Natalia Velilla, jueza: “Las últimas generaciones de padres tienen miedo de castigar a sus hijos, quieren caerles bien y no ponen límites”
En una entrevista con Confilegal, ha comentado asuntos tratados en su libro relacionados con la falta de autoridad a padres, policías o policías por parte de la sociedad, el uso de la toga, las redes sociales y los problemas que ellas acarrean.

Natalia Velilla, jueza: “Las últimas generaciones de padres tienen miedo de castigar a sus hijos, quieren caerles bien y no ponen límites”

Acaba de publicar segundo libro "La crisis de la autoridad"
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12/9/2023 00:45
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Actualizado: 11/9/2023 18:04
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Natalia Velilla es magistrada del Juzgado de Primera Instancia Nº7 de Familia de Móstoles, Madrid. Y tras trabajar unos años como abogada, aprobó por turno libre la oposición de jueces y fiscales en el año 2002 para incorporarse a la carrera judicial dos años después. Es conocida por su activismo en defensa de los valores constitucionales.

En 2021 publicó su primer libro, “Así funciona la Justicia”, de la mano de la editorial Arpa. Ahora, dos años después, acaba de lanzar su nueva creación que lleva por título “La crisis de la autoridad”.

En una entrevista con Confilegal, ha comentado asuntos tratados en su libro relacionados con la falta de autoridad a padres, policías o policías por parte de la sociedad, el uso de la toga, las redes sociales y los problemas que ellas acarrean. Además, ha dado su opinión sobre si los ciudadanos confían en la Justicia.

En el primer capítulo del libro habla sobre la importancia del uso de la toga en Sala. En pandemia fueron eliminadas y observó que su ausencia iba acompañada a la pérdida de formas. ¿En qué sentido?

Notaba que la gente -me refiero a los profesionales- estaba más crispada y nerviosa. Al principio lo atribuí a la situación de pandemia en la que nos encontrábamos, pero luego, a medida que iba pasando el tiempo y cuando ya incluso se habían levantado las restricciones de movimiento, notaba que se tuteaban.

Cuando tenían que interrogar a la parte contraria eran más rudos, entre sí discutían y se interrumpían. A mí me discutían en vez de recurrirme, era todo como una conversación.

Entonces empecé a pensar que este cambio que había experimentado, al menos la percepción que yo tenía, se debía a la falta de las togas porque se perdía un poco la perspectiva del juicio.

También habla sobre que últimamente se cuestiona mucho la autoridad a padres, políticos, médicos y policías, ¿por qué cree que esto ocurre más que antes? ¿En qué ha cambiado la sociedad?

Pues yo creo que son muchos factores. El primero es que la democracia se ha asentado y digamos que la gente ya puede decir lo que quiere u opinar, tienen todos sus derechos aprendidos.

Existe una romantización de oponerse a la autoridad como una manera de cambio

Por otro lado, creo que existe una deriva cultural, que no se produce sólo en España, sino de todos los países de nuestro entorno, que es el contrapoder, esa romantización de oponerse a la autoridad por sistema como una manera de cambio. Esto, tal y como digo en el libro, es imprescindible porque si no, no habría nunca avances sociales, pero sabiendo diferenciar qué entendemos por autoritarismo o autoridad que se ejerce de manera extralimitada o de manera no democrática de la autoridad legítima. 

Natalia Velilla es magistrada del Juzgado de Primera Instancia Nº7 de Familia de Móstoles, Madrid.

Entonces hemos llegado un poco a una anomia, a la inexistencia de normas, a la pérdida de la capacidad de diferenciar lo patológico de lo que es lo correcto. Hay como una mayor laxitud a la hora de tratar a la humanidad. 

Claro porque, además, como magistrada de un juzgado de familia, supongo que habrá visto distintos comportamientos de los menores por falta de autoridad. ¿En qué les puede afectar en un futuro?

Esta falta de autoridad no es tanto que los menores no acepten la autoridad paterna o la de los docentes, que también sucede, sino que los propios padres no ejercen esa autoridad, han rehusado a ejercerla.

Yo creo que en las últimas generaciones los padres tienen miedo de incomodar a sus hijos, de cortarles, de castigarles. Están obsesionados por caerles bien y tener su reconocimiento en lugar de que sea al revés. Entonces, al no ejercerse la autoridad en casa, tampoco se puede ejercer en el colegio porque si los maestros la llevan a cabo y luego los padres no, se pierde.

Esto puede perjudicar mucho. Los límites son importantes para una persona en formación con una personalidad todavía infantil o adolescente, lo son tanto como el comer, el amor o la educación. Los límites alimentan la personalidad y su ausencia les lleva a que de mayores no sean capaces de asumir la frustración ni tampoco serán capaces de asumir que lo que ellos digan no será lo que suceda.

¿Esta ausencia de límites puede ser porque en la época en la que estamos ambos padres trabajan?

Yo creo que sí, que no ayuda el que no haya un progenitor en casa, pero que se puede ejercer perfectamente la autoridad en el tiempo en el que estás con los hijos. No es tanto la cantidad del tiempo como la calidad del mismo. 

Así que creo que el sentimiento de culpa de no poder estar con él tanto tiempo les lleva a ser un poco más generosos e intentar agradarle. Es muy cansado llegar de trabajar y ponerte a discutir con ellos sobre si no se comen la comida, lo más práctico es que coman lo que quieran.

En otro de los capítulos habla del uso de las redes sociales y cuenta que es muy llamativo el número de pacientes con TCA en edades tempranas por el contenido que se genera en estas plataformas. ¿Qué consecuencias puede tener para un menor el consumo desmesurado de Internet?

He tenido un caso hace poco precisamente de una adicción muy grande en una persona de 11 años. Las redes sociales en sí no son ni malas ni buenas, son herramientas imprescindibles para acercar a la gente entre sí. El problema que tenemos es que para poder manejarlas tienes que tener las competencias digitales adquiridas.

Presentará su libro el próximo 21 de septiembre a las 19:00 horas en la Librería La Central del Museo Reina Sofía, en Madrid.

Y estas competencias digitales se adquieren por educación. Los padres piensan que porque su hijo esté en su habitación está a salvo de lo que le pueda pasar por la calle.

Pero ese menor está en una calle muchísimo más grande cuando se meten en Internet. Son personalidades en formación que todavía no saben diferenciar lo importante de lo de lo que no lo es, lo urgente de lo que no lo es. Y al final está esa falta de madurez, de herramientas o recursos para poder enfrentarse al mundo les lleva a ser muchísimo más vulnerables.

Cada vez hay más casos de trastornos alimenticios en personas jóvenes

Cada vez hay más casos de trastornos de conducta alimentaria entre personas jóvenes. No tanto a lo mejor porque consuman estrictamente páginas de anorexia, sino por la necesidad de aceptación permanente, de sentirse pertenecientes al grupo de los populares, de ver lo que es ‘cool’, lo que es bonito y lo que es guapo. Esto les llega a hacer estar un poco obsesionados con la imagen.

¿Y en ese momento es cuando los padres tendrían que empezar a poner ciertos límites, no?

Yo creo que sí. Los padres deberían de tener en cuenta que los móviles son una herramienta que hay que saber manejar y que no puedes dejar a tu hijo en el mundo digital sin ningún tipo de ayuda, supervisión o apoyo. Es como si dejas a tu hijo suelto de 10 años en la Gran Vía de Madrid. Deberíamos comportarnos igual en el mundo digital que en el analógico.

La falta de autoridad también se lleva al ámbito de la Justicia, que está en crisis. ¿Confían los ciudadanos en ella?

No porque en primer lugar como ya hemos dicho muchas veces en todo procedimiento judicial hay uno al que le va mal. Entonces la gente que va a los juzgados, que a lo mejor pasa una vez en tu vida, si le ha ido mal tendrá una imagen negativa. Eso no se puede evitar.

¿Pero qué pasa? Estamos hartos de decir que hay falta de medios, que está saturada, que está colapsada, motivo por el cual muchas veces es lenta. Las leyes no están mal, muchas de ellas son correctas, son suficientes para proteger los derechos de la gente. 

El problema es que la enorme saturación de los juzgados con tantos asuntos muy por encima de hasta un 150% de lo que deberían tener. Y la gente no confía porque sabe que su tutela va a ser mucho más lenta. Entonces hay una huida hacia otras formas de hacer justicia que no dejan de ser de manera abstracta, una vuelta a una justicia privada como la que existía antes de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

Natalia Velilla es conocida por su activismo en defensa de los valores constitucionales.

¿Y de qué forma puede afectar un señalamiento tardío en un caso de menores de edad?

En muchísimo. En una persona menor de 16 años o uno de 18 no es lo mismo que un año en la vida de un adulto. Cualquier retraso que para los adultos es asumible para un menor de edad consolida situaciones fácticas que luego ya son irreversibles. Para ellos un año es un mundo.

Porque si por ejemplo esa persona ha dejado de ver a uno de los los progenitores durante ese tiempo va a ser muchísimo más difícil que tenga ganas de verle.

Y volviendo a lo que comentábamos antes sobre la confianza de los ciudadanos en la Justicia, ¿os hace flaco favor que os llamen “Rubiales con Toga?

Llevamos recibiendo ataques de forma permanente y no sólo de expolíticos, sino de políticos en ejercicio. Es cierto que hay algunas personalidades concretas que su seña de identidad es atacar sistemáticamente al Poder Judicial, como es el caso que comentas, pero no es el único, hay muchas maneras de atacarlo. Es una deslealtad institucional que puede darles titulares y que están carcomiendo el sistema.

Y si no confía el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo en el Judicial, ¿cómo van a confiar los ciudadanos?

Por último, al final del libro habla sobre la gestión de la pandemia en los tribunales, ¿cómo fue?

La gestión sanitaria desde el punto de vista de la función del Poder Judicial fue un horror porque en la segunda fase, cuando ya no había estado de alarma, acabó con resoluciones judiciales contrarias entre sí, lo que trajo consigo una mayor desacreditación del Poder Judicial. 

Yo creo que el Poder Ejecutivo se lavó las manos y dejó que fuesen los jueces los que gestionasen la crisis a través de las convalidaciones o revocaciones de los acuerdos adoptados por cada Comunidad Autónoma. 

Por otro lado, en los tribunales fue un desastre. Teníamos órdenes o instrucciones distintas o acuerdos distintos, nadie se preocupó, lo único que se hizo fue poner una mampara de metacrilato, geles hidroalcohólicos y cerrar el paso al público en los juicios. 

El parón que tuvo la Justicia durante dos meses fue brutal, se tendría que haber arbitrado de manera urgente la posibilidad de hacer juicios de forma telemática y haberlo legislado correctamente. Pero no me sorprende, la Justicia siempre es lo último.

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