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CDL: Algunos problemas de Derecho Internacional Privado sobre el polémico caso de los herederos del Sultán de Sulú contra Malasia (II)

CDL: Algunos problemas de Derecho Internacional Privado sobre el polémico caso de los herederos del Sultán de Sulú contra Malasia (II)
Josep Gálvez continúa con este segunda entrega la génesis del caso de los herederos del Sultán de Sulú contra Malasia, en el que España juega un papel central.
27/6/2023 06:31
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Actualizado: 27/6/2023 11:53
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East of Borneo’ (“Al Este de Borneo”) es una de aquellas entrañables películas de aventuras de mediados del siglo pasado, en riguroso blanco y negro, y cuya apasionante trama palaciega parecer ser una precursora de ‘Apocalipsis Now’, de Coppola.

La protagonista, doña Linda Randolph, decide adentrarse en las espesas selvas de la isla de Marado para, río arriba, tratar de encontrar a su marido, el Dr. Randolph, quien al parecer había decidido ir a buscar tabaco por aquellas latitudes.

Así, tras sortear innumerables peligros, saltando a lomos de cocodrilos, cuando nuestra heroína se reencuentra con su marido, advierte horrorizada que lejos de ser el hombre que conoció, el médico se ha convertido en un borrachuzo atrapado en la corte de un enigmático potentado, el Príncipe Hashim, una guisa de Coronel Kurtz.

Total que, mientras el Dr. Randoph se dedica a darle al alpiste al por mayor, el Príncipe Hashim no desaprovecha el tiempo e intenta seducir a la esposa del médico con algunos métodos que, según parece, aprendió mientras estudiaba en la Sorbona de París.

Ya saben ustedes que en esto del amor los franceses llevan ventaja.

Y aunque me gustaría, no desvelaré el final de esta fantástica película por si tienen interés en su visionado, el cual les recomiendo encarecidamente, sobre todo un domingo por la tarde.

Lo que está claro es que las exóticas selvas de la isla de Borneo han seducido desde antaño a innumerables aventureros, como sucedió con explorador austríaco, Gustavus Von Overbeck, pero también a empresarios ávidos de hacer negocios, como es el caso del británico Alfred Dent.

Como recordarán, en 1878 estos dos tipos celebraron un contrato con el Sultán de Sulú por el cual se les concedió la explotación de los recursos naturales del Estado de Sabah, al norte de la isla de Borneo, a cambio de una cuota anual.

Y aunque ya vimos algunos datos de Von Overbeck la semana pasada, ¿Quién era Alfred Dent?

Pues bien, Alfred y su hermano Edward eran de los Dent de toda la vida.

LOS ‘DENT’ UNA SAGA DE IMPORTANTES COMERCIANTES BRITÁNICOS EN ASIA

Si este apellido no les dice nada, deben saber que eran hijos nada menos que de Thomas Dent, fundador de la compañía ‘Dent and Company’, protagonista de la llamada ‘Primera Guerra del Opio’ en la que los británicos ganaron la partida a China para abrir el mercado asiático como un melón.

Es la época de las grandes empresas comerciales británicas en Asia, con la enorme ‘British East India Company’ a la cabeza, sociedades constituidas para vehicular la comercialización ilegal del opio en China, con enorme éxito durante el siglo XIX, ya que el vicio tira mucho.

Recuerden que el comercio de productos chinos como el té, la seda y la porcelana era muy lucrativo para los comerciantes británicos.

El problema era que los chinos no compraban y sólo vendían sus productos a cambio de plata, por lo que grandes cantidades de este metal precioso salían de Gran Bretaña, en perjuicio del país.

¿La solución?

Pues efectivamente, la ‘British East India Company’ y otras empresas británicas como Dent & Co., empezaron a introducir ilegalmente opio indio en China, exigiendo a cambio su precio en plata.

Esa plata se utilizaba a su vez para comprar té y los otros productos chinos, de tal manera que en 1839 las ventas de opio a China pagaban todo el comercio de té, con los consiguientes problemas del personal adicto a la pipa.

Y ya saben que en el Reino Unido se bebe mucho té.

La cuestión es que, como es bien sabido, China prohibió el opio con el consiguiente conflicto armado con su Graciosa Majestad que finalizó con el Tratado de Nankín, tratado por el que China abrió finalmente los primeros cinco puertos al comercio con los británicos.

De ahí que los Dent fueran de los primeros en abrir oficinas comerciales en Shanghai, iniciando así la exploración en toda Asia y de la Isla de Borneo en particular .

Ya ven que de casta le viene al galgo.

Es precisamente en este contexto donde se enmarca el acuerdo de 1878 de Dent y Von Oberbeck para la explotación del Reino de Sabah, al norte de la isla de Borneo.

Pero ojo, porque el acuerdo este no fue precisamente el único contrato que había suscrito el Sultán de Sulú.

Bien al contrario.

OTROS IMPORTANTES ACUERDOS DEL SULTÁN DE SULÚ CON EMPRESAS BRITÁNICAS PARA LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS DE LA ISLA DE BORNEO

Unos cuantos años antes del acuerdo con Dent y Von Oberbeck, otro británico llamado Alexander Dalrymple había llegado a esta isla con el encargo de iniciar la explotación comercial de la zona y así atraer a comerciantes chinos que frecuentaban esos mares.

Dalrymple era el representante de la mayor competidora de Dent’s, la ‘British East India Company’,

Por cierto, estas eran aguas infestadas de piratas con bastante mala leche y de donde seguramente proviene la famosa expresión “emboscada malaya”, por desgracia ya en desuso en la actualidad entre nuestros jóvenes.

La cuestión es que la presencia de los británicos y sus barcos militares dotaban de seguridad a la zona, elemento clave para el desarrollo industrial y comercial.

Así que en 1761 Dalrymple ya había pactado con el Sultán de Sulú la concesión de un emplazamiento para una factoría y negoció, además, un tratado de amistad y comercio para los británicos, cediéndose para ello la paradisíaca isla de Balembanga, al norte de Borneo.

Después vendrían los tratados entre el Sultán y Gran Bretaña de 1763 y 1764, que no sólo confirmaron los anteriores, sino que además concedió a la British East India Company todo el norte de Borneo, desde el río Kimanis, en la costa noroeste, hasta Trusan, en el lado noreste.

Por si no fuera suficiente, en 1769 el Sultán también cedió a los británicos la explotación de las islas de Palawan, Banggi, Balabac y Manak, mediante los correspondientes acuerdos, con lo que me imagino que ya debería dolerle la muñeca de tanto firmar contratos de concesión.

Y sólo después llegaría el acuerdo con nuestros amigos Dent y Von Oberbeck, como representantes de la compañía británica.

Un pacto que, como ya sabemos, les concedió la explotación del Reino de Sabah y, para el caso que se produjera alguna discusión, el Cónsul General de Gran Bretaña en Borneo resolvería la discusión.

EL RECHAZO DEL REINO UNIDO A NOMBRAR UN ÁRBITRO

Como ya vimos la semana pasada, los supuestos herederos del Sultán se encontraron ante el problema de que ‘Her Britannic Majesty’s Consul General For Borneo’, es decir, el Cónsul General de Su Majestad Británica en Borneo había fallecido mucho antes y el cargo tampoco existía ya.

Por este motivo, en 2017, los herederos escribieron una carta a Sir Ian McLeod, entonces del ‘Foreign Office’ y de la ‘Commonwealth’ del Reino Unido, solicitando al Gobierno británico el nombramiento de alguien que desempeñara la función de ‘Consul General’ en Borneo.

Pero Sir Ian, en nombre del Gobierno británico, les mandó amablemente a paseo recordándoles antes que “la Colonia de Borneo del Norte dejó de existir en 1963.”

Además, les dejó claro que “no sería apropiado que el Gobierno se involucrara en la disputa de la manera que usted propone” y les sugirió que reclamaran directamente al Gobierno de Malasia si tanto interés tenían.

En otras palabras, la postura británica es que la cláusula arbitral del acuerdo de 1878 había desaparecido con ese mismo colonialismo que la parió. Y además siendo una cuestión afectante a territorios soberanos, la intervención británica resultaría tan ridícula y alejada de la realidad como el ‘Major-General’ de la ópera ‘Los Piratas de Penzance’.

Pero entonces… ¿Quién le ha dado a la jurisdicción española vela en este entierro?

Eso lo veremos la semana que viene, no se me impacienten.

Hasta entonces mis queridos anglófilos.

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