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Pasiones en libertad

Pasiones en libertad
El abogado Jesús Seligrat en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que es académico de número. Foto: Confilegal.
26/4/2021 06:46
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Actualizado: 25/4/2021 21:35
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Sumar corazones, proyectos, latidos de amor y libertades en aras de resultados beneficiosos para la Humanidad, debe constituir premisa fundamental para lograr que el mundo no se caiga, que las verdades no se borren, que los derechos en las mujeres y los hombres del planeta jamás sean vulnerados, sangrados, ni asesinados, sembrando semillas de lealtad.

De igual forma y manera que no procede cortar una flor, sin que no se conmueva una estrella, cuando, en la sociedad actual, un derecho, una libertad son recortados, sangra el corazón social de la Humanidad, quedando herido en busca de sanatoria cicatrización, de resarcida justicia y de reinserción integral.

Padecemos un mundo, donde las guerras de toda índole aumentan, restando verdad, amor y libertad, gestando sombras regresivas, que ensucian la convivencia, el compromiso, la lealtad y la Ley de la Palabra en múltiples supuestos, sufriendo mujeres, hombres, menores, jóvenes y mayores, multiplicándose las contiendas familiares, los conflictos generacionales, las parejas de hecho, los matrimonios y las uniones consensuales, en un proceso vivencial de lamentable desintegración social, emocional, económica y existencial, agravado en determinados supuestos por el COVID-19, guerra vírica, asesina de corazones, convivencias, economías y afectos.

Si resulta cierto, que el amor, como todo lo que nace tiene derecho a morir, la máxima gravedad se gesta cuando es el comportamiento del ser humano, quien aniquila tan noble, leal y necesario sentimiento.

En este mundo donde en determinados supuestos, la verdad se tapa, la libertad se recorta y los derechos sufren represión, nace el monstruoso panorama desolador y decepcionante de las crisis socio-familiares, las disputas conyugales, las contiendas por lograr guardas y custodias de menores, quizás olvidando que las hijas y los hijos son de ellas y de ellos mismos, que los derechos de los menores, deben ser respetados, cumplidos en la libertad consustancial de sus esencia, sin olvidar nunca jamás, que la patria potestad, las guardas y custodias de los menores, los derechos de comunicación y visita de las hijas e hijos menores de edad, son sus derechos, siendo los progenitores, titulares de la función-deber, de obligado cumplimiento en proteger siempre el interés de los menores, el amparo de los menores, siendo los derechos humanos de los menores, principio legal, social, económico, emocional y asistencial de obligado cumplimiento por las madres y los padres, evitando siempre, que los menores sean o se sientan utilizados como instrumento de juego en contiendas matrimoniales, socio-familiares o de parejas. ¡El interés prioritario de los menores, debe prevalecer en derecho, en justicia y en verdad!

Las relaciones pasionales, las convivencias sentimentales, son gravadas en determinados supuestos por el afán demoledor, degradante y corrosivo en dominar al otro o a la otra, olvidando con nocividad, que la unión logra futuros esplendorosos, la atadura mata la verdad, la libertad y la lealtad de toda relación socio-familiar, emocional, pasional o sentimental. ¡Unir corazones, sumar libertades es amor, restarlos, constituye el dolor de la destrucción, rompiéndose la más necesaria libertad del ser humano, privando al ser humano de su unicidad!

Desgraciadamente, en millones de supuestos en la Tierra, se ha pasado de lograr la desnudez, a taparla, sustituyendo el “ser” por el “estar” sembrando un mundo mediatizado, virtualizado, restando la virtud de la verdad, la necesidad de la libertad individual y el derecho humano al respeto, como pilar esencial en toda relación social, familiar, económica, cultural o vivencial.

Si falla el respeto, si sangra la Ley de la Palabra, si los pactos en pareja, en familia, no se cumplen en su verdadera libertad, el amor, la convivencia, las relaciones, lejos de sumar se convierten en degradantes restas en el ser humano, con la decepción, el desencanto y la erradicación de toda pasión, de todo sentimiento afectivo, amoroso o emocional.

La guerra de sexos, delata que los sesos fallan, los cerebros sufren, los sentimientos mueren, los corazones padecen y la libertad de la verdad delata que todo lo bélico demuestra error en la Humanidad, ya que, la más bella y creativa forma de lograr la paz en las pasiones, en los sentimientos, en las emociones de mujeres y hombres, jamás se ganará guerreando, sino amando con la pasión del respeto, la verdad de la transparencia, el rigor de la lealtad y la necesidad de la libertad.

Jamás, la presunción de culpabilidad logrará que la inocencia sea multiplicada, jamás los juicios paralelos, los juicios de valor en determinados medios de comunicación, sembrarán justicia de veracidad, ya que las versiones como los desaciertos, serán continuos y habituales en todo conflicto socio-familiar, conyugal o de parejas, si no se respetan las sentencias, las resoluciones judiciales, ni los derechos sociales, humanos, cívicos, individuales, personales, íntimos, como esencial base de seguridad jurídica y garantía personal, social e institucional en todo Estado Social y Democrático de Derecho.

Por la libertad de las pasiones, y por las pasiones en libertad, garantizando desde la presunción de inocencia, hasta el más ejemplar respeto por las resoluciones, dictámenes y sentencias judiciales, buscando en todo ser humano lo que une, evitando acrecentar lo que separa, ya que, la total perfección en la Humanidad, está vetada por el humano y magistral hecho de ser mujeres y hombres, no diosas o dioses, desterrando siempre toda obligación de ser héroes ni mártires en ninguna contienda socio-familiar, matrimonial o de parejas, con garantía integral en los derechos y libertades de todo ser humano.

¡Seamos siervas y siervos de las leyes y cumplidores de las resoluciones y sentencias judiciales, si en verdad amamos ser y sentirnos libres!

Poner razón, justicia y corazón en la Humanidad, logrará erradicar todo germen de violencia en el mundo, garantizando la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Qué la verdad no ciegue las libertades, qué el respeto jamás muera, qué el amor no sea mal empleado, disfrutado o sentido, qué las leyes siempre vivan para ser cumplidas, sin olvidar nunca jamás, que la convivencia sin integral libertad, constituye prisión sin límites, suicidio emocional de los sentimientos y entierro del corazón en los barrotes de la más tétrica, horrorosa y execrable condena.

Si muere la pasión del amor en libertad, la verdad del más necesario sentimiento universal, resulta enterrada en inmortales raíces como ancestral fracaso en la historia de la Humanidad.

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