Díez-Picazo Giménez entendió como «una provocación» que Borrego le diera la mano
José María Díez-Picazo, el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, a la izquierda, y el magistrado Javier Borrego, a la derecha.

Díez-Picazo Giménez entendió como «una provocación» que Borrego le diera la mano

Para desearle unas buenas vacaciones
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05/9/2019 14:16
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Actualizado: 05/9/2019 14:38
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El presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, José María Díez-Picazo Giménez, entendió la mano tendida del magistrado de su Sala, Javier Borrego, que solo quería desearle unas buenas vacaciones, como «una provocación», de acuerdo con una de las dos personas que lo acompañaron la mañana del 29 de julio pasado -un juez de su misma Sala y una mujer de la máxima confianza del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes-.

Así se desprende de la información publicada por El Independiente, que cita fuentes presenciales.

De acuerdo con un primer escrito presentado por Borrego ante la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo el 30 de julio, relatando dicho suceso, que tuvo lugar en la Cafetería Genium, a las 9.30 de la mañana de ese día, el magistrado, junto con la persona que le acompañaba –también del mundo judicial–, se dirigió a esas tres personas, a las que previamente les había pagado el desayuno.

Primero se despidió del hombre, compañero de Sala, y después de la mujer, a los que les deseó «buenas vacaciones». 

La sorpresa se produjo cuando Borrego, que trataba de limar asperezas, se dirigió a Díez-Picazo –al fin y al cabo es el presidente de la Sala de la que forma parte–, este le contestó, sorpresivamente, de manera menospreciativa y maleducada, en un lugar público como ese.

«Al pretender darle la mano a Don Luis María Díez-Picazo, no respondió a mi gesto, acodado en la esquina de la barra. Le pregunté: ‘¿no me das la mano?’, y me contestó: ‘no te doy la mano y ¡largo!», relata Borrego en ese escrito.

Y añade: «Le dije que estábamos en un bar, un lugar público. Desabrido, me contestó, elevando el tono de voz: ‘¡largo, largo de aquí!’ y me hizo un gesto con la mano derecha y los dedos para que me fuera. Todos, incluidos la camarera, estábamos perplejos».

El bar estaba lleno de gente, por lo que fueron varias las personas presentes.

De acuerdo con las fuentes citadas por El Independiente, Díez-Picazo Giménez le contestó a Borrego, sólo, «¡Déjame en paz!».

Y explican su actitud porque Díez-Picazo Giménez considera que, desde su punto de vista, el magistrado mintió ante el Consejo sobre lo sucedido en la conversación que mantuvo con él a puerta cerrada, el 2 de abril pasado.

Díez-Picazo Giménez –61 años, 1,80 metros de estatura, y más de 90 kilos de peso–, dice que Borrego –70 años, 1,75 metros, extremadamente delgado, sin sobrepasar los 65 kilos, y de carácter afable y tranquilo–, le «cogió por los hombros y le empujó», impidiéndole que abriera la puerta.

A raíz de los hechos acaecidos en la cafetería, Borrego presentó un escrito de amparo, el 14 de agosto pasado, ante la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo para que sus trece miembros examinen lo ocurrido, «por si pudiera existir materia disciplinaria», y, si es así, para que se envíe al promotor de la Acción Disciplinaria y que actúe en consecuencia. 

Precisamente, ayer tuvo lugar la comparecencia del magistrado Borrego ante el promotor de la Acción Disciplinaria, Ricardo Conde, que instruye el expediente disciplinario abierto a instancias de Díez-Picazo Giménez, por lo supuestamente ocurrido en el despacho el 2 de abril.

En la misma, Borrego negó haber empujado a Díez-Picazo Giménez y que los hechos se hayan producido como el presidente de la Sala Tercera, que tiene que someterse a renovación dentro de un año, dice que tuvieron lugar.

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