Las cuatro series de televisión que deberían conocer nuestros políticos
Las series tienen un gran poder de seducción sobre los políticos (y especialmente sobre el electorado), y por eso, muchos hablan de ellas en sus entrevistas, no dudan en identificarse con sus mensajes o personajes. Sin embargo, han aprendido poco de esa política a la que admiran y de su amplitud de miras a la hora de negociar.
Las series han cambiado y nos muestran una forma de hacer política más cruda, no sé si más real. Ya no prima tanto el «buenismo de los personajes» que encarnaban el presidente Bartlet y su equipo en El ala oeste de la casa Blanca, donde la ética y la moral eran intachables, como una especie de cruzada contra el mal. Sus guionistas resaltaban el idealismo, el sentido del deber, de los límites del poder y, sobre todo, del trabajo en equipo. Algo que también se refleja en Borgen, aunque de forma más real, más cruda.
Sin embargo, House of Cards o Juego de Tronos funcionan casi como el reverso tenebroso de El ala oeste de la Casa Blanca. Detalla lo sencillo que es manipular a los políticos si alguien conoce sus puntos débiles y como éstos reciben su premio o su castigo si no responden a las expectativas. En el fondo, toda la política es como un gran castillo de naipes, donde puedes ir quitando y poniendo piezas. Eso sí, sin que el castillo caiga y pierdas el poder.
La política americana en las series
Pero las cuatro series citadas tienen algo en común: retratan la capacidad humana de aliarse con amigos y enemigos en función de los intereses para conseguir los propios fines, conseguir el poder.
Algo que a los políticos reales les cuesta conseguir.
Tras los resultados de las elecciones generales del 26J, como ya ocurrió con la elecciones del pasado 20D, los partidos políticos están comprobado la dificultad que entraña lograr la ansiada mayoría parlamentaria que les permita formar gobierno. O lo que es lo mismo, sumar 176 escaños, incluso superar una investidura con una mayoría simple.
No es fácil, y el actual presidente en funciones, Mariano Rajoy, lo ha dicho en varias ocasiones.
Y eso me lleva a recordar la escena de la aclamada serie danesa Borgen, donde su principal protagonista, Brigitte Nyborg, dialoga con su mentor Bent Sejrø, sobre las dudas que tiene para poder negociar con uno o con otros a la hora de lograr un acuerdo en Dinamarca para formar un gobierno estable. Porque para ella, como debería ocurrirle a cualquier gobernante, lo más importante es el talante dialogante y el poder de persuasión.
Qué es el poder político
En ese momento clave Bent Sejrø la sube a lo alto del edificio de Borgen, en plena negociación para conseguir la Presidencia del Gobierno, y le explica cómo conseguir el poder y mantenerlo (Temporada 1, episodio 2):
–BENT SEJRØ: Mira. ¡Maldita sea! Todo esto puede ser tuyo, pero el poder no es un cachorrito encantador que salta a tu regazo y se queda ahí tranquilito. Tienes que domarlo y sujetarlo porque si no, desaparece. La pregunta relevante es quién puede contar hasta 90 ?(que son los votos necesarios para formar gobierno). ¿Quién puede contar hasta 90, Birgitte?
–BIRGITTE NYBORG: Yo.
–BENT SEJRØ: ¿Tienes el valor?
–BIRGITTE NYBORG: (Asiente).
Seguro que estos días Mariano Rajoy se ha encontrado con un dilema similar. Y es que las series se anticipan muchas veces a la realidad, aunque hablemos de Dinamarca, un país pequeño, donde las negociaciones para formar gobierno son el pan nuestro de cada día.
Por ello, conviene recordar alguna de esas series imprescindibles:
Borgen
Borgen (2010-2013), es una serie sobre política danesa que se emitió durante tres temporadas en la DR1(DK) y, en la BBC británica. Reivindica la política con mayúsculas, sin edulcorar, desde un punto de vista realista y, muchas veces, pragmático. Lejos del idealismo propuesto por Aaron Sorkin en El ala oeste de la Casa Blanca o del cinismo maquiavélico desarrollado por Beau Willimon para House of Cards, donde la maldad y el poder van siempre de la mano.
Borgen es el término coloquial con el que se conoce el Palacio de Christiansborg, –sede de los tres poderes del estado– y epicentro de las relaciones entre políticos y periodistas daneses; de ahí que resulte tan creíble la vinculación entre las tramas políticas y comunicativas que se reflejan en esta serie.
Narra la historia de la primera mujer que logra ser primera ministra de Dinamarca, Birgitte Nyborg, líder del Partido Moderado, un partido bisagra, que logra formar un gobierno de coalición (verdes, laboristas y moderados).
La política requiere acuerdos
Borgen muestra las intrigas políticas, las interioridades del poder y la relación entre la primera ministra danesa con sus adversarios políticos, sus asesores y sus ministros. Y refleja también lo difícil que es conciliar la vida política y la vida familiar, algo que se refleja muy bien a través de las dos mujeres protagonistas: Birgitte Nyborg (por la parte política) y Katrine Fønsmark (por la parte periodística).
Su creador, Adam Price, logra que entendamos a través del personaje de Nyborg lo que ocurre entre las bambalinas del poder para desarrollar toda la estrategia política de un gobierno minoritario, donde casi todo hay que pactarlo. Y donde lo más importante es el talante dialogante y el poder de persuasión y de decisión de la primera ministra para llevar a buen puerto su programa de gobierno. No es tanto una cuestión de quién tiene la verdad absoluta sino de cuánto cuesta hacer realidad la visión que Nyborg tiene para Dinamarca.
Las distintas temporadas sufren breves saltos temporales, y eso nos permite analizar mejor la gestión de Nyborg, y todos los problemas que surgen tras el desgaste electoral y político de su gobierno. Sin embargo, también permite ver cómo la protagonista se va volviendo más pragmática y cómo es capaz de provocar la caída de algunos miembros de su propio gobierno o presionar a un medio de comunicación sensacionalista revelando sus formas de actuar.
House of cards
House of Cards (2013-…). Traslada al Estados Unidos actual la serie del mismo título que emitió la cadena BBC a principios de los 90. Y lo hace a través de la plataforma Netflix. En España se emitió por Canal +. ?
La serie norteamericana retoma, más de veinte años después, al personaje fundamental de los tres capítulos de la serie inglesa –Francis Urquhar–, pero ahora con el nombre de Frank Underwood (Kevin Spacey), el líder de la Cámara de Representantes del Partido Demócrata, quien aspira a convertirse en el nuevo secretario de Estado. Y, desde allí, ir escalando hasta la cima de la nación más poderosa del mundo.
Para ello, Frank Underwood no duda en manipular y mentir con tal de conseguir sus objetivos, destruyendo todos los obstáculos que se crucen en su camino. Maneja las piezas de la política estadounidense según su utilidad (nombramientos, votaciones, economía…)., sin importarle demasiado las reglas.
Hay muchas cosas sagradas a las que les tengo respeto, las reglas no están entre ellas.
Frank Underwood.
En los 52 episodios de la serie (cuatro emporadas), emitidos hasta la fecha, pululan congresistas borrachos, empresarios corruptos, políticos ?mafiosos, hackers vendidos y controlados por Inteligencia, jueces, periodistas ambiciosos, lobistas, … En la serie, casi todos los personajes son complejos, con miserias y grandezas y con una gran ambición, capaces de vender su alma para incrementar su poder y su influencia política –con Underwood a la cabeza–, teniendo mucho cuidado con la opinión pública, que podría hacerles caer como un castillo de naipes.
Casi toda la estrategia política de Frank Underwood se basa en manipular y para ello, justificar cualquier acto que le permita alcanzar su objetivo: El Poder.
Underwood se dedica observar paso a paso cómo van fructificando las semillas de la discordia que él ha sembrado o a sembrar todas aquellas que sean precisas para lograr su fin….Y si éstas no cuajan, él mismo lo resuelve. «El camino al poder está pavimentado de hipocresía. Y víctimas. Sin arrepentimientos.»
Cuenta siempre con el inestimable apoyo de su fría y despiadada esposa Claire (interpretada magistralmente por Robin Wrigth), quien va ampliando sus ambiciones políticas a medida que avanzan las distintas temporadas.
Los Underwood se cierran en banda ante cualquier filtración de su vida privada. Tergiversan y manipulan cualquier asunto que perjudique su imagen pública. Conscientes, en todo momento, de la importancia de la reputación como una de las máximas que aglutinó Robert Green en su libro las 48 Leyes del Poder: “La reputación es la piedra angular del poder. Solo a través de la reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos lados. La reputación debe ser algo inexpugnable».
Esto lo observamos todos los días cuando los medios de comunicación reflejan casos de corrupción. La imagen de un partido, un político se ve cuestionada y todos sus adversarios, utilizan esa “posible debilidad” para erosionar su imagen pública, si no está lo suficientemente dañada por el escándalo en cuestión.
El ala oeste de la Casa Blanca
El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006), es un drama político de la NBC creado por Aaron Sorkin. A través de los 155 episodios que conforman sus siete temporadas, la serie narra las vivencias del presidente de los Estados Unidos, Josiah Edward ‘Jed’ Bartlet, y de su Gabinete.
Se centra en describir al detalle cómo es la estructura de un gabinete de Comunicación Institucional, las decisiones que tienen que tomar cada día, las negociaciones que deben realizar para conseguir sacar adelante algunas promesas electorales y los obstáculos que les plantea la oposición.
El presidente Bartlet es un líder carismático. Goza de popularidad y del cariño del electorado. Cuenta con una sólida formación académica, que incluye un Nobel de Economía, y un máster en Teología Católica. Además le acompaña un gran equipo de profesionales de la comunicación y de la política dispuestos a renunciar a su vida personal en pro de los ideales demócratas defendidos por él.
El equipo presidencial de Bartlet, inspirado en el espíritu de Camelot de la era John Fitzgerald Kennedy, busca realizar grandes ideales, cumplir su programa (mejorar la educación, la sanidad, equilibrar el presupuesto, reducir la presencia de tropas en el extranjero, prohibir la venta de armas,…), aunque todos estos ideales, como suele ocurrir en la vida real, tienen un gran coste político.
Los personajes de esta serie nos muestran cómo en un estado democrático los políticos deben negociar para conseguir los objetivos marcados en el programa electoral. Y que, a veces, muchos de ellos se quedarán en el cajón. Una cosa es lo que un político promete en campaña y otra muy distinta lo que puede hacer durante un mandato presidencial.
De qué trata el Ala oeste de la Casa Blanca
La serie refleja a la perfección cómo funciona el sistema político estadounidense: La elección de candidatos, las campañas presidenciales (aunque allí son mucho más largas y costosas que en nuestro país, tienen muchas similitudes. No en vano cada vez más, los partidos emplean estrategias y asesores externos que imitan esas campañas “Made in USA”) o la tramitación parlamentaria de los distintos proyectos legislativos.
Además, situaciones políticas ficticias y otras tan reales como la vida misma (incursiones militares, polémicas diplomáticas con otras potencias mundiales, discursos sobre el Estado de la Unión, legislación sobre homosexuales y el aborto en USA, corrupción, absoluciones presidenciales a presos condenados a muerte, los atentados del 11- S, descubrimiento de secretos federales, líos de faldas en la Casa Blanca…) son la base de sus tramas.
En ese contexto, pactos y negociaciones están al orden del día. Algo que deberíamos intentar imitar. El hecho de no contar siempre con mayorías hace preciso establecer largos procesos de negociación para llevar a buen puerto cualquier iniciativa, por pequeña que sea.
Una serie sobre cómo debería ser la política
En el mundo idealista descrito en El ala oeste de la Casa Blanca, la forma de ejercer el poder del presidente Bartlet es mediante el diálogo y la negociación. Todas las tramas están plagadas de múltiples negociaciones entre los miembros del Gabinete Presidencial y los congresistas republicanos para aprobar los presupuestos, leyes, e incursiones militares.
Además, el ficticio presidente Bartlet tiene grandeza moral, sabe asumir las consecuencias de sus actos. Está dispuesto a pagar por sus errores. Al ocultar a la ciudadanía que padece una grave enfermedad es sancionado por una resolución del Congreso y aunque su equipo es reacio a aceptar esta resolución, él sí decide hacerlo.
Como sostiene Bartlet, en el episodio 11 de la tercera temporada de la serie: “Ya nadie suele aceptar la responsabilidad al gobernar. Fomentamos, ofuscamos, racionalizamos… Todo el mundo lo hace. Eso es lo que decimos. Nos hemos atrincherado en una posición en la que culpamos a todo el mundo y nadie acepta la culpa. Soy culpable. Me equivoqué”.
Todo un alegato de honestidad, difícil de apreciar en la política real. A los políticos españoles, como a los de muchos otros países, les cuesta mucho asumir sus errores. Y por eso, las dimisiones son una excepción.
Juego de Tronos
Juego de Tronos (2011-…) es todo un tratado de política ambientado en un mundo épico de ficción. Basada en una novela de fantasía escrita por el autor estadounidense George R. R. Martin narra las intrigas, luchas de poder, guerras, asesinatos y traiciones conseguir el ansiado Trono de Hierro por parte siete reinos, y la dificultad de mantenerse en él.
La muerte en Juego de Tronos está a la orden del día. Todos los personajes pueden morir por importantes o queridos que sean como se ha podido comprobar a lo largo de las seis temporadas emitidas hasta la fecha (60 episodios).
Sería complicado analizar uno a uno los planteamientos políticos que defiende cada uno de los cerca de 40 personajes principales que rodean la serie, sí que conviene analizar la visión de los cuatro más importantes: la khaleesi Daenerys Targaryen; el enano Tyrion Lannister; la despiadada Cersei Lannister y el íntegro Jon Nieve, el Lobo Blanco.
Quién es quién en Juego de Tronos
Daenerys es una especie de adalid de la justicia. Es la persona más poderosa y temida fuera de Poniente. Hija de reyes destronados, resulta el personaje más atractivo de la serie por su bondad y, también, por su particular manera de hacer cumplir la ley. Es dura, es bella y, lo más importante, es dueña de tres dragones, lo que le confiere poder.
Uno de los personajes más completos de esta serie es el de Tyrion Lannister. Es un asesor político de manual. Es xtremadamente inteligente, equilibrado, lógico, con un gran sentido del humor…Sabe que sabe jugar con las reglas que implica el poder, adaptándolas a sus necesidades. Es un gran asesor político, capaz de negociar cualquier situación y ganarse el respeto de sus enemigos.
Cersei Lannister, es un animal político despiadado. Su único objetivo es el poder y es capaz de todo para conseguirlo. Por contra, Jon Nieve, que representa al líder absoluto, encarna al héroe por excelencia, pero desde un punto de vista noble y bondadoso.
A ellos habría que unir al inquietante Varys y el terrorífico Lord Petyr Baelish, Meñique; el primero basa todo en una premisa «la información es poder» –y por eso atesora los más íntimos secretos de todos los personajes–; el segundo está obsesionado con el dinero «ya que es lo único que te puede alcanzar al poder».
Lo mejor de esta serie, desde el punto de vista político, es que refleja a la perfección las diferencias entre el poder blando y el poder duro. Entendiendo el poder blando como aquel que se impone por la vía de la seducción (Daenerys Targaryen) y la confluencia de intereses, (que representan Varys, Tyrion y Meñique) en contraposición al poder duro, que se caracteriza por la fuerza bruta (los Dothraki, los salvajes, la compañía de mercenarios de los Segundos Hijos, los Hijos del Hierro…) y la coacción (que simbolizan Cersei y los Lannister, el Gorrión Supremo). Y es que como asegura Cersei Lannister, «Quien pierde en el juego de tronos muere».
Todo parece precipitarse porque… The Winter is here.
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