Silvia Barrera, inspectora  de policía: «Los delincuentes se están pasando al mundo virtual»
Silvia Barrera, autora del libro, es inspectora de la Policía Nacional.

Silvia Barrera, inspectora de policía: «Los delincuentes se están pasando al mundo virtual»

Autora del libro "Instinto y pólvora. La vida real de una inspectora de policía"
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14/7/2018 09:45
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Actualizado: 14/7/2018 14:41
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Especialista en investigación Tecnológica, Silvia Barrera es autora del libro «Instinto y pólvora. La vida real de una inspectora» de policía en el que narra una interesante vida dedicada a perseguir el crimen.

Ha hablado con CONFILEGAL sobre la situación del delito en las redes: dice que los delincuentes se están pasando al mundo virtual y aboga por soluciones ágiles como una comisión de evaluación de expertos capaces de arbitrar entre la red social y la denuncia o tribunales especializados que conozcan a fondo este tipo de delitos y sepan reaccionar.

“¿Atrapar malos en la Red? ¿Cómo narices se hace eso?”.

La policía Silvia Barrera se quedó perpleja ante la propuesta de formar parte de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT).

Corría el año 2007 cuando daba el salto desde la Comisaría General de Policía Judicial a la investigación del cibercrimen. Tenía 27 años y sumaba una tenaz carrera de esfuerzo y superación. Pongamos el punto de partida en una Silvia muy jovencita que trabajaba en el supermercado de su barrio, se acababa de diplomar en Terapia Ocupacional, y se dedicaba a preparar oposiciones a Hacienda. Fue entonces cuando decidió presentarse a una plaza en el ejército y por supuesto, gracias a su constancia, vistió uniforme militar. Y unos años más tarde desencantada porque lo de ser mujer iba emparejado en la vida castrense casi únicamente con utilizar el mocho, se lanzó a conquistar el cuerpo de Policía.

Lo consiguió claro. Su historia se contiene en este libro. Un libro tan ágil e intenso como la propia Silvia.

Portada del libro «Instinto y Pólvora»

De esa capacidad de superación la autora comentaba a CONFILEGAL que “tras el superpoli que lo consigue todo, hay una historia de trabajo y superación. La vida es lucha y perseverancia. Es cierto que a pesar de las dificultades he conseguido mis objetivos. Habrá quien piense: ‘mira esa niñata… ¡a saber cómo lo ha conseguido!’. Pues no, esta niñata ha trabajado duro. Los que no tenemos padrino, tenemos que luchar…”

Gracias a todas las materias que fue estudiando, a  patrullar las calles, a su paso por Homicidios y por Policía Judicial adquirió una excelente formación. Pero además,  la práctica de la investigación tecnológica, cuando estaba todo por inventar, supuso un descubrimiento.

Se encontró, según relata, con que “el mal también habita en las redes y está ahí. Ha venido para quedarse: millones de usuarios que pululan bajo identidades virtuales flirteando con un juego peligroso que a veces acaba mal y donde no existen las normas”.

De esos malvados hemos hablado.

¿Qué posibilidades hay de neutralizar a tantos malos?

En la práctica es imposible. Puedo adoptar muchas garantías técnicas pero si hay alguien que me quiera fastidiar lo va a hacer.

En la red, los criminales cometen delitos sobre personas que no toman prevenciones a la hora de navegar, que abren correos sin comprobar, que establecen contactos con redes sin verificación previa, dan información personal a gente que no conocen. También omiten medidas de precaución y, hacen algo que no deberían hacer y que es importante, para el acceso de los malos, descargan aplicaciones de forma masiva.

Las víctimas digitales tienen en común el sentimiento de culpa. El 90% de los delitos no se denuncia. Y es así porque a quienes les ha sucedido se sienten avergonzados

Es indispensable hacer un uso limitado de las app que bajamos porque no sabemos en manos de quién cae esa información.

¿Cambia mucho la maldad de lo que se detecta en la calle a lo que circula por las redes?

Sí. Son malos completamente diferentes empezando porque en la calle se produce el riesgo para la seguridad de una persona.

La  amenaza cara a cara, la violencia de género, los robos, los  secuestros, la extorsión, requieren intimidación física. Si te roban por la calle da mucho miedo. Mientras que si te roban con la tarjeta de crédito, el banco te devuelve el dinero.

Ocurre también que es más sencillo capturar a un malo en el mundo físico. En cambio, las posibilidades  de huir y enmascarar el delito son mayores en la red.

¿Aumenta la delincuencia en la red?

Sí, porque los delincuentes se están pasando al mundo virtual en el que es más fácil borrar el rastro y la detención resulta  más difícil y se puede acceder a todo el mundo.

Existen determinados delitos que tienen que ser analizados por tribunales que entiendan su parte específica y que comprendan que pueden llevar, por ejemplo, al suicidio de un niño

El robo físico requiere una serie de características de accesibilidad, falta de vigilancia… La página web no tiene bolardos de protección, con la ventaja añadida de que el delincuente puede estar en cualquier país.

Y acceder al dinero, a las  cuentas bancarias, a los datos personales de cualquier persona en cualquier lugar.

¿Existen cifras?

No hay estadísticas de delitos virtuales.

Se observan algunos incrementos que van de 20.000 en 20.000 nuevos casos denunciados al año, según las cifras del Ministerio del Interior . El año pasado se denunciaron 80.000 delitos frente a los 20.000 de hace cuatro años.

¿Qué tienen en común las víctimas digitales?

El sentimiento de culpa.

El 90 por ciento de los delitos no se denuncia. Y es así porque se sienten avergonzados. Parte de la ignorancia del usuario  le lleva a no denunciar porque le da miedo y si lo hace es para recuperar el dinero.

Otro factor es el hecho de pensar que el delito lo ha generado la propia víctima… “si yo no hubiera cliqueado en este enlace… si no hubiera navegado, si no… hubiera interactuado con este desconocido….”.

La autora es una enamorada de su profesión.

Cuando se trata de empresas las afectadas, ¿denuncian?

Poco. El miedo de todas las empresas es el reputacional.

En este mundo virtual, es muy fácil acabar con la reputación de una persona o de una empresa

Las empresas suelen sufrir robo de datos desde el exterior . Y a nivel interno, se trata de trabajadores desleales a los que paga la competencia y se llevan la cartera de clientes. También se ven afectados por el secuestro del ordenador y la petición de rescate.

Con todo lo que ha vivido, ¿de qué ciber-investigaciones se siente usted más satisfecha?

Pues cuando la persona es escurridiza y al final llegas al autor creo que es lo que  más satisfacción da.

Pero a nivel personal no soporto a los estafadores, por ejemplo los de juego online.

Ves a gente mayor, a trabajadores, con unos pocos ahorros; mujeres o hombres que se han encariñado con alguien. Y les engañan. No puedo con ello.

Dice usted que entender el mundo virtual en el que nos movemos es comprender  muchas de las realidades que vivimos ahora. ¿De qué manera se cruza ese mundo virtual con la realidad?

Están entrelazados, conviven. Si quieres hacer una transferencia, usas la  banca online, si quieres comprar, vas a Amazon, tienes que hacerlo con la plataforma. Te comunicas por whatsapp, utilizas LinkedIn para los temas de trabajo… El mundo físico tiene presencia en el mundo virtual. El  mundo virtual es la prolongación del mundo físico.

Para atrapar a los delincuentes digitales habría que introducir procedimientos ágiles y no seguir el camino de judicializarlo todo

Afirma que una de las claves de lo malo que pueda pasar con nuestra propia información es lo que los demás hagan con  nuestra privacidad. Esta es pues una diferencia importante con el mundo real. ¿Hasta qué punto podemos controlar tal situación?

Vamos de cabeza a una pérdida total de privacidad. Ya pueden hacer Reglamentos de Protección de Datos que, al final, cualquier aplicación supone que se hagan con tus datos personales. Nos dirigimos además a una sobrexposición total y a no tener intimidad. Estamos continuamente expuestos al juicio social.

Además están las mentiras…

Sobre la mentira, mucha de la responsabilidad es nuestra. Resulta que hoy, el 70 por ciento de los ciudadanos norteamericanos se informa por su Facebook. Los norteamericanos no van a leer un diario digital. En el caso de los españoles vamos ya por el  40 y pico por ciento. Es decir, los algoritmos de Facebook decidirán qué información interesa.

En este mundo virtual, es muy fácil acabar con la reputación de una persona o de una empresa.

Impacta conocer el valor económico de nuestra intimidad. Escribe usted que un millón de cuentas de correo y contraseñas de usuarios que llevan algunos días expuestas en el mercado negro de Internet apenas valen 25 euros, ¿es así?

Así es. En el mercado negro de objetos de segunda mano, las sobras de cosas que se han adquirido se vuelven a poner a la venta por poco dinero. En la red pasa lo mismo, hay personas pendientes continuamente de una filtración de información: password,  tarjetas de crédito, etc.

En Gran Bretaña o en  Alemania existe una Corte Penal especializada en delitos tecnológicos

Las compran antes de que se conozca que se ha filtrado este material. Después, cuando lleva un tiempo ya ha perdido su valor. En estos temas, un día es mucho tiempo. Si al principio recién robadas se han pagado 500 o mil dólares, tras esta primera criba los restos se venden por un precio irrisorio. Así se vende la intimidad.

A todo esto se añade la dificultad para atrapar a los delincuentes. Comenta usted en su libro que decenas de impedimentos, procedimentales, técnicos y procesales contribuyen a que el mal campe a sus anchas 

Habría que introducir procedimientos ágiles. No seguir el camino de judicializarlo todo.

Tendría que ser posible bloquear o suspender determinadas cuentas cuando se producen injurias o cuando insultan. Una cosa es no conocer  el límite entre la libertad de expresión y la responsabilidad penal, pero un usuario conoce la diferencia del comentario al  insulto.  Sería necesaria  una resolución por la que cuando alguien reporta ese tipo de calificaciones, se pueda suspender un tiempo esa cuenta aunque no imputes un delito.

Haría mucha falta formación no solo en la jurisdicción penal, sino en el tratamiento de la evidencia digital

En ese sentido existen normas para los responsables de Facebook, pero  no las siguen  porque tienen un número de usuarios y no quieren perderlos. Habría que obligar a cumplir esas normas a las redes sociales y eso es lo que no se hace ahora.

¿Qué más se puede hacer?

Otra opción sería establecer  una comisión de evaluadores profesiones que hagan de arbitraje entre la red social y la denuncia. Que criben previamente los comentarios. En Gran Bretaña o en Alemania existe una Corte Penal especializada en delitos tecnológicos.

Es necesaria la formación tecnológica de los jueces y que determinados delitos sean analizados por tribunales que entiendan su parte específica y que comprendan que pueden llevar, por ejemplo, al suicidio de un niño.

 ¿Existen buenos abogados preparados en este área?

 No, no hay. Hay cuatro que saben un poco. Son defensores de las personas investigadas

¿En el colectivo jurídico existe suficiente formación o sería deseable que se preparasen en esta materia?

Haría mucha falta. No solo en la jurisdicción penal, sino en el tratamiento de la evidencia digital. No saben siquiera como capturar un dato en la red. Debería ser obligatoria esta formación en la carrera de Derecho. Tienes que saber cómo obtener la prueba.

Para usted lo fundamental es la prevención y la formación de los usuarios. ¿Habría que empezar por los padres en paralelo de lo que se enseñe en las escuelas a los hijos?

Sobre todo actuar con los padres y con la escuela.

Si un profesor no sabe ni cómo encender un ordenador poco va a enseñar. Haría falta una asignatura obligatoria de navegación o de seguridad en la red. Los chicos están preparados en el uso de la tecnología pero no en el buen uso. Utilizan la herramienta, y lo hacen mejor que cualquier adulto pero les falta la información de cómo deben actuar.

 

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