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Expolíticos metidos a abogados y despachos que los encumbran buscando negocios: El cuento no tuvo final feliz

Expolíticos metidos a abogados y despachos que los encumbran buscando negocios: El cuento no tuvo final feliz
Manuel Álvarez de Mon ([email protected]) analiza el escándalo en que ha devenido la salida de Martínez-Echevarría, Albert Rivera y José Manuel Villegas. En la foto Rivera y Vicente Morató, CEO de Martínez-Echevarría (Foto: Martínez-Echevarría).
11/2/2022 06:49
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Actualizado: 18/2/2022 13:20
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El mundo de los negocios y, concretamente, el de las empresas se relaciona periódicamente con el legal, por varios motivos.

Podemos sintetizar los más relevantes.

En primer lugar, por precisar el asesoramiento de abogados para cumplir (y burlar) las leyes imperativas fiscales, laborales y de otra índole.

En segundo lugar para concertar contratos y otras relaciones jurídicas con operadores públicos y privados.

En tercer lugar, para defenderse en asuntos contenciosos, como demandantes o demandados, sean civiles, mercantiles, administrativos o laborales.

Y en cuarto lugar, para defenderse en la jurisdicción penal ante denuncias o querellas que puedan afectarles o para entablarlas si procediese en su caso.

Pues bien se supone que, para ello, las empresas, incluidos los bufetes que funcionan como tales, precisan de profesionales que sean lo más cualificados posibles.

Con los necesarios conocimientos técnicos y con experiencia práctica. No una mera preparación teórica sin todavía contrastar.

Esto es fundamental en el mundo del derecho y, por eso, están las prácticas en la escuelas correspondientes de los opositores a jueces y fiscales después de aprobar la oposición, antes de ejercer.

Por esta cuestión, hoy en día se establecen las pruebas de acceso a la abogacía, antes de poder ejercer. Sin bastar con la mera titulación académica de licenciatura o grado como ocurría hasta hace pocos años.

Pues bien, si los despachos –empresas jurídicas– precisan de gente con competencia profesional, ¿por qué contratan a veces a políticos, sin notoria experiencia en la abogacia cuando cesan en la política activa?

NO FUE UNA CONTRATACIÓN NORMAL

No es una contratación normal, comprensible. Sino que está sobredimensionada económicamente.

Evidentemente esto solo puede puede ser por dos razones: la primera, para atraer clientes, dadas sus supuestas múltiples relaciones; la segunda, para influir en la contratación con las Administraciones públicas.

Si la obtención neutral de clientes es justificable ya no lo es cuando esos clientes sean administraciones relacionadas con el expolítico.

Y menos aún se puede justificar que lo que se pretenda es que este influya en la contratación o adjudicación de servicios públicos con el objetivo aumentar el volumen de negocios de la firma que los contrató.

La corrupción siempre está cerca de este ámbito, próximo al delito de tráfico de influencias de los artículos 428 y siguientes del Código Penal. Muy relacionado con la prevaricación administrativa e, incluso, es posible incurrir en los delitos de corrupción en los negocios del artículo 286 bis y siguientes del mismo Código.

Esto viene a cuenta del bochornoso espectáculo, que están dando dos expolíticos y un conocido bufete al cesar en su relación contractual.

Nadie aquí es inocente, según las informaciónes públicas facilitadas.

¿Para qué quería el bufete a unos abogados –al menos uno de ellos sin suficiente práctica jurídica acreditada, con una retribución astronómica– a los que elevó a la cima de la firma?

Indudablemente no puede ser para que llevasen asuntos contenciosos o de asesoramiento cualificado, como decíamos antes. Al menos hasta adquirir una práctica suficiente.

¿Qué experiencia jurídica podían ofrecer los expolíticos reconvertidos en abogados para responder a esas exigencias?

La realidad es que fueron contratados –lo repito–para captar clientes, como comerciales de alto nivel. Para aumentar el nivel de los negocios de la firam. No como gestores de un negocio que desconocían. Esa es la realidad y no otra. Lo puede ver hasta un ciego.

Solo tengo que decir que es triste y desalentador para cualquier joven licenciado o abogado, ya profesionalmente preparado, ver que lo que algunos bufetes valoran más no es la preparación, ni el esfuerzo de especialización y estudio, sino la mera imagen y las influencias.

Esto no se hubiera externalizado evidentemente si los expolíticos hubieran podido podido alcanzar sus objetivos extrajurídicos, lo que al parecer no ha sido posible. Todos han quedado en evidencia.

Lamentable.

Relacionado con esto está el grave peligro que ofrecen los casos de las puertas giratorias de altos cargos cesantes en la Administración Pública cuando no se respetan las incompatibilidades al cesar en los altos puestos ejecutivos y pasar escandalosamente al sector privado.

Procuraré volver sobre este tema. Es evidente que los influyentes no quieren perder ni reducir su ámbito de influencia, su «lobbismo», que tantos beneficios económicos les produce. Pero si las cosas están mal, deben cambiarse. Para bien de todos.

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