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Abogacía con propósito, haberla hayla

Abogacía con propósito, haberla hayla
León Fernando del Canto, abogado, ejerce como barrister en Londres y es el autor de “Abogacía Crítica. Manifiesto en tiempo de crisis” (Aranzadi, 2020). Twitter: @leonfdelcanto
24/1/2021 06:46
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Actualizado: 10/4/2023 18:01
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“Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.” Artículo 8 de la La Declaración Universal de los Derechos Humanos (París, 1948).

La abogacía tiene un propósito, y conocerlo es esencial.

Nuestra compañera Patricia Gabeiras en una reciente entrevista en Confilegal comentaba: “Somos un despacho con propósito, queremos que el ejercicio de la abogacía tenga un impacto en la sociedad. Solo abordamos asuntos en línea con nuestra ética del trabajo”.

Sabemos que la abogacía tiene un propósito, aunque sólo sea para responder al mandato del artículo 8º de la Declaración de DDHH.

Pero ¿es lo mismo el propósito de la abogacía que una Abogacía con propósito?

No, no es lo mismo. Es cierto que cualquier abogado o abogada persigue un propósito y el sentido de nuestra profesión parece, o debería al menos parecer, estar claro. Pero, en la práctica no es así.

Somos una profesión regulada y con unas exigencias deontológicas, y recibimos cierta protección y privilegios, en base a nuestro compromiso con la defensa y protección de  los Derechos Fundamentales y las Libertades Públicas.

Pero, aunque el propósito de la abogacía en nuestro Estado de Derecho, y en el contexto global de la “Rule of Law”, sea el de proteger y defender los DDHH, para una gran mayoría en la profesión letrada, su propósito nada tiene que ver con dichos Derechos.

Desde que nos ponemos la toga por primera vez nuestro propósito cambia, como cambia nuestro plan de vida, atendiendo a nuestras circunstancias. Muchas veces por inercia, por la facilidad de seguir modelos establecidos, y otras, por pura necesidad.

PARA ALGUNOS DESPACHOS LA ABOGACÍA ES UN NEGOCIO

Así, nos encontramos que la abogacía, para algunos despachos, es sobre todo un negocio. El propósito es, fundamentalmente, mercantil y en las reuniones de sus socios (socias hay pocas) solo se ocupan, y preocupan, de los resultados financieros —determinar cuánto toca a cada uno al final del ejercicio.

Podríamos decir que, esa abogacía ocupada mayoritariamente en ganar dinero, obedece al esquema de la abogacía de negocios, de la gran firma estadounidense.

En el otro extremo, tenemos a la abogacía que malvive, cuyo trabajo no está pagado. Que vive con lo puesto, o, que, simplemente no gana dinero. Difícilmente puede preocuparse de tener un propósito, quien a duras penas llega a fin de mes.

En un punto medio, entre esos dos extremos, existen profesionales y bufetes que tratan de mantener un modelo viable económicamente, y hacen equilibrios para asegurar una aportación a su realidad socioeconómica o cultural.

HAY POCOS ABOGADOS Y ABOGADAS QUE TENGAN UN PROPÓSITO DEFINIDO

Pero es cierto que, incluso entre estas últimas, hay muy pocas abogadas y abogados que tengan un propósito claro y definido. Esto no es común, y por supuesto, nada fácil.

Tener un propósito construido consciente, e intencionalmente, de acuerdo a una escala de valores o principios, lleva tiempo y requiere un esfuerzo importante.

La abogacía con propósito sería aquella que tiene un compromiso claro con el progreso de la sociedad en la que vive.

La abogacía que entiende su propósito, coloca su ejercicio dentro de la defensa y la protección de los Derechos Humanos y el Medio Ambiente.

Por supuesto que, también esa abogacía con propósito, tienen que tener un modelo económico, que sustente su actividad.

Quizás, y esto es sólo una propuesta que surge tras la reflexión de Gabeiras, es el hecho de elegir sus casos, o clientes, de acuerdo a un código ético o determinados valores, el principio empresarial que determina la abogacía con propósito.

Los modelos organizativos, o de negocio, de esta abogacía con propósito, podran ir desde el despacho unipersonal, societario, cooperativo hasta el asociativo.

Pero lo que sí parece claro, es que siguen siendo una minoría.

Una minoría excepcional.

El resto de nosotros y nosotras, podemos soñar con ese tipo de ejercicio de la abogacía. Aunque habrá también quien, entre el sarcasmo y la incredulidad, hace tiempo ya que renunció a crear un propósito; como si se tratase de un sueño adolescente.

Pero, ¡qué error más grande cometemos al no tener un propósito!

De la edición ilustrada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por Yacine Ait Kaci (YAK)

ABOGACÍA CON PROPÓSITO

Haberla, “haila”

Cuando investigaba sobre Abogacía Crítica, tuve la suerte, y el privilegio, de conocer a Alejandra Jacinto, María José Sobrino y Javier Rubio. Abogadas y abogado con propósito, según la definición anterior.

Ellas gestionan como cooperativa el bufete CAES, Centro de Asesoría y Estudios Sociales, y han liderado múltiples causas hasta llegar al Tribunales Europeo de Derechos Humanos o a Naciones Unidas en su afán por defender derechos políticos y sociales, sin los que hablar de progreso, sería una quimera.

CAES ejerce una abogacía con propósito, con mayúsculas. Su compromiso contra los desahucios y por el derecho a la vivienda o su reciente defensa de los vecinos de La Cañada, hablan por sí mismos. Hechos son amores.

Posiblemente CAES sea el despacho decano en nuestro país, junto a Themis, Asociación de Mujeres Juristas, en esto de los modelos sociales de una abogacía con propósito.

Estos despachos, sin ser bufetes al uso, además de tener un claro propósito político social, representan la abogacía en su esencia más profunda.

Ojalá que fuesen ellos quienes encabezasen los rankings y que la Abogacía Española y sus Colegios les dieran premios.

Ojala que nuestras profesoras de Derecho los estudiaran y animasen a las graduadas a que los eligiese como modelo de ejercicio profesional.

Ojalá que pudiéramos abrir los ojos en la abogacía.

EL FUTURO DE LA ABOGACÍA CON PROPÓSITO

Realmente, y esto cada vez es más claro, sólo tendremos futuro como sociedad si apostamos por el progreso y la igualdad de la ciudadanía y la defensa del Medio Ambiente.

Necesitamos el activismo, el periodismo y la abogacía, para avanzar en esta agenda.

Pero para ello, necesitamos más despachos y profesionales, mucho más operadores jurídicos, comprometidos en la defensa de los derechos humanos y el Medio Ambiente.

La abogacía en este 2021, más que nunca, tiene que hacerse eco de las demandas ciudadanas. Para ello, ha de adoptar, no sólo una perspectiva jurídica, sino sociopolítica, cultural, y mucho más humanista.

Despachos, abogados y abogadas, debemos reinventarnos con propósito y  comenzar a alinear nuestros objetivos con las necesidades reales de la ciudadanía, precisamente la que tiene una menor representación o posibilidades de defensa de sus derechos.

Para buscar su propósito no basta retirarse a pensar o meditar, que también. La abogacía tiene que salir a la calle.

Abogadas y abogados han de comenzar a compartir espacios, aunque en principio sólo sean de debate, con las, y los, representantes de la sociedad civil, participar en los medios y Redes Sociales, incluyendo al tejido asociativo, sindical, político, cultural y religioso, en toda su diversidad.

Eso sería el primer paso lógico para lo que podríamos llamar abogacía con propósito.

Lo demás, se queda en declaraciones vacías de contenido.

Hechos son amores.

Aunque habría mucho que discutir sobre este tema, la Abogacía Española y sus Colegios deberían también apostar y apoyar este cambio de paradigma.

La Abogacía ha de convertirse en una institución viva, con una dimensión sociopolítica.

Necesitamos cambiar. Reivindicar una abogacía distinta de la corporativista y endogámica que hoy tenemos y conocemos.

La abogacía institucional ha de romper con el modelo preconstitucional —como ya discutimos ampliamente en #AbogacíaCrítica y aquí en Confilegal, en “La abogacía “de toda la vida”: Entre el franquismo sociológico y el normativo”

Podríamos resumir, incluso a riesgo de repetirnos, diciendo que el ámbito de una abogacía con propósito, no solo debería limitarse al sistema de Justicia, sino desarrollar sinergias y una cooperación eficaz con las y los actores de la sociedad civil, la economía y la cultura.

Por ello, convencido de que la abogacía nunca es un camino solitario, necesitamos colectivizar nuestro propósito.

Más allá de nuestras diferencias, quienes creemos que nuestra actividad profesional ha de estar comprometida con la sociedad en que vivimos, y hacemos algo por ello, deberíamos, al menos, presentarnos y comenzar un diálogo.

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