Historia de la intrahistoria de un nombramiento para la Audiencia Nacional que ha pasado desapercibido
Ricardo Rodríguez, Ana María Rubio y Joaquín Delgado, la terna de la discordia.

Historia de la intrahistoria de un nombramiento para la Audiencia Nacional que ha pasado desapercibido

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27/7/2016 07:59
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Actualizado: 29/7/2016 12:54
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La religión, la magia y la justicia comparten una característica: un lenguaje específico que, a fuerza de repetirlo, se convierte en auténticos mantras. Por ejemplo, “mérito y capacidad”, en el caso de la justicia, a la hora de hacer nombramientos.

Mérito y capacidad son dos requisitos a la hora de que el Consejo General del Poder Judicial haga los nombramientos. La antigüedad es el tercero. Pero el cuarto es el que marca la diferencia: los contactos, los padrinos, los “hados”, la suerte, como se les quiera llamar.

Cuando eso se produce se asemeja a cuadrar el círculo. Porque no siempre funciona. Hasta el último minuto de partido todo puede cambiar.

Eso fue precisamente lo que sucedió en la Comisión Permanente –el máximo órgano decisorio semanal entre cada pleno mensual que celebra el Consejo General del Poder Judicial- del pasado 14 de julio.

Sus siete componentes, Rafael Mozo, Nuria Díaz Abad, Mar Cabrejas, Álvaro Cuesta, Juan Martínez Moya, Gerardo Martínez Tristán, Pilar Sepúlveda y el presidente, Carlos Lesmes, tenían que decidir a cuál de tres candidatos le iban a dar una comisión de servicio de seis meses como magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Es un destino que muchos magistrados anhelan por la experiencia que supone trabajar en el «centro del huracán», donde desembocan los asuntos más importantes y complejos.

Esta Sala está presidida por el vocal Fernando Grande Marlaska.

La medida tiene su fundamento en que la entrada de asuntos en la citada Sala en 2014 fue del 194,6 por ciento, en 2015, del 176 por ciento y en el primer trimestre de 2016, del 200 por ciento.

Los tres candidatos seleccionados, de entre 15 aspirantes, eran Joaquín Delgado, magistrado de la Sección 27ª de lo Penal de la Audiencia Provincial de Madrid, Ricardo Rodríguez, titular del Juzgado de lo Penal 11 de Madrid, y Ana María Rubio, magistrada de la Sección 3ª de lo penal, de la Audiencia Provincial de Cádiz.

El favorito de salida era Joaquín Delgado, un magistrado con un impresionante curriculum, especialista en relaciones internacionales, autor de las Reglas de Brasilia, exletrado del CGPJ, un profesional expeditivo y rápido, especialista en penal, quien contaba con el apoyo de dos vocales, el citado Grande Marlaska y Juan Martínez Moya, y el visto bueno del presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro.

Su rival era Ricardo Rodríguez, magistrado por el cuarto turno, secretario judicial de procedencia –fue el letrado de la Administración de Justicia del caso Filesa-, quien, además, contaba con experiencia en la Sala, donde había servicio en comisión de servicio en el pasado durante más de cuatro años.

Sin embargo, “en materia de cooperación judicial internacional y delincuencia organizada su currículum no alcanza a los otros dos candidatos, más allá de lo expuesto sobre el desempeño de aquella comisión de servicios”, decía el acta de la Sala de Gobierno de la Audiencia Nacional que formó la terna final, sobre Rodríguez.

Éste tenía el apoyo de la magistrada Concepción Espejel, presidenta de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal, y del vocal Gerardo Martínez Tristán.

Ana María Rubio, por su parte, no contaba con el auxilio de ningún «cardenal» del CGPJ.

Los méritos de Delgado y de Rubio eran similares. Los dos tenían experiencia en cooperación internacional y en la Red Judicial Europea.

Delgado ganaba a Rubio en que tenía la especialidad en penal y en conocimiento de la criminalidad organizada.

Era el favorito de salida. Así lo veía todo el mundo.

Menos Espejel, que quería a Rodríguez en la Sala de lo Penal, costase lo que costase.

Ese factor cambió el resultado.

LA DECISIÓN

Los siete vocales y el presidente Lesmes abordaron el asunto con toda normalidad.

La mayoría tenía conocimiento de quien era Delgado y del magnífico trabajo que había realizado en el pasado, en el CGPJ, donde hizo funciones “de facto” de vicesecretario general, y donde había dejado su pabellón profesional muy alto.

Su valedor, Juan Martínez Moya, hizo una brillante defensa de su valía y de su eficacia, como ha venido demostrado en la Audiencia Provincial de Madrid en estos últimos años.

No fue suficiente.

Martínez Tristán, “la mano del presidente”, en lenguaje de Juego de Tronos, contraatacó, defendiendo a su patrocinado, como si estuviera en un juicio, con toda la vehemencia de la que fue capaz y con convicción.

O el suyo o cualquier otro, pero no Delgado, esa era la consigna.

Y ese “cualquier otro” fue precisamente Ana María Rubio.

Esas cosas “ocurren”, como bien sabe en su propia piel Martínez Tristán quien, en julio de 2005, vio su gozo en un pozo cuando nombraron presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León a José Luis Concepción, cuando sus “protectores” se lo habían asegurado ‘al ciento por ciento’ a él.

Tan seguro estaba, que su mujer, abogada del Estado, pidió su traslado a Burgos antes que se produjera la votación.

Martínez Tristán, en este caso, se salió con la suya.

No consiguió sacar adelante la candidatura de Rodríguez, pero tampoco salió Delgado.

Se da la paradoja de que tanto Martínez Moya como Martínez Tristán son de la APM.

Ana María Rubio, por el contrario, no está afiliada a ninguna asociación.

Tan “oscura” vieron los demás miembros de la Comisión Permanente la confrontación entre Martínez Tristán y Martínez Moya que optaron por la tercera en liza, Ana María Rubio, que salió beneficiada.

“Volvió a ocurrir lo de siempre, que ante una pelea entre dos, el inocuo es el que sale”, explicaron a Confilegal fuentes del CGPJ.

Algún presidente de TSJ salió de esta forma.

“Pero eso no hubiera ocurrido si el nombramiento hubiera venido ‘atado’”, aclararon las mismas fuentes. “Si el presidente de la Audiencia Nacional hubiera dicho, ‘quiero a este’, habría salido su favorito. Siempre ha sido así. Sucedió, por ejemplo, con Pablo Ruz y con muchos otros”, añadieron.

Si el presidente se hubiera pronunciado.

Y si Espejel no hubiera “trasteado” lo suyo.

Pero así salen, algunas veces, los nombramientos, que no quiere decir que después no sean buenos y den buen resultado.

Como se suele decir, Dios escribe derecho con los renglones torcidos.

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