El periodismo y la abogacía independientes como contrapoder
León Fernando del Canto es abogado español y barrister en Londres; dirige el bufete Delcanto Chambers.

El periodismo y la abogacía independientes como contrapoder

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05/7/2020 06:45
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Actualizado: 10/4/2023 17:57
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“El periodista Jamal Khashoggi fue víctima de una ejecución extrajudicial premeditada, de la que es responsable el Estado de Arabia Saudi” confirmaba hace un año el informe de la relatora de Naciones Unidas Agnès Callamard y la barrister Helena Kennedy.

Convergen este mes el periodismo y la abogacía en Estambul, para asistir a un juicio igual de importante que simbólico.

Se trata de confirmar la autoría del asesinato de Kashoggi, acaecido en la embajada de Arabia Saudí en Turquía (2018).

Conocí, y trabajé con Jamal en Al Sharq Forum y su asesinato me conmocionó y me llenó de dolor y rabia, aunque no me sorprendió.

Y no me sorprendió porque conocía la brutalidad del poder al que se enfrentaba, y sabía, como él, que en Oriente Medio, defender la independencia es un acto de guerra.

En mi carta Los periodistas hablan y los reyes callan, publicada tras su asesinato, traté de retratar a Jamal y lo hice desde el trabajo que compartíamos como profesionales independientes.

«Jamal era un periodista progresista y demócrata, que, como gran parte de las y los periodistas árabes, vivía en tierra de nadie. En Estambul, esa ciudad de indefinición, y a la vez de convergencia, se sentía cómodo. Los medios de sus compatriotas lo perseguían por sus ideas liberales, mientras que los occidentales, que tan poco saben de la realidad árabe, lo tachaban de islamista».

Reflexiono esta semana, casi dos años despues de su asesinato, sobre la importancia de no bajar nunca la guardia.

Hemos conseguido que al menos haya un juicio, aunque los acusados no se sienten en el banquillo.

El periodismo y la abogacía independientes, trabajando juntos, hemos demostrado que nuestra relación con el poder debería ser claramente la de un contrapoder.

EL PODER ES SIEMPRE UNA FUERZA, AUNQUE SEA LÍQUIDA

El poder es poder en todas partes.

En Arabia Saudí o en España, se trata de la fuerza que ejercen quienes influencian, o quieren influenciar, la realidad, para obtener lo que desean.

Sea ejecutivo, legislativo, judicial, el cuarto o el quinto; el poder existe para ser ejercido por sí mismo.

Tiene su agenda, su propia razón de ser.

No podemos olvidar tampoco que, en nuestro país, por muy democráticamente que sea elegido, el ejercicio del poder no siempre coincide con el ejercicio de los derechos y libertades de su ciudadanía.

El poder es una fuerza, pero no es tan monolítica, sólida o estable como quienes lo ejercen crean, o tratan de hacerlo ver.

Como toda fuerza, se debilita en su recorrido espacio temporal.

La historia nos recuerda cómo aunque el ejercicio del poder tiene una vocación de permanencia, la realidad es que sigue cambiando tan frecuentemente de manos como de criterios.

Así, aunque el ejercicio patriarcal del poder, tantas veces identificado con la brutalidad, nos haya convencido de lo contrario, el poder nunca ha dejado de ser  líquido.

Como decía Foucault, el poder es elusivo y difícil de determinar racionalmente.

Necesitamos el pensamiento crítico para que no nos obnubile.

Junto a la historia, la sociología, la antropología, la literatura, la economía, las propias ciencias políticas y el resto de ciencias sociales, acompañan al periodismo y la abogacía independiente para seguir armándose contra el poder.

Es precisamente el conocimiento del poder, que nos aporta su estudio crítico, lo que crea el ecosistema intelectual del contrapoder que representamos.

En el juego líquido de los equilibrios de poder, el periodismo y la abogacía independientes, saben muy bien, como decía Martin Buber en Caminos de utopía (1949), que «el poder abdica sólo bajo el estrés del contrapoder».

EL CONTRAPODER ES UN EQUILIBRIO IMPORTANTE

El periodismo y la abogacía independientes trabajan para dar voz a quien no la tiene: personas o situaciones afectadas por un desequilibrio en el ejercicio del poder.

Ambas profesiones compartimos la recopilación, verificación, síntesis y clarificación de hechos relevantes para contar una historia y defender una posición críticamente.

Nuestra vocación es el contrapoder.

No es nuestro papel ejercer el poder, aunque haya periodistas y abogados que habiendo perdido su independencia, frecuentemente lo crean así.

Demasiada cercanía al poder, sin ejercer el pensamiento crítico, corrompe.

Tanto la abogacía como el periodismo independiente deberían trabajar para conseguir que quien no tiene poder obtenga el suficiente, influyendo así en quienes ya lo tienen.

Nunca deberíamos olvidar que el ejercicio del poder, por muy constitucional que sea el sistema, si cruza la línea roja de los Derechos Humanos, es tan repugnante como el del dictador que asesinó a Jamal.

Nuestras profesiones, que deberían ejercer como contrapoder por sistema, tienen la obligación de estar permanentemente vigilantes frente a quienes ejercen el poder.

Especialmente cuando lo hacen de forma contraria a las reglas democráticas que nos dimos en 1978.

En nuestro ejercicio independiente tenemos la obligación de asegurar el derecho de defensa y el derecho a una información veraz, aunque ello lleve romper las reglas del corporativismo y denunciar siempre a la abogacía y el periodismo clientelistas.

Es precisamente como contrapoder que la abogacía, del latín advocō, trata de dar voz, demandar o retar.

Su objetivo consiste en equilibrar los intereses de parte en los juegos de poder, algo que el periodismo conoce muy bien.

Así, y perdonen que me repita, la abogacía y el periodismo comparten un objetivo: dar voz a, o abogar en favor de, quienes no tienen voz, o no la pueden expresar.

Una idea que conecta con las últimas palabras que oí a Khashoggi: «Lo que más necesita el mundo árabe —y el mundo en general— es libertad de expresión». Que nadie las silencie.

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