Las tres reglas para ganar de Roy Cohn. La primera es la más simple: Atacar, atacar, atacar.[…]
Regla dos: No admitir nada. Negarlo todo. […]
Regla tres: Esta es la más importante de todas. No importa lo que pase. No importa lo que digan de ti, no importa lo derrotado que estés. Cantas victoria y no admites la derrota. Nunca admitas la derrota, Donald. ¿Quieres ganar? Así se gana.
Como el responsable del Departamento de Justicia «no quiere atender a razones». Cohn recurre a otra de sus estrategias preferidas: el chantaje. [Seguro que esto les suena a todos los que hayan seguido la carrera del actual presidente de los Estados Unidos].
Amenaza al presidente de la Comisión de Justicia, un hombre casado, con revelar que mantiene relaciones homosexuales con jovencitos. [Y eso lo hace Cohn, que era un gay declarado. Aunque eso no le impidió, años antes, en la época de terror del senador Joseph McCarthy, como su asesor principal, expulsa a supuestos funcionarios comunistas del gobierno estadounidense y perseguir a los homosexuales].
Sin embargo, esta estrategia del chantaje deja algo descolocado a un joven Trump. Por eso, su maquiavélico mentor, le vuelve a dar otra de sus “lecciones de vida”.
Roy Cohn: Esa es la cuestión. ¿Has hecho deporte, verdad? Entonces, probablemente te enseñaron a jugar con la bola, no con el hombre. Pero Donald, en realidad esto es al revés: juegas con el hombre, no con la bola. Para conseguir lo que quieres, olvida la bola. Ve a por el hombre. Esta nación es de hombres, no de leyes.
Donald Trump: ¿Y no te preocupa?
Roy Cohn: Es una ventaja. Que no te importe lo que la gente piense de ti. A la mierda con lo que la gente piense. No existe el bien y el mal. No existe la integridad ni tampoco lo cierto…, la verdad absoluta. Es un contructo. Es ficción, pura farsa. Nada de eso importa excepto ganar. Eso es.
Estas mismas reglas serían expuestas en la biografía de Donald Trump, “El arte del trato”, que escribió el periodista Tony Schwartz.
El fin justifica los medios
La filosofía de que «el fin justifica los medios», abrazada por Roy Cohn y meticulosamente adoptada por Donald Trump, ha dejado una huella indeleble en el paisaje político estadounidense.
Esta máxima, arraigada en la astucia maquiavélica, no solo ha forjado el carácter combativo y despiadado de Trump en los negocios, sino que también ha marcado de su Presidencia, caracterizada por una búsqueda implacable del poder sin importar el costo moral o ético.
El asalto al Capitolio en enero de 2021, tras la su derrota electoral frente a Joe Biden, es quizás el ejemplo más dramático y perturbador de esta doctrina en acción. Este evento no fue un accidente, sino el resultado de años de un liderazgo donde ha promovido la distorsión de los hechos y alimentado divisiones, mostrando cómo la percepción puede ser más influyente que la realidad misma.
Bajo la tutela de Cohn, Trump aprendió a aprovechar la publicidad, buena o mala, para permanecer en el centro de atención, una estrategia que ha implementado hasta las últimas consecuencias, sin importar las repercusiones para la democracia estadounidense.
Su visión de la política, que desafía principios democráticos básicos y erosiona la confianza en las instituciones, subraya la importancia crítica de la integridad, la transparencia y el respeto por la ley—principios que fueron ostensiblemente sacrificados en el altar de la victoria política.
Por desgracia, todas estas tácticas también se pueden constatar hoy en día con sus decretos presidenciales, su estrategia política, sus amenazas, su «matonismo». Algo que quedó claramente reflejado en reciente visita del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky a la Casa Blanca.
Sin duda, la relación entre Roy Cohn y Donald Trump es clave para comprender cómo el poder y la influencia pueden modelar no solo carreras individuales, sino también el curso de la política estadounidense actual, donde el poder no es solo ejercido, sino que es exhibido como un método para amedrentar al adversario.
Sin duda, Donald Trump fue un gran «Apprentice» de todas esas técnicas oscuras de persuasión y negociación que, a algunos, nos gustaría que no hubiera aprendido.
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