Diego Córdoba Castroverde, el «cerebro en la sombra» de la Sala Tercera del Tribunal Supremo
Diego Córdoba Castroverde, con su padrino, Carlos Lesmes Serrano, el 2 de julio de 2010, el día en el que tomó posesión de la Presidencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional.

Diego Córdoba Castroverde, el «cerebro en la sombra» de la Sala Tercera del Tribunal Supremo

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06/8/2016 07:59
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Actualizado: 01/8/2016 17:54
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Pocos lo saben, pero Diego Córdoba Castroverde, de 57 años, es el «cerebro en la sombra» de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. Suya es la reestructuración de la Sala, aprobada por unanimidad el pasado viernes por la Sala de Gobierno del alto tribunal, una necesidad imperativa por la entrada en vigor de la nueva casación, el próximo 22 de julio, así como las normas que imponen límites a los recursos de casación ante la mencionada Sala, que tanto revuelo ha levantado entre los abogados.

Córdoba Castroverde es uno de los hombres de máxima confianza del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes.

Es su amigo más fiel.

Así lo dejó escrito públicamente el propio magistrado el 10 de diciembre de 2013 en una columna de El Mundo, cuando Lesmes fue nombrado máxima autoridad de la Justicia: «Conozco a Carlos Lesmes, de quien creo ser buen amigo, desde hace muchos años». 

«Sin desmerecer a los presidentes y vocales de anteriores Consejos, creo que la imagen, interna y externa, de esta institución precisa un cambio y estoy seguro de que el nuevo presidente y los vocales que han sido designados trabajarán para que, tanto las funciones disciplinarias que tiene encomendadas el Consejo como los nombramientos que sea necesario realizar, se hagan de la forma más rigurosa y transparente posible. Y tengo la profunda convicción de que lo conseguirán», concluía la loa de Córdoba Castroverde a Lesmes.

Los dos habían servido juntos en la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, de la que Lesmes fue presidente entre 2005 y 2010. Un cargo en el que Córdoba Castroverde le sucedió el 7 febrero de ese último año.

Su padrino, en aquella toma de posesión, fue precisamente Lesmes.

Y volvió a serlo el 16 de enero de 2013, cuando Córdoba Castroverde juró su nuevo cargo, como magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. Fue un padrinazgo por partida doble. A su derecha Lesmes y a su izquierda Joaquín Huelin Martínez de Velasco.

Diego Córdoba, Carlos Lesmes y Joaquín Huelin el día en que el primero tomó posesión como magistrado del Tribunal Supremo.

Diego Córdoba, Carlos Lesmes y Joaquín Huelin el día en que el primero tomó posesión como magistrado del Tribunal Supremo.

Diego Córdoba fue asignado a la Sección Sexta de la la Sala Tercera -sus 33 magistrados estaban divididos entonces en ocho secciones-, de la que formaba parte Carlos Lesmes, junto con Luis María Díez-Picazo, Antonio Jesús Fonseca-Herrero y Wenceslao Olea.

Esa proximidad a Lesmes benefició sus respectivas carreras.

Díez-Picazo sustituyó después a José Manuel Sieira en la Presidencia de la Sala, por decisión del propio Lesmes. Fonseca-Herrero fue nombrado promotor de la Acción Disciplinaria del CGPJ y Wenceslao Olea recibió el premio de convertirse en vocal del CGPJ, donde ocupa responsabilidad en la Comisión Disciplinaria.

En su momento, este grupo tenía como figura de referencia al también magistrado de esa Sala, Manuel Campos Sánchez-Bordona, que en septiembre del pasado año hizo las maletas para marcharse a Luxemburgo, tras ser nombrado abogado general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

A este «círculo de confianza» hay que sumar a Esperanza Córdoba Castroverde, de 56 años -hermana de Diego Córdoba-, magistrada de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, quien fue nombrada jefa del Servicio de Inspección del CGPJ, y a Ángel Juanes, a quien Lesmes hizo vicepresidente del Tribunal Supremo.

Ricardo Bodas, presidente de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, entonces presidente de la Audiencia Nacional, y Diego Córdoba, el día que éste tomo posesión de la Presidencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de esa Sala.

Ricardo Bodas, presidente de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, entonces presidente de la Audiencia Nacional, y Diego Córdoba, el día que éste tomo posesión de la Presidencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de esa Sala.

Córdoba Castroverde ha jugado una papel decisivo en la Sala Tercera en el último año, en especial tras la sustitución de Sieira.

La experiencia de la que adolecía Díez-Picazo -no es juez de carrera sino que entró por el turno de jurista de reconocido prestigo- en la gestión y organización de la Sala, fue suplida con creces por este magistrado con línea directa y constante con Lesmes.

Esta relación explica muy bien cómo y por qué la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo aprobó por unanimidad el “Acuerdo de extensión máxima y otras condiciones extrínsecas de los escritos procesales referidos a los recursos de casación ante la Sala Tercera”, que después levantó un torrente de críticas desde la Abogacía y que obligó a Díez-Picazo a plegar velas, el pasado 26 de mayo, ante el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) y su presidenta, Victoria Ortega, al explicar que «las reglas establecidas tienen sólo carácter de mera recomendación».

De izquierda a derecha, Diego Córdoba, Ángel Juanes, vicepresidente del Tribunal Supremo, Victoria Ortega, presidenta del CGAE, Luis María Díez-Picazo, presidente de la Sala Tercera, y César Tolosa, magistrado de la misma Sala. CGAE.

De izquierda a derecha, Diego Córdoba, Ángel Juanes, vicepresidente del Tribunal Supremo, Victoria Ortega, presidenta del CGAE, Luis María Díez-Picazo, presidente de la Sala Tercera, y César Tolosa, magistrado de la misma Sala. CGAE.

Había sido un malentendido, vino a decir Díez-Picazo, mientras Diego Córdoba escuchaba en silencio en el extremo de la mesa.

Pero el texto del documento no estaba escrito en clave de recomendación: “los escritos de interposición y contestación tendrán una extension máxima de 50.000 ´caracteres con espacio´, equivalente a 25 folios. El texto figurará en una sola cara de la hoja (anverso) y no en ambas (anverso y reverso)”.

Ok, damos bueno pulpo como animal de compañía, vinieron a decir en el CGAE. Nos creemos que está escrito en clave de recomendación.

El último trabajo de Córdoba Castroverde, ha sido la reestructuración de la Sala. De todo ello ha estado puntualmente informado el presidente Lesmes. La Sala de Gobierno la aprobó, también, por unanimidad.

Ahora sólo resta por probar si esa nueva arquitectura resistirá el maremoto de recursos que algunos han anunciado que se avecina, con la reforma de la casación, a partir de octubre próximo.

El prestigio de la Sala, y de su «cerebro en la sombra», está en juego.

Mientras, Díez-Picazo, en su papel de «reina madre», mira tranquilo al futuro, confiado en que la sala de máquinas está bajo el control de Diego Córdoba Castroverde, también hombre de confianza suyo.

Como siempre, el tiempo dirá.

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