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Opinión | CDL: Confidencialidad y “Without Prejudice” en la jurisdicción de Inglaterra y Gales (y IV)

Opinión | CDL: Confidencialidad y “Without Prejudice” en la jurisdicción de Inglaterra y Gales (y IV)
Josep Gálvez, "barrister" en las Chambers de 4-5 Gray's Inn Square en Londres es abogado español. En esta cuarta entrega completa la serie del "Without Prejudice". Foto: FG.
04/3/2025 05:45
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Actualizado: 04/3/2025 00:10
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Como sabemos, una vez aceptada la amable invitación del rey Carlos de Inglaterra, el ‘barrister’ Keir Starmer fue oficialmente nombrado Primer Ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Pero curiosamente y, a diferencia de otros países como España, en el Reino Unido no hay ningún solemne juramento institucional, sino algo mucho más delicado.

Y es que, tras acceder al número 10 de Downing Street, al recién estrenado mandatario le esperaban unos folios y un tintero porque tenía que redactar de su puño y letra las llamadas  ‘letters of last resort’ o “cartas de último recurso”.

Se trata de cuatro documentos que el nuevo Primer Ministro remite a cada uno de los oficiales al mando de los submarinos con misiles Trident con las órdenes para el caso de que un ataque nuclear elimine al gobierno británico de un plumazo.

De hecho se dice que, si se cumplieran, estas órdenes serían el último acto oficial del Gobierno de Su Graciosa Majestad.

En fin, aunque desconozco si esta cartas llevan un ‘Without Prejudice’ al inicio, ya ven ustedes la importancia que le dan a las comunicaciones formales en este país.

Y para comprobarlo, hoy nos vamos a la ‘High Court’, donde se resolvió una disputa digna de una novela de John Le Carré.

Se trata del caso Vestergaard Frandsen A/S contra Bestnet Europe Limited, sobre unas curiosas mosquiteras.

Ya verán.

DE EMPLEADOS DE CONFIANZA A ENEMIGOS ACÉRRIMOS

Vestergaard Frandsen es una compañía danesa especializada en fabricar textiles para el control de enfermedades y su invento estrella son unas mosquiteras impregnadas con insecticida que evitan la transmisión de la malaria.

Sin duda, se trata de un producto revolucionario, tanto por su impacto en la salud pública, como por la fortuna que genera a su fabricante.

Pero en los negocios, como en las novelas de espías, siempre hay alguna fuga.

Y aquí entran en escena Torben Holm Larsen y la señora Trine Sig, antiguos empleados de Vestergaard.

Resulta que Larsen y Sig, a través de su empresa británica, Bestnet Europe Limited, estaban detrás de una mosquitera rival, comercializada bajo el nombre de Netprotect

Y lógicamente los de Vestergaard no se tomaron demasiado bien la noticia ya que era un aprovechamiento descarado de su invento genial.

Así que, en 2006, llevaron el asunto ante los tribunales ingleses.

En el primer asalto, la ‘High Court’ dictaminó que, efectivamente, Bestnet había hecho un uso indebido de la información confidencial de Vestergaard en la primera versión de Netprotect.

Sin embargo, también resolvió que las siguientes versiones del producto ya eran lo suficientemente distintas como para no infringir los derechos de Vestergaard.

Obviamente, un golpe agridulce para los demandantes, quienes recurrieron.

El tema acabó finalmente en el Tribunal Supremo del Reino Unido, confirmando que sólo cabía responsabilidad de Bestnet por la primera versión del “Netprotect”, pero no por las posteriores.

Pero lo mejor estaba a puntito de llegar, ya que ahora había que fijar la indemnización.

MUCHO RUIDO, MUCHO GASTO Y POQUÍSIMAS NUECES

En su demanda, Vestergaard reclamaba nada menos que 48 millones de dólares en daños y perjuicios, basándose en que todas las ventas de Bestnet venían de la información robada.

Sin embargo, la jueza Rose, encargada de calcular la indemnización, redujo dicha cantidad ya que sólo eran reclamables los daños estrictamente vinculados a la primera versión de Netprotect.

El resultado: les concedió una indemnización de sólo 385.000 libras.

Un varapalo absoluto para los demandantes, que esperaban llevarse un premio multimillonario.

Y es que, además, la factura del pleito para los demandantes ascendía a 3,2 millones de libras.

Por su parte, los demandados se habían gastado algo menos en su defensa, 1,4 millones de libras.

Pero si esto les parece poco, esperen a ver el desenlace de las costas del pleito ya que aquí entró en juego el famoso mecanismo de las ofertas ‘Part 36’.

LAS OFERTAS ‘PART 36’ DEL PROCEDIMIENTO CIVIL INGLÉS

Las ofertas ‘Part 36’, que reciben su nombre por su ubicación en las reglas procesales, son un gran incentivo para alcanzar un acuerdo muy pronto mediante el complejísimo mecanismo de la zanahoria y el palo.

En efecto, el sistema inglés premia a las partes que son razonables y castiga a los tozudos.

En esencia, una oferta ‘Part 36’ es un ofrecimiento formal de acuerdo por una de las partes y que desencadena un resultado procesal futuro.

¿Y cómo funciona una oferta ‘Part 36’?

Pues muy sencillo. Supongamos que una parte (pongamos, el demandado) hace una oferta de 100.000 libras a la otra parte (el demandante) para llegar a un acuerdo y cerrar el tema.

Si el demandante la acepta dentro de un plazo, normalmente de 21 días, pues bingo: la disputa se resuelve sin necesidad de ir a juicio y ambas partes son muy felices porque se ahorran un pleito.

Pero ¿y si el demandante la rechaza y acaban ante los tribunales?

Pues entonces se abren dos escenarios distintos en función del resultado:

Si el demandante, que ha rechazado la oferta, luego obtiene una sentencia por menos de 100.000 libras, se considera que debería haber aceptado la oferta inicial.

Por tanto, se castiga al demandante a pagar las costas del demandado computadas desde el momento en que rechazó la oferta, incluso si ha ganado el caso.

Por cabezón.

Pero si el demandante obtiene una sentencia superior a 100.000 libras, entonces será el demandado quien le pagará las costas procesales.

Sencillo, ¿verdad?

Pues no se preocupen, que ahora lo complicamos un poquito.

LA VARIEDAD ‘WITHOUT PREJUDICE SAVE AS TO COSTS’

Uno de los problemas que hay con las ofertas ‘Part 36’ es que se encuentran habitualmente en correspondencia ‘Without Prejudice’ entre los abogados.

Es decir, son confidenciales y no pueden aportarse al juicio.

¿Entonces cómo pueden probarse las ofertas y que se rechazaron a efectos de costas?

Pues para eso existe la modalidad llamada ‘Without Prejudice Save As To Costs’, que mantiene la confidencialidad excepto a efectos de costas.

Es decir, mientras que unos «emails» sólo con ‘Without Prejudice’ nunca llegarán a manos del juez, si llevan además la coletilla ‘Save As To Costs’ pueden ser utilizados para demostrar que los demandantes rechazaron una oferta razonable, con los efectos que hemos visto arriba.

Y ahora volvamos con nuestros amigos los de las mosquiteras.

Llegó el momento de la dolorosa y, para determinar a quién cascarle las costas, salió que los demandados habían hecho dos ofertas, una primera de 100.000 libras y otra posterior de 300.000.

Pero ninguna fue aceptada por Vestergaard.

Y aquí es donde el famoso ‘Without Prejudice Save As To Costs’ se convirtió en un elemento clave.

Como ya sabemos, al final, la indemnización fijada por los tribunales fue de 385.000 libras, es decir, sólo 85.000 libras por encima de la última oferta.

En teoría, las ofertas de Bestnet no podían usarse en el juicio principal porque eran ‘Without Prejudice’.

Pero como además incluían la coletilla ‘Save As To Costs’, Bestnet sí pudo usarlas en el procedimiento cuando discutieron sobre las costas y probar que hizo una oferta de 300.00 libras.

Y aquí se aplicó la lógica implacable del derecho inglés en la sentencia Vestergaard v Bestnet [2014] EWHC 4047 (Ch).

Porque, aunque Vestergaard ganó el caso, la diferencia entre la oferta inicial y la indemnización obtenida no tan grande como para justificar que Bestnet tuviera que pagar todas las costas.

Este motivo, Vestergaard también tuvo que asumir parte de las costas desde el momento en que rechazó la oferta de 300.000 libras.

Un auténtico desastre.

Y es que pedir 48 millones para acabar con 385.000 pavos, cuando además te has dejado 3,2 millones por el camino y encima pagando parte de las costas, no es precisamente un buen negocio.

En fin, tras estas pinceladas sobre el ‘Without Prejudice’, la semana que viene seguiremos con otros temas.

Hasta entonces, mis queridos anglófilos.

Josep Gálvez es «barrister» en las Chambers de 4-5 Gray’s Inn Square en Londres y abogado español. Está especializado en litigios comerciales complejos y arbitrajes internacionales. Interviene ante los tribunales de Inglaterra y Gales, así como en España, y actúa también como ‘counsel’ y árbitro en disputas internacionales en las principales instituciones de arbitraje.

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