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Cartas desde Londres: «Heavy Metal» y tribunales, el caso «James Vance versus Judas Priest» (II)

Cartas desde Londres: «Heavy Metal» y tribunales, el caso «James Vance versus Judas Priest» (II)
K.K. Downing, el famoso guitarrista de Judas Priest, con cuyas palabras Josep Gálvez inicia esta columna.
22/11/2022 06:50
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Actualizado: 21/2/2023 12:00
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“Entonces la realidad me golpeó.

«Cuando entramos en la sala, todo cambió. En el momento en que la gran puerta de madera se cerró tras nosotros, fue como si hubiéramos entrado en el vacío. La sensación de pérdida y tristeza era tan palpable como el nudo en la garganta.

«El sonido de mis acelerados latidos lo ahogó todo cuando el secretario se levantó para dirigirse al tribunal por primera vez.

«Independientemente de la confianza que sentía en lo que habíamos hecho y, sobre todo, en lo que no habíamos hecho, en un instante me sentí de nuevo como el pequeño Ken, en esa posición tan familiar de esperar lo que fuera que fuera malo y se dirigiera hacia mí».

Estas son las palabras con las que K.K. Downing, el famoso guitarrista de Judas Priest, da inicio a su biografía publicada en 2018 “Heavy Duty” (algo así como “Carga Pesada”).

Como pueden comprobar el relato no empieza recordando un emotivo concierto ante miles de personas. Ni tan siquiera con la grabación de alguna mítica canción que marcaría a toda una generación de seguidores.

Empieza en la sala de un tribunal en Reno, en el estado norteamericano de Nevada, por el suicidio de dos chavales, Ray Belknap y James Vance, supuestamente a causa de su música.

Recordemos que los padres de las dos víctimas habían interpuesto una demanda contra este grupo de ‘Heavy Metal’ y su discográfica reclamando 6 millones y pico de dólares.

¿La principal prueba de cargo? Unos mensajes subliminales en la canción “Better by you, better than me”, que animaban al suicidio lo que habría llevado estos dos ‘fans’ a pegarse un tiro en la cabeza.

DESESTIMACIÓN DE LA MOCIÓN BAJO LA PRIMERA ENMIENDA

Para evitar la celebración del juicio, la defensa de los “Judas” se centró inicialmente a defender en una vistilla que todo el contenido del disco, incluidas las supuestas voces subliminales se encontrarían protegidas por la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana, es decir, la que protege la libertad de expresión.

Pero el juez encargado del caso, Mr. Justice Jerry Carr Whitehead zanjó esta cuestión en su decisión preliminar (Vance v. Judas Priest 1989b), resolviendo que el mensaje subliminal no puede ser objeto de protección constitucional.

Con buen criterio, según el juez Carr Whitehead, el receptor de un mensaje subliminal no es consciente del mensaje que recibe, por lo que dicho contenido no contribuye ni al diálogo, ni a la búsqueda de la verdad, ni a la autonomía personal, siendo por el contrario una invasión de su intimidad.

Resultado: uno a cero a favor de los demandantes, quienes consiguieron así llevar al grupo de “heavy metal” a un juicio completo.

A JUICIO CONTRA LOS “JUDAS PRIEST”

El juicio duró aproximadamente un mes y medio en el Tribunal del Condado en Washoe, seguido muy de cerca por toda la industria musical y los abogados constitucionalistas del país, iniciándose con el interrogatorio del cantante, Rob Halford quien tuvo que interpretar la dichosa canción “a capella” en medio de la sala, negando la existencia de ningún mensaje subliminal.

Tenemos la suerte que las audiencias celebradas ante el tribunal fueron grabadas y se encuentran disponibles algunos fragmentos en YouTube, como por ejemplo la interpretación de Halford ante el juez Jerry Carr Whitehead:

Vídeo en Youtube de Rob Halford (Judas Priest) singing in court.

Pero el plato fuerte aún estaría por llegar con la prueba principal de los demandantes, las famosas voces subliminales que habría sido la causa de que los dos jóvenes decidieran suicidarse unos pocos años antes.

Para hacerlo, los demandantes se plantaron con un auténtico arsenal de reproductores de cintas, tocadiscos, etc y donde reprodujeron el disco hacia atrás.

Y ciertamente, si ponen el oído parece escucharse la expresión “do it”, (“hazlo”).

Vídeo en Youtube de Judas Priest – »Let’s be dead» and »Do it!» 1978.

Esta cuestión, aunque les pueda parecer trivial, conllevaba una primera carga jurídica de fondo para el caso, dado que la expresión “do it” (“hazlo”), como es lógico, por sí sola no tiene ningún sentido, pudiendo ser incluso el slogan de una conocida marca de zapatillas de deporte.

Por tanto, “do it” necesitaba de un contexto donde pudiera entenderse en los términos de la demanda por daños derivados de ese episodio fatal, ya que sin ese grado de riesgo la expresión no tendría ninguna relevancia.

EL CONTEXTO SOCIAL DE LOS CHAVALES, UN ELEMENTO ESENCIAL

Aquí es donde entra el psicólogo que intervino para la defensa, quien acreditó que lejos de ser unos chavales ejemplares, los chicos tenían graves problemas de adaptación, eran violentos y estaban deprimidos por el rechazo social.

Como se descubrió durante el juicio, los dos tenían un historial de abuso de drogas, habían cometido delitos menores, fracasado en sus estudios y se encontraban desempleados.

Unos “ninis”, vamos.

De hecho, incluso se comprobó que Belknap había intentado suicidarse antes y había manifestado ciertas intenciones suicidas en algunas ocasiones.

En consecuencia, los demandantes tuvieron que reconocer que, en el mejor de los casos y si se probara la existencia de un mensaje subliminal, la expresión “hazlo” únicamente desencadenó ese efecto en sus mentes influenciadas por todo ese contexto tan particular.

LA PERICIAL DE LOS DEMANDANTES

Aunque durante el juicio desfilaron varios “expertos” sobre mensajes subliminales, el que se llevó la palma fue el perito Wilson Key, doctor por la Universidad de Denver y autor de innumerables obras sobre el tema, auténticas elucubraciones especulativas presentadas como teoría probada.

Para sorpresa de los asistentes, el experto llegó a afirmar, no solamente la existencia de mensajes subliminales en el disco de los “Judas”, sino también en las cajas de las galletas Ritz, la sintonía de las noticias de la cadena NBC o en la Capilla Sixtina.

Se pueden ustedes imaginar los caretos del personal y sobre todo del juez.

LA PERICIAL DE LOS DEMANDADOS

El experto principal de la defensa de los “Judas Priest” fue nada menos que Anthony Pellicano, quien había intervenido en casos tan importantes como las llamadas “cintas del caso Watergate” o el vídeo del asesinato de Kennedy, ahí es nada.

La cuestión es que Pellicano testificó que, si bien durante un pasaje al revés de la canción ciertamente suena como «do it», pero que se trata de una mera casualidad por la combinación de la exhalación de Halford al tomar aire después de una línea vocal, junto con el ruido de una guitarra eléctrica cargada de efectos.

Anthony Pellicano, experto principal de la defensa de los «Judas Priest».

“YO LE PEDÍ UNA MENTA, YO LE PEDÍ QUE ME DIERA UNA”

No obstante, seguramente el momento en que cambió el curso del pleito fue cuando el juez Carr Whitehead autorizó al cantante Rob Halford para que subiera al estrado y reprodujera con un radiocasette varios pasajes del disco en cuestión, “Stained Class”.

Y es que como pudo comprobar el propio juez con un rictus a prueba de bombas, al reproducir varias canciones al revés empezaron a surgir ciertos sonidos que recordaban a expresiones en inglés como:

  • Yo le pedí una menta, Yo le pedí que me diera una” (“I asked her for a peppermint, I asked for her to get one”).
  • Hola Mamá, mi silla está rota” (“Hey ma, my chair’s broken”).

La cuestión es que, con carácter previo, el cantante ya sugería qué decían las voces, lo que sugestionaba al oyente sobre lo que escucharía antes de reproducir los pasajes al revés.

Es lo mismo que sucede con las llamadas “psicofonías”, que al final uno escucha lo que le dicen que se oye, sugestionando el resultado previamente.

Vídeo de Youtube de Judas Priest in court in the USA.

LA SENTENCIA DEL CASO “JUDAS PRIEST”

La sentencia del caso «Vance v Judas Priest» (1990) finalmente desestimó la demanda contra el grupo musical y su discográfica.

En concreto, el juez Carr Whitehead señaló que los dos chicos estaban ya predispuestos a un comportamiento autodestructivo mucho antes de escuchar el disco, y que incluso si el álbum contenía mensajes subliminales, los demandantes no habían acreditado que les llevaran a pegarse un tiro.

Y aunque Judas Priest ganó el caso, como se dice en la mayoría de las ocasiones, lo cierto es que la sentencia señaló que el disco “Stained Class” contenía mensajes subliminales, aunque fueran meras anomalías de audio.

Por si no fuera suficiente, siguiendo las normas procesales norteamericanas, cada parte se tuvo que pagar sus costas, lo que supuso al grupo británico nada menos que 250.000 dólares.

En el caso de la discográfica CBS, el juez le condenó al pago de 40.000 dólares ya que no proporcionó las cintas originales del disco a los demandantes durante el proceso de “discovery”.

Y ustedes dirán: “pues hasta aquí esta historia tan curiosa”.

Pues va a ser que no.

Bien al contrario, otro insigne cantante británico de rock duro tuvo que pasar por un trance semejante poco después.

Nos referimos, cómo no, al asunto que afectó al llamado “Príncipe de las Tinieblas”, el señor John Michael ‘Ozzy’ Osbourne y su canción “Suicide Solution” (“Solución suicida”).

Pero eso será la semana que viene.

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