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¿Por qué es entendido Francisco Javier Lara? Por su carácter

¿Por qué es entendido Francisco Javier Lara? Por su carácter
Sobre estas líneas, Francisco Javier Lara, decano emérito del Colegio de Abogados de Málaga quien próximamente va a ser juzgado por un delito de desobediencia al no haber colaborado en enviar a cuatro abogados del turno de oficio a asistir a detenidos, sin ningún tipo de protección, en el día 51 de la pandemia, el 6 de mayo de 2020, cuando nadie sabía cómo ni de qué manera se expandía el coronavirus. Foto: Confilegal.
05/4/2022 06:51
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Actualizado: 04/4/2022 22:50
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Hace unos días conversaba con el decano emérito de Málaga, Francisco Javier Lara, sobre algo tan importante como el carácter y su importancia en la vida.

En la cabeza un servidor tenía presente el popular anuncio de televisión de una Lola Flores, revivida por el milagro de la técnica, sobre una marca de cerveza que se preguntaba: «¿Tú sabes por qué se me entendió en todo el mundo?». Y se respondía, «por el acento».

El mensaje subliminal del anuncio, sin embargo, no se refiere al acento sino al carácter. Porque si algo tenía Lola Flores, si por algo se la distinguía, era por su carácter. Inconfundible. Único

Francisco Javier Lara posee eso precisamente, carácter. No se calla ante las injusticias, aunque eso no vaya con él. Aunque lo más cómodo sea mirar cómo pasan las nubes. Para él no. Es imposible.

Vino así de fábrica.

Es su forma de entender la vida y la abogacía.

Me contó, para ilustrarlo, una historia que le sucedió siendo decano del Colegio de Abogados de Málaga. Era un jueves y uno de los colegiados, al que conocía de la Facultad de Derecho –viejo amigo–, le llamó para contarle algo terrible que le acababa de suceder.

– Javier, me acaba de decir el médico que tengo un cáncer. Me tienen que operar ya. A vida o muerte. El lunes –le dijo.

Era jueves. Cuatro días más tarde tenía fijado un juicio en el que un cliente se jugaba mucho.

Lara le preguntó por esa importante vista.

– No te preocupes, Javier. Esta mañana he estado en el juzgado y, aunque no he podido hablar con el juez, le he contado al funcionario que lleva el asunto lo que me pasa. Me ha dicho que no me preocupe, que él se lo decía a Su Señoría. Ante estas cosas…, pues todos somos humanos. Lo suspenderá, me ha asegurado,

Pero hete aquí que el magistrado no lo hizo.

No suspendió el juicio.

Al día siguiente, viernes, desde el Juzgado le comunicaron que el juez había decidido no suspender la vista y que le pasara el asunto a un compañero.

Era un juicio muy complicado. No daba tiempo a nada.

El abogado enfermo no envió a ningún sustituto. Fue su cliente y contó lo que estaba pasando. Al final, el juez tuvo que suspender.

«El colegiado en cuestión salió. Salvo la vida, pero aquello me dejó muy mal sabor de boca, lo reconozco», me relató Lara.

«Pasaron los meses y un sábado me encontré a Su Señoría en un acto del coro del Colegio. Estaba allí, entre sus miembros, cantando. Resulta que formaba parte del coro del Colegio de Abogados de Málaga desde que hacía años. Parecía muy feliz. Se notaba que disfrutaba con la música», añadió.

El entonces decano no pudo contenerse.

«Cuando terminó el acto me acerqué a él y en un aparte le dije que se veía que disfrutaba con aquella actividad porque él amaba la música. Mucho. Pero a mí no me parecía que hubiera sido ético, ni moral, ni de bien nacido que después de negar una suspensión de una vista como esa a un compañero, debido a un problema de salud tan grave, siguiera formando parte del coro del Colegio. Un coro cuyo mantenimiento se pagaba con el dinero del colegio. Le invité a marcharse».

No volvió más.

Años más tarde, Lara se lo volvió a encontrar en un acontecimiento social.

«Usted y yo tenemos una conversación pendiente», me dijo. «Hasta la fecha».

Lara afirma que las personas nos definimos por nuestros actos. Por las decisiones que tomamos.

«Permitir que siguiera en nuestro coro sabiendo lo que había sucedido no me pareció decente. ¡Y cuidado! No todos los jueces son así, gracias a Dios. Tengo muy buenos amigos entre ellos. Pero aquel, en concreto, no se portó bien. Ni con el abogado ni con la abogacía. Y no podía dejarlo pasar. Hice lo que mi conciencia me pidió», confiesa. «Es mi carácter».

Por eso, cuando veo el anuncio de Lola Flores reconozco que siempre me viene a la cabeza esta historia que me relató este abogado, ahora, de a pie.

¿Por qué se le conoce a Francisco Javier Lara, decano emérito del Colegio de Abogados de Málaga? No tengo ni la menor duda: Por su carácter.

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