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Cartas desde Londres: Los Diez Mandamientos del contrainterrogatorio, según Irving Younger (IV)

Cartas desde Londres: Los Diez Mandamientos del contrainterrogatorio, según Irving Younger (IV)
Josep Gálvez, con esta cuarta entrega –de 5– avanza en los 10 mandamientos para hacer contrainterrogatorios según el profesor estadounidense Irving Younger.
02/11/2021 06:48
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Actualizado: 02/11/2021 09:23
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Como es sabido, en España la Ley de Enjuiciamiento Civil impide solicitar el interrogatorio de la propia parte. Esto conlleva que un abogado solamente pueda preguntar en un juicio a la parte contraria, pero no a su propio cliente –a no ser que el contrario pida el interrogatorio de nuestro cliente–.

Pues bien, esta prohibición no existe en el sistema anglosajón –de hecho, la consideran absurda e ilógica–, y de ahí que los abogados tengan que tomar la decisión de si llaman a su cliente a declarar o no, ya que si lo sacan, entonces sí puede ser interrogado por el abogado contrario.

Es toda una responsabilidad, ya que si deciden que su cliente se siente en el estrado, deberá enfrentarse después al contrainterrogatorio del abogado contrario.

Y ahí es donde viene la diversión, ya que el otro letrado irá a sacarle punta al lápiz con cada pregunta, tratando de echar por tierra su declaración.

Por eso, como habrán visto en muchas series y películas desde los tiempos de Perry Mason, cada abogado se enfrenta en cada caso a una decisión trascendental:

¿Será su cliente capaz de persuadir con una brillante exposición de los hechos o, por el contrario, meterá la pata hasta el fondo cuando el abogado contrario le haga una zancadilla?

De ahí viene la siguiente regla de Irving Younger en el contrainterrogatorio.

SÉPTIMO MANDAMIENTO:  NO PERMITIRÁS QUE EL INTERROGADO REPITA SU DECLARACIÓN

Como hemos aclarado, en este escenario nos enfrentamos a un contrainterrogatorio en el que la parte contraria ya ha declarado cómodamente a preguntas de su propio abogado.

Por lo tanto -nos dice Younger- nuestro objetivo es evitar que repita su declaración cuando le interroguemos nosotros.

¿Por qué?

Nos contesta el propio profesor Younger.

“Porque, como cualquier abogado de tribunales sabe, hay una ley no escrita sobre el valor de la prueba según la cual:

Si el jurado -o el juez- lo escucha una vez, puede creérselo o no.

Si lo oye dos veces, es más probable que se lo crea.

Si lo oye tres veces, con toda probabilidad se lo creerá”.

¿DE QUÉ COLOR ERA LA LUZ DEL SEMÁFORO?

Para ilustrarnos lo fácil que es infringir este mandamiento, Younger nos trae de nuevo uno de sus famosos casos cuando era juez en Nueva York.

“Ahora, imaginemos un típico juicio por un accidente de tráfico, donde mantenemos que el demandado se saltó un semáforo en rojo mientras conducía y que, por eso, provocó el siniestro enjuiciado.

A preguntas de su abogado, el demandado dirá obviamente que, cuando pasó ‘la luz del semáforo estaba en verde‘.

Vamos entonces con el contrainterrogatorio.

Cuando le preguntemos cuál era el color del semáforo, ¿qué dirá previsiblemente el demandado?

– El semáforo estaba en verde.

– ¿Está usted seguro?

– Sí, estaba en verde.

– ¿Llevaba usted las gafas puestas?

– Sí, y vi perfectamente que el semáforo estaba en verde.

Y ahí se acabará nuestro fantástico interrogatorio con cuatro goles en contra, como cuatro soles, ya que la luz del semáforo estará grabada en verde en el cerebro de todos.

Por tanto, deberemos evitar que la parte contraria o un testigo de su cuerda repitan su declaración nefasta para nuestros intereses, porque cuantas más veces se repita, más probable es que el juez la recuerde y se la crea.

Da igual que sea la parte contraria o un testigo bajo juramento, no permitirás nunca que el interrogado repita su declaración.

Vamos a por el octavo.

OCTAVO MANDAMIENTO: NO PERMITIRÁS QUE EL INTERROGADO EXPLIQUE NADA

Como recordarán, según el tercer mandamiento, el contrainterrogatorio debe siempre consistir en preguntas cerradas, nunca abiertas.

De esta manera, las preguntas formuladas al testigo adverso o a la parte contraria deberían responderse con un simple “sí” o “no”, sin darle oportunidad de mucho desarrollo.

Por eso no advierte Younger: Mucho cuidado con las respuestas del tipo: “Sí, pero…”.

Hay que tratar de cortarlas siempre, ya que nuestra función en este juego es evitar que el interrogado se explique, de la misma manera que el objetivo que su abogado es hacer lo contrario y formular preguntas abiertas.

Por este motivo, si el abogado contrario se equivoca y no formula las preguntas adecuadas y no trae al debate jurídico una cuestión importante, es nuestra oportunidad para no fastidiarla y callarnos.

No obstante, es posible que el juez intervenga en este particular equilibro y permita que se extienda, ante lo cual poco habrá que hacer.

Pero en cualquier caso, como recuerda Younger: deberás jugar el partido como deberías hacerlo en todo momento, formulando preguntas cerradas al interrogado propuesto de adverso y sobre todo, evitando que desarrolle sus respuestas.

Y ahora viene el caso que sirve de ejemplo a Younger para este octavo mandamiento.

Según parece durante la cena anual de la sección de litigación de la “American Bar Association” Younger encontró sentado al lado de nada menos que de Edward Bennett Williams, según palabras del profesor, “el mejor litigador que he visto en acción ante un tribunal”, una auténtica leyenda de los tribunales, vamos.

Sobre estas líneas, la foto del profesor Edward Bennet Williams, el mejor litigador según el profesor Younger. Foto: Wikiipedia.

Como es normal, Younger se mostró encantado con su compañero de mesa al que había conocido vagamente hacía unos años, pero con quien no había podido hablar tranquilamente hasta esa noche.

Como es normal, el tema de discusión entre los dos durante las siguientes horas no fue otro que pleitos, litigios y casos varios.

Así, durante un momento de la charla, Younger aprovechó para preguntar a Bennet Williams sobre la veracidad de un rumor que había oído mucho tiempo antes, pero que no acababa de creérselo.

Cuando Bennet le confirmó la autenticidad del asunto, Younger le pidió si podía utilizarlo como ejemplo para sus clases y gracias a su beneplácito hoy podemos saber de este interesante caso de un auténtico maestro de los contrainterrogatorios

EL CASO DEL TRANVÍA MORTAL

Durante sus años mozos y, tras licenciarse en Derecho en la Universidad de Washington, el joven Bennett Williams únicamente encontraba trabajo pleiteando en casos de… ¿Se lo imaginan?

Efectivamente, en asuntos derivados de accidentes de automóvil, materia en la que el futuro mito de los litigios se bregó en las lides ante los tribunales, aprendiendo cómo funciona esto de la litigación, ganando conocimientos y sobre todo la experiencia necesaria.

En concreto, Bennett Williams representaba y defendía a la “Washington DC Trolley Company”, es decir, la Compañía Municipal del Tranvía de Washington DC en accidentes.

En este caso en concreto, Bennett William se enfrentaba a una reclamación de muerte por negligencia (“Wrongful death claim”).

Según parece, no había discusión sobre el hecho de que el tranvía había impactado contra la víctima, un indigente ya mayor, falleciendo como consecuencia del golpe.

La defensa de la Compañía del tranvía se centraba en que la víctima estaba borracha en el momento del accidente, contribuyendo a la producción del resultado de muerte, (algo así como responsabilidad concurrente de la propia víctima).

El problema era que, cuando la policía llegó -y nada hacía pensar que se había modificado el escenario del accidente- no había ninguna botella de whiskey en el cuerpo de la víctima.

Pero sí había otros medios probatorios.

Al parecer, la víctima tenía un hijo, también indigente, quien había visto el accidente desde otro lugar de dónde se encontraba el fallecido.

Gracias a un testigo, se supo que el hijo de la víctima, inmediatamente después de que tuviera lugar el siniestro, se aproximó al cuerpo de su padre e hizo algo, alejándose posteriormente,

Para Bennett Williams estaba claro: “se había acercado al cuerpo de su padre para sacarle la botella de whiskey, dado que eso impediría una indemnización a su favor”.

Total, que nos vamos al juicio y el hijo del fallecido toma el estrado y, tras declarar, es el turno del joven abogado, siendo el contrainterrogatorio más o menos así:

– ¿Estaba usted cerca cuando su padre fue golpeado por el tranvía?

– Sí –contestó el hijo de la víctima.

– ¿Vio a su padre ser efectivamente golpeado?

– Sí –volvió a contestar.

– ¿Se dio usted cuenta que su padre podría estar gravemente herido o muerto?

– Sí, el golpe fue enorme.

– ¿Se acercó usted entonces al cuerpo de su padre?

– Sí –contestó.

– ¿Se inclinó sobre el cuerpo de su padre?

– Sí.

– ¿Hizo usted algo?

– Sí.

 Para Younger ese era el momento perfecto para parar el interrogatorio, pero Bennett Williams siguió hacia adelante, infringiendo la regla:

– ¿No es cierto que usted quitó una botella de whiskey del cuerpo de su padre?

No –contestó.

– Diga entonces al tribunal, ¿qué hizo, si no?

Y el hijo de la víctima contestó:

– Mire señor letrado, podía ser un viejo borrachín, pero era mi padre y me incliné sobre él para darle un beso de despedida.

La semana que viene acabamos ya con los Mandamientos de Irving Younger.

Cartas desde Londres: Los Diez Mandamientos del contrainterrogatorio, según Irving Younger (I)

Cartas desde Londres: Los Diez Mandamientos del contrainterrogatorio, según Irving Younger (II)

Cartas desde Londres: Los Diez Mandamientos del contrainterrogatorio, según Irving Younger (III)

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