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Opinión | CDL: Una herencia a la italiana en Inglaterra y Gales (I)

Opinión | CDL: Una herencia a la italiana en Inglaterra y Gales (I)
El abogado español y "barrister" de la Chambers de 4-5 Gray's Inn Square de Londres, Josep Gálvez, firma esta tragicomedia legal con sabor mediterráneo y aroma a jurisprudencia comparada. Foto. JG.
17/6/2025 05:40
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Actualizado: 16/6/2025 22:06
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En 1954, el gran Totò, ese genio del cine napolitano que combinaba la miseria con el absurdo como nadie, protagonizó una de sus comedias más celebradas: ‘Miseria e Nobiltà’ (“Miseria y Nobleza”).

En esta película absolutamente desternillante, Totò interpreta a un plumilla famélico que sabe de leyes.

Así que, entre el hambre feroz y algún que otro alquiler impagado, el pobre se ve envuelto en una farsa para que un marqués pueda casarse con una joven plebeya.

Todo se desarrolla en una casa tan ruinosa que los inquilinos se turnan unos mismos pantalones para poder salir a la calle con algo de dignidad.

Como toda buena la trama, la cosa se anima cuando llega una herencia como caída del cielo.

Pero la fortuna nunca llega completa.

Con la herencia también llegan las amargas disputas familiares, las sospechas de ilegitimidad y algunas voluntades retorcidas que transforman el paraíso prometido en un infierno burocrático.

Totò, con sus gestos imposibles, su voz cascada y su chaqueta tres tallas más grande, resume la tragedia con una frase que vale por toda la jurisprudencia continental:

‘Signori miei, la legge è una cosa seria… ma chi la capisce è un fesso!’ («¡Caballeros, la ley es cosa seria… pero quien la entiende es un idiota!»).

Sin duda, una línea cargada de ironía que sintetiza a la perfección la desconfianza popular respecto a las leyes, propia del sur de Europa.

Un sistema legal siempre visto como complejo, arbitrario y alejado de todo sentido común.

Pero siempre mezclado con un humor ácido y resignado que sirve para reírse de la propia fatalidad.

Porqué si no, ¿qué nos queda?

Una joya del cinismo mediterráneo que no le falta razón.

Y es que esta semana nos llega calentita desde la ‘High Court’ de Londres una comedia hereditaria a la italiana.

Una ópera bufa de testamentos invalidados, exclusiones filiales, procesos cruzados y un edificio en Broadfield Avenue como telón de fondo.

Si esto no es neorrealismo forense, que venga Vittorio De Sica y lo vea.

UN TESTAMENTO CON MÁS GIROS QUE UNA VESPA EN NÁPOLES

El caso comienza en septiembre de 2006 con la muerte de un señor italiano llamado Davide Sidoli.

Davide residía en Londres y deja un testamento británico, fechado apenas unas semanas antes de morir, incluyendo bienes de todo tipo, entre ellos un bonito inmueble de Broadfield Avenue.

No es Villa Borghese, pero que vale un pastizal, oigan.

Sin embargo, el testamento esconde una bomba digna de una tragedia griega.

Y es que Davide declara que sus hijos, Andrea y Antonio, no son suyos y que, por tanto, no merecen ni un penique de su patrimonio.

Que sí, que los había criado y todo eso, pero que de sangre nanai, y que, por tanto, no les corresponde nada.

Así que lega toda su fortuna a su hermano Dante y a su cuñada Anna, italianos de pura cepa.

Pero los hijos descastados no se quedan de brazos cruzados y en 2012 presentan un demandón en Italia para reclamar su herencia.

Y lo hacen con argumentos tan pasionales como jurídicos.

Dicen que sí eran sus hijos, que el testamento está viciado por error, y que tienen derecho a la herencia como legítimos herederos, con toda la prosapia del ‘Codice Civile’ italiano.

Total, que el tribunal de Piacenza se considera competente para conocer del asunto.

Y es que, entre otras cuestiones, la Ley Italiana de Derecho Internacional Privado (Ley 218/1995) mantiene su jurisdicción cuando el causante era italiano al momento del fallecimiento.

Incluso aunque el testador residiera en el extranjero.

Y además les da la razón.

En efecto, el juez italiano anula el testamento por error sobre la filiación, adjudicando a Andrea y a Antonio la totalidad de la herencia.

En consecuencia, condena a Dante y Anna al pago de la correspondiente dolorosa, más intereses y costas.

Es más, la decisión es confirmada en apelación por el tribunal de Bolonia a finales de 2022.

Bueno, pues hasta aquí, todo suena a drama familiar italiano con final feliz para los hijos.

Pero los problemas llegan cuando quieren registrar la sentencia italiana en Inglaterra y Gales.

Y es que su intención es que se reconozca su derecho contra bienes del testador en Londres.

En particular, cómo no,  el suculento inmueble de Broadfield Avenue.

Para ello tienen que demandar a los titos y tirar de todo un clásico del sistema jurídico inglés.

Nada menos que acudir a la ‘Foreign Judgments (Reciprocal Enforcement) Act 1933’.

Una vieja ley que permite reconocer y ejecutar sentencias extranjeras en Inglaterra y Gales.

Porque, desaparecido ya el régimen comunitario, hay que volver a los grandes éxitos británicos.

Y la ‘Foreign Judgments’ de 1933 es como un antiguo Rolls-Royce que sigue arrancando a la primera.

No me negarán que no es fascinante.

EMPIEZA EL BAILE DE SAN VITO EN LA ´HIGH COURT’

Con la sentencia bajo el brazo, cuando Andrea y Antonio intentan ejecutar la sentencia italiana se topan con algo más duro que el mármol de Carrara.

Y es que los demandados, Dante y Anna, no tardan en desplegar toda su artillería jurídica.

O sea, ¿van a tratar de ejecutar en Inglaterra una sentencia italiana que ha liquidado un testamento inglés y encima sobre bienes inmuebles situados en Inglaterra y Gales?

Pues que se preparen.

El primer y más potente de los argumentos de la defensa fue que el caso italiano versaba sobre una materia excluida del ámbito de la Foreign Judgments Act de 1933.

Y es que, en efecto, quedan fuera del paraguas del reconocimiento aquellas sentencia en materia de ‘succession’, es decir, herencias y testamentos.

Además, la sentencia italiana conllevaba una revisión sustancial de un testamento efectuado en Inglaterra y Gales, redactado en inglés, bajo derecho inglés, y con efectos patrimoniales en territorio inglés.

Como quien dice, una intromisión italiana en el sacrosanto territorio de la ‘Chancery Division’.

Pero aún hay más, como diría Super Ratón.

Los demandados opusieron que la sentencia de Piacenza no podía ser reconocida sin vulnerar dos principios fundamentales del derecho inglés:

Por un lado, la seguridad jurídica testamentaria, es decir, que la voluntad del testador se respeta y ejecuta sin ser cuestionada, salvo por causas muy excepcionales.

Y, por el otro, la ‘lex situs’ del inmueble ubicado en Londres ya que un juez italiano decida sobre bienes inmuebles de Inglaterra y Gales, chirría y mucho.

Por si fuera poco, recordemos que la resolución italiana venía a decir, en esencia, que el testamento de Davide estaba viciado de error porque él creía que sus hijos no lo eran.

Pero resulta que el derecho inglés no reconoce el error de hecho como una causa general para tumbar un testamento válido.

Por tanto, una decisión italiana que declare nula una cláusula testamentaria por razones personales no podría desnaturalizar el principio de libertad testamentaria inglesa.

Y mucho menos afectar a bienes inmuebles situados en Londres sin pasar antes por los propios tribunales ingleses.

Por si fuera poco, los demandados subrayaron otro flanco débil del caso:

La ausencia de prueba pericial sobre el derecho extranjero.

Y es que los demandantes no aportaron dictámenes de peritos italianos ni análisis jurídico sobre los efectos y fundamentos de la sentencia de Piacenza.

Nada.

Ni una nota manuscrita del profesor de latín del instituto.

Así que la ‘High Court’, con paciencia británica y cara de póker, tuvo que interpretar un fallo italiano como quien trata de leer una receta de cocina escrita en dialecto calabrés.

Y esto, en un sistema legal como el británico, donde la fiabilidad probatoria lo es todo, no es precisamente una cuestión menor.

¿Qué decidirá el juez inglés al ver la sentencia italiana?

¿La ejecutará ‘al dente’ o la dejará demasiado blanda?

Pues eso lo veremos, mucho me temo, la semana que viene.

Hasta entonces, mis queridos anglófilos.

Josep Gálvez es «barrister» en las Chambers de 4-5 Gray’s Inn Square en Londres y abogado español. Está especializado en litigios comerciales complejos y arbitrajes internacionales. Interviene ante los tribunales de Inglaterra y Gales, así como en España, y actúa también como ‘counsel’ y árbitro en disputas internacionales en las principales instituciones de arbitraje.

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