Condenado a cinco años de cárcel un exprofesor del Conservatorio de Cuenca por un delito continuado de abuso sexual
La Fiscalía pedía 56 años de prisión para este individuo por la presunta comisión de 13 delitos; la Audiencia de Cuenca considera que el resto ya han prescrito. Foto: EP

Condenado a cinco años de cárcel un exprofesor del Conservatorio de Cuenca por un delito continuado de abuso sexual

y por tres contra la integridad moral
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26/6/2019 11:29
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Actualizado: 26/6/2019 11:29
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Un exprofesor de piano del Conservatorio Pedro Aranaz de Cuenca, J.M.M.T., ha sido condenado a 5 años y 6 meses de cárcel por un delito continuado de abuso sexual y por tres contra la integridad moral.

Estaba acusado de un delito contra la libertad sexual, de cinco contra la libertad e indemnidad sexual, cinco contra la integridad moral, un delito continuado de exhibición de material pornográfico y un delito de abuso sexual a un total de ocho víctimas.

La Audiencia Provincial de Cuenca considera que el resto de delitos ya han prescrito.

También ha sido condenado al pago de varias indemnizaciones a las víctimas por valor de 21.000 euros y se le han impuesto varias órdenes de alejamiento de 200 metros, así como la prohibición de comunicación con las víctimas durante dos años.

El juicio se celebró el pasado abril.

La Fiscalía pedía 56 años de cárcel para este individuo, de 52 años, por la presunta comisión de 13 delitos, durante los años en los que fue profesor de piano en el Conservatorio Profesional de Música Pedro Aranaz, entre 1995 y 2015.

Según el Ministerio Público, el profesor estableció, durante años y con diferentes alumnos, relaciones de «control emocional» y dependencia que llevaban aparejadas un trato humillante, agresivo en las clases y, en el caso de algunas alumnas, delitos de naturaleza sexual.

La fiscal explicó que existe un «hilo conductor» entre los propios denunciantes, que eran en su mayoría personas introvertidas, con anhelo de triunfar en el mundo del piano y que empezaron a dar clase con el acusado a una edad muy temprana, entre los 8 y los 9 años.

La letrada de la acusación particular, que representa a los 8 denunciantes, aludió al «miedo de las víctimas a que el resto de la sociedad las culpabilice» para explicar el retraso en presentar las denuncias, que se sucedieron en 2015 a raíz de la presentada por una de las exalumnas.

Por su parte, la defensa reclamó la absolución de su cliente.

Consideró que las acusaciones no habían probado los hechos, y sostuvo que la mayoría de los presuntos delitos de los que se acusa al profesor prescriben entre tres y cinco años después de que el demandante cumpla la mayoría de edad, plazos que ya se han cumplido en muchos casos.

«Ya han prescrito entre uno y 11 años antes de que se pusieran las denuncias, en el verano de 2015», subrayó.

También argumentó que «todos los hechos presuntamente delictivos acontecen antes de la reforma del Código Penal en 2010», y destacó que la Constitución dice que «una persona no puede ser juzgada por hechos que no eran delito en el momento en el que se produjeron».

Respecto a la prescripción, la Fiscalía señaló que «no la puede haber», porque «estamos en presencia de un comportamiento donde existe una unidad natural de acción y porque el profesor no ha parado de cometer el delito».

LA VERSIÓN DE LA VÍCTIMA CON LA QUE MANTUVO RELACIONES

La víctima que mantuvo relaciones sexuales con J.M.M.T declaró en el juicio que la primera vez que mantuvo una relación con él fue cuando tenía 16 años.

«Estaba en shock, sentía terror, no pude decir que no», afirmó, e incidió en que esas relaciones «en ningún momento fueron consentidas».

Relató a la fiscal que J.M.M.T. desde el principio «era muy bruto, violento, muy bestia, con mucha violencia verbal, que hacía sentir mal a la gente».

Contó que «desde el principio», el profesor «hacía comentarios con connotaciones sexuales» sobre su vestimenta y que se metía en su «vida privada», sugiriendo un determinado tipo de ropa «antes de ir a clase, como faldas cortas o camisetas con tirantes».

También expuso que en la adolescencia empezó a hacerles preguntas sobre su vida íntima, con comentarios, a los 14 años, en los que señalaba que si tenía «que ser guarra que lo fuese ahora».

Recordó que la primera foto que le mandó fue en verano de 2008 en la playa, con unas piedras haciendo que tocaba el piano.

«La mandé sin ninguna intención ni connotación sexual y él empezó a decirme cosas guarras, pero no le hice caso porque todos sabemos que era un guarro», afirmó.

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